LAUREEN
«Los errores y los desvíos no son opción», eso es todo lo que puedo pensar en este momento mientras Alex me observa con la esperanza latente en sus pupilas de que le responda a lo que acaba de decir. Recuerdo haber leído una frase que decía que no debíamos malgastar el tiempo porque es de eso que está formada la vida. La grabé con fuego en mi corazón y, por fin, luego de mucho tiempo, las cosas estaban saliendo como debían ser.
Pero, ¿por qué ahora?.
«Mierda, Alex. ¿Por qué ahora?»
—Creo que fallé con esto de no cruzar la línea —Hace una pausa. Sé a donde va. Boqueo, pero él se adelanta —: Siento algo por ti, Laureen. Y lo que Wes hará probablemente determine todo.
Siento una bola de fuego que consume mi estómago.
«¿Por qué cuando todo parece estar en orden?».
—Necesito saber si tu sientes algo.
Mis labios se sellan.
No puedo hablar.
Mi garganta no permite pasar el aire.
No es que no quiera responder. Es que, no puedo.
—¿No vas a responder? —insiste luego de mi silencio.
Dicen que la vida tiene reglas que no se pueden quebrar. Una especie de causa-efecto permanente. Algunos hablan del karma, de la ley de la siembra y la cosecha o incluso de la justicia divina. Pero, si me preguntan, no creo en ellas. Me gustan las reglas de la ciencia. Claras. Precisas. Directas. Me gustan las reglas que puedes aplicar y que siguen un patrón. Una secuencia, un orden determinado y un plan tan certero que es prácticamente visible. Algo así como ocurre con la medicina quirúrgica. En fin, odio todo lo que no está acompañado de porcentajes. Alexander Brown entra en esta categoría de incertidumbre. Creo que por eso siempre tuve problemas para tomar decisiones en la vida. Quiero decir, hay mil posibles resultados para una sola decisión, ¿no deberíamos poder tomarnos el tiempo que queramos para ellas?
Pero ahora, toda la claridad sobre lo que quería lograr en mi vida se desvanece ante los ojos celestes de ese hombre que me observa fuera de la seriedad que siempre ha tratado de profesar.
Lástima que la vida no nos da muchas pistas. No parece cooperar.
Y ahora Alex está frente a mi diciendo todas estas cosas que me hacen cuestionar todo lo que he hecho.
Sin embargo, mi mente parece tener la película más clara que yo y, con un movimiento de cabeza lento y silencioso, niego sus palabras.
—No es el momento, Alex. No ahora.
Trago saliva en silencio y me dispongo a abandonar la sala.
—Adam y Hannah todavía no llegan —espeta con voz desafiante. Me detengo a centímetros de la puerta aún cerrada.
—Es el día de su boda. Es el día de tu mejor amigo, no el nuestro —enfatizo, observándolo por sobre mi hombro derecho —. No quiero tener la cabeza en otra cosa que no sea ser una buena dama de honor. Tu deberías hacer lo mismo. Sé un buen padrino y concéntrate en Adam.
—Entonces, ¿aceptarás la proposición de Wesley?
No le pregunto cómo se ha enterado de que Wesley me pedirá matrimonio en medio de la fiesta de Adam y Hannah. Quiero darle un puñetazo en su jodida nariz perfecta y que mi anillo de lapislázuli se entierre en su tabique y luego ahorcarlo con mis propias manos. Venir a interrumpir los preparativos con las demás damas de honor para advertirme que Wes me pedirá matrimonio y luego lanzar esta bomba de que me ama es una locura. ¿Acaso no teníamos reglas? ¿acaso esto no era una especie de flirteo de sábado y ya?
Desde ya, me ha cagado la sorpresa. Quiero preguntarle como es lo que sabe, pero no quiero. Realmente no quiero saber.
Ha pasado todo el asunto con Rebecca y Liv. No quiero estar en medio de algo que todavía no sabe como lidiar. Nuestras vidas están en direcciones totalmente opuestas. No podemos estar juntos.
Repito eso en mi mente.
No podemos.
No podemos.
De inmediato, pienso en lo mucho que a mi madre le encantará saber la noticia de Wes y yo. Si, supongo que esto si es más factible. Me convenzo de ello. Intento hacerlo. Intento pensar en todas las razones de porqué Wes es mejor.
Me cuesta armar esa lista en mi cabeza.
Observo a Alex y entiendo que no. Que él siempre será ese hombre. El hombre que me sacó de mi mundo.
Pero...
—Desearía tanto que me hubieses dicho todo esto un par de meses atrás, Alex. Pero, creo que desearía más que esto no me lo dijeras solo porque te has enterado de que otro hombre me pedirá matrimonio —Es todo lo que puedo decir.
Abro la puerta rápido y salgo dando zancadas sobre mis tacones color rosa pastel.
Busco el baño y entro en uno de los cubículos. Coloco el pestillo y resoplo con fuerza. Mis piernas tiritan y mis rodillas apenas pueden sostener el peso de mi cuerpo.
Me siento en el suelo totalmente desorientada.
El corazón me late tan fuerte que debo llevar las manos a mi pecho por temor a que salga de él.
Hundo la cabeza en las rodillas. Entonces, creo que me quiebro en silencio por todas las preguntas que atacan mi cabeza. Desearía sentirme normal algunas veces. Desearía no obsesionarme por todo lo que no tiene importancia. Pero, lo cierto es que no puedo. Necesito sentir que puedo mantener el control, que puedo alinear las piezas de cada jugada.
Vuelvo a pensar en Wes y en lo mucho que me gustaría que cosquilleara mi panza de la misma forma que Alex.
Y lo que siento ahora, no es tristeza. Es miedo. Miedo porque cada vez estoy más cerca de todo lo que quiero.
Pero, aún asi me siento incompleta.
Entonces, por primera vez, pienso en que quizás estos sueños no son tan míos.
Cierro los ojos y Alex aparece en mi cabeza en ese primer día en que nos vimos, cuando ninguno de los dos se miró con la importancia que iba a tener al segundo inmediatamente siguiente.
Allí está, con su mirada enigmática y su silencio prolongado en medio de esa capilla.
Y ahí estoy yo, observándole con detención por primera vez creyendo que solo sería alguien más a quien saludar.
Y estoy ahí. Estoy en ese día en que nos conocimos.
Continuará.
El prólogo es similar al de Fuera de contrato. Hay un salto temporal.
El primer capítulo será un retroceso hacia el pasado, para que no se confundan.
¡Espero los haya atrapado!
Cariños y muchas gracias por esta nueva oportunidad.
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Fuera de reglas ©
RomansaLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...