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¿Amigos?

ALEX


«Lo siento, Alex, no me siento bien». Escribió Becca y tan pronto como apareció el mensaje en la pantalla del móvil, supe porqué.

«¿Qué hay de Liv? ¿No podré verla? Puedo ir este fin de semana si me dejas», respondí rápido.



Cogí la taza de café y resoplé. Estaba tibia. La aparté con desgano mientras esperaba que Becca respondiera. Ladeé el rostro y me quedé observando la cafetera que estaba a unos metros. Debía de estar en mi oficina, pero los cuatro metros cuadrados de ella se sentían igual a un túnel cada vez más pequeño. Me ahogaba esta ahí... al igual que mi apartamento. Y cualquier lugar, a decir verdad.

El mensaje de Becca hizo sonar mi teléfono. Mis manos seguían torpes cuando se trataba de ella.

«Tal vez no sería mala idea de que pasarás un tiempo con ella a solas... ».

Mi pecho se apretó.

Me levanté de la silla apresurado y pasé a llevar la mesa con mi cadera. La taza de café se derramó sobre toda la superficie blanca.

—¡Mierda! —farfullé, junto con otros improperios.

—Si que eres tarado —escuché una voz femenina familiar.

Chasqueé la lengua mientras me sacudía las manos. Hannah, que apenas había entrado a la cocina, me lanzo un paño desde el mesón.

—¿Así es como tratas a los titulares?

—Soy abogada titular, ¿lo olvidas? —contestó con la cafetera en la mano y una sonrisa llena de orgullo.

—Sigues sin ser senior, chica de Stanford.

El silencio que se formó me incomodó.

—¿Sabes? No queda muy bien eso de chica de Stanford saliendo de tu boca.

—No tiene ninguna ciencia ese apodo, lo sabes, ¿verdad?

La escuché reír.

—En realidad, nací en Chicago, pero fue cosa de días. Mi madre dio a luz anticipadamente.

—No le digas a Adam o le arruinarás el apodo. Además, chica de Chicago parece un trabalenguas.

Cogí otra taza de la despensa a su lado. Hannah se apartó un paso y nos quedamos allí, preparándonos un café con ese silencio incómodo que solo se forma entre las personas que se tienen cierto recelo. No éramos enemigos, pero tampoco podríamos decir que éramos unidos. Ella era la novia de mi mejor amigo y yo era el tipejo que se llevaría a Adam al bar. Aunque...

... Vale. Tal vez no. Tal vez sea el tío que debe cuidar a una niña de diez años y necesitaré de ellos y su familia perfectamente establecida para que me ayude.

Pensándolo bien, debería ver en Hannah una posible aliada.

Aclaré la voz tan fuerte, que ella se sobresaltó. Me observó con una ceja arqueada y dudosa, como si se tratara de alguien con un virus mortal.

—¿Estás enfermo?

—N-no—dije, nervioso. Hubo un silencio que yo mismo alcancé a frenar —. Tú te ves bien. Te queda bien esa coleta de caballo. Resalta tus ojos.

Fuera de reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora