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HORA DORADA

Laureen


Soy la última en ser evaluada y no sé si eso es un buen o mal presagio. Pero, ya no importa. No puedo huir. Lo he dejado todo por este momento. Si me resigno ahora, será la decisión más estúpida de toda mi vida.

Observo la muchedumbre que camina tranquilamente detrás del jurado mientras ellos se acercan a evaluar al penúltimo expositor que aspira a esa beca. Algunos son mucho más jóvenes que yo y sé que no han llegado a los veinticinco porque sus caras de bebé son inconfundibles.

Me tiemblan las manos y no quiero que lo noten. Las escondo detrás de mi espalda mientras observo el cielo del museo. Es un edificio antiguo con pilares como los de la antigua Grecia. Me pregunto si esta será la última vez que estaré aquí como expositora o si quizá, el pelear por mis sueños tenga realmente un resultado prometedor y no sea solo una frase cliché que Hollywood y las editoriales han usado y malgastado por años en sus producciones.

Inspiro profundo. No quiero que llegue mi turno, pero es inevitable.

Cierro los ojos con fuerza e intento respirar.

Recuerdo el techo de mi habitación. Ese cielo pintado.

Recuerdo la sensación de mis manos al sostener el pincel.

Recuerdo el aroma a pintura fresca.

Recuerdo la humedad de mi piel luego de trabajar el yeso.

Y veo a Alex.

Su sonrisa ladeada. Su intento de mirada seria que cada vez se diluye con más facilidad. Su aroma...

Su aroma es tan real que lo puedo oler ahora mismo y creo que...

—Traje el tarro del café que agotaste en la mañana, por si quieres vomitar —lo escucho y abro los ojos en el acto.

Es Alex.

Sonrío nerviosa cuando él me extiende el tarro de café.

—Creí que era broma.

—Ábrelo —Noto como intenta esconder la curvatura de sus labios. El tarro está pintado a mano y reconozco el tono de ese color, es la que he ocupado hace dos días para uno de mis lienzos.

Lo intento, pero mis manos tiemblan tanto que no soy capaz de hacerlo.

Él me lo arrebata de las manos y lo afloja por mí.

—Espero te guste —dice mientras levanto la tapa de plástico.

—¿Vomitar? —pregunto olvidándome de todo lo que está ocurriendo a mi alrededor.

Alex ríe y amo como sus ojos sonríen cada vez más mientras lo hace.

—Sólo ábrelo.

Entorno los ojos con cierta duda.

—¿Me has traído un regalo?

—¿Siempre eres tan lenta para abrir los tarros de café?

—¿Por qué has traído un regalo en un tarro de café pintado como kindergarten?

Sus mejillas se tornaron de un color rosáceo y desvió la mirada hacia las personas que captaban su atención en el expositor que estaba a unos metros de nosotros.

—Solo ábrelo, ¿quieres? —refunfuña.

Sin darme cuenta, el temblor en mis manos había cesado.

Fuera de reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora