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ABRE LA JAULA

LAUREEN

No sé por donde empezar.

Estaba amando Hawaii. Amé la carretera Hana y cada parada. Amé la comida. Amé los paisajes. Amé su aire en mis pulmones. Amé la sonrisa de Wes en su rostro al mirarme cada instante. Amé nuestras esperanzas de una segunda oportunidad en nuestras pupilas. Amé, incluso, mi capacidad para ignorar todo lo que no me gustaba. Amé todo y soñé con demasía.

En cada parada, en vista hacia el cielo despejado y en cada bocanada de aire fresco llenando mis pulmones, sentía que soñaba. Me llenaba de valor para hacerlo. Y soñé. Soñé mucho esos tres días. Soñé una vida nueva, una en la que ambos conversábamos de esos elefantes en la habitación. Esas cosas que eran obvias, pero que ninguno de los dos quería tocar. En aquel sueño, Wesley quería comerse al mundo junto a mí. Aceptaba mis sueños y yo el de él. Lo lográbamos. Podíamos hacerlo.

Y, por un instante, pensé en que si tan solo esa posibilidad fuese cierta, podríamos hacer realidad el amor utópico e ideal que nos profesamos. Pero, ya saben, la utopía y lo ideal solo existen en nuestra mente, pero yo no lo vi.

Así es que, acepté el desafío de hacerlo realidad. Aquella tercera noche le diría a Wesley toda la verdad, porque si hay algo para lo que sirven los viajes, es para darte cuenta de todo lo que debes cambiar... Y yo debía cambiar el encierro que estaba viviendo al intentar ser alguien que no quería ser. Pero, para ser franca, creí que eso también me ayudaría para sacarme a Alex de la cabeza. Creí que solo era una fase. Creí que él solo me hacía sentir el fervor de aquellos sueños que habían despertado gracias a su compañía. Solo eso. Me seguía negando a la posibilidad de que mi corazón estuviera sintiendo algo más allá que una simple atracción física. Sí, es que Alex tenía un no se qué en su mirada que no me dejaba suspirar tranquila.

Vale, vale. ¿Quieres que te sea aun mas franca?

Algo dentro de mí sabía que nada de eso era cierto. En realidad, sabía que lo de Alex era algo más que una fase. Pero, me gustaba convencerme de lo contrario, porque sabía que nunca pasaría y que debía ser realista. Lo habíamos dicho aquella noche en el hospital: Habían reglas. Límites en nuestra relación de ayuda en común. No es como si con solo prometer algo puedes dar por sentado que no ocurrirá, pero Alex estaba predispuesto a que su vida sea de una determinada forma. Si en años lo había conseguido, ¿por qué conmigo sería diferente? Asi es que durante la noche miraba el techo y debatía conmigo misma: Me decía que era una zorra por estar pensando en dos hombres. Luego, pensaba en que era un cliché más de mi vida. Después, entendía que, a veces, este tipo de cosas pasan. Y al final, me sinceraba: Se puede querer a dos personas a la vez. El punto es hasta donde llegas con eso. Recuerdo haberlo meditado y luego, ladear la cabeza hacia Wesley que dormía junto a mi. Extendí mi mano y acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos, aparté su cabello cobrizo que le cubría parte de sus párpados y pensé en todo lo que habíamos vivido juntos. Supe, entonces, que no podía seguir viviendo del pasado. Debía decidir por mí y eso implicaba decidir sobre mi relación, porque hay veces en que no se trata de con quien estás, si no el reflejo de ellos en ti.

Así es que, debía ser realista y una forma de serlo, era enfrentando mis miedos con Wesley. Después de todo, dicen que los miedos atan las relaciones y las manchan. Quizás, terminando aquella conversación...

Todo volvería a ser normal entre los dos.

Sin embargo... así como Jesús que corrió la piedra del sepulcro al tercer día, nuestras heridas y diferencias hicieron lo propio en nuestros corazones.

Y me equivoqué.

Otra vez.

Aquella noche luego de terminar el recorrido de la carretera decidimos darnos el lujo de visitar el bar del hotel que estaba en una especie de subterráneo bastante ostentoso que no se parecía en nada a los escenarios tropicales del exterior. Este estaba hecho para que nos olvidáramos de donde estábamos y nos transportáramos a un sitio oscuro con luces tenues, tragos caros y una ambientación musical que te incitaba a portarte mal. Si, algunos lo hicieron, como Tina que apostó con Alex una partida de póker. Tina, como es una aprovechada, determinó que, de ganar, Alex tendría que bailar con ella tres canciones. Alex, por su parte, apostó que si él ganaba Tina le debería trescientos dólares.

Fuera de reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora