3

154 38 151
                                    

«Alisa Parvaiz Draven»

Hacía años que no veía su nombre completo escrito de aquella forma. Empezó a temblarle el pulso. Alisa entró de nuevo y cerró la puerta con llave tras de sí. Apoyó la espalda contra la puerta y su hermano, confundido y preocupado al ver que su hermana no se había ido, le habló.

— ¿Qué pasa?

Ella hizo caso omiso a la voz que la llamaba y bajó la vista hacia sus manos. El sobre negro estaba allí, intacto. Se le hizo un nudo en la garganta. Deslizó la yema de los dedos sobre las letras doradas del dorso del sobre. Se le aceleró la respiración. Tan solo lo había oído alguna vez en el As de tréboles, pero tenía una vaga idea de lo que significaba recibir un sobre negro. 

Alzó la vista hacia su hermano, que la observaba con expresión preocupada. Negó con la cabeza, en aquel instante no comprendía nada, no entendía lo que estaba pasando, no entendía por qué.

Volvió a observar el sobre y, por fin, se decidió a abrirlo con manos temblorosas. Despegó la solapa, rasgándola levemente en el acto. Dentro había una pequeña tarjeta blanca. La extrajo con cuidado y leyó lo que había escrito: «Bienvenida al juego. Ojalá el destino te acompañe y te otorgue una segunda oportunidad para purificar tu alma». El mensaje estaba firmado por la mismísima reina de corazones, la líder de la guardia de corazones. 

El estómago se le revolvió por completo y tuvo que correr hacia la palangana para poder vomitar, sin importarle si ya había otros fluidos que desconocía en su interior. Mientras ella echaba lo poco que su estómago aún retenía, su hermano se acercó a la mesa y cogió la pequeña tarjeta. Llegó hasta donde su hermana estaba arrojando y le pasó una mano por la espalda, acariciándola, mientras intentaba leer lo que había escrito. 

Cinco minutos más tarde, Alisa por fin alzó la cabeza y se limpió la boca con la manga. El rostro de su hermano era un poema. Parecía confuso e incrédulo, como si supusiera de alguna forma lo que aquello significaba pero no estuviese seguro. El labio le temblaba, como a punto de hacer un puchero.

— No me digas que... — Comenzó, pero se quedó a medias cuando vio la expresión de su hermana. El ceño fruncido, los ojos acuosos, los labios apretados. Tras un largo silencio, ella finalmente asintió con la cabeza. Al instante, el niño se echó a llorar y se lanzó sobre su hermana.

Alisa, con los bracitos de su hermano alrededor del cuello, comenzó a sollozar. Se sentía, de alguna forma, abatida. Como si su mundo estuviese a punto de caerse a pedazos. Recibir aquel sobre significaba que su vida ya no volvería a ser como antes, nunca jamás. Había muy pocas posibilidades de superar las pruebas y conseguir la baraja completa de cartas. Probablemente, a partir de aquel momento, pasaría los últimos días de su vida luchando por aguantar un día más, aún sabiendo que aquello no tendría otro final que no fuera la muerte. No conocía a nadie que supiese de alguna persona que lo hubiese conseguido. Acababan de declararla como condenada a muerte, pero ni si quiera sabía cuál sería el día de su deceso.

Abrazó a su hermano más fuerte, hundiendo la cabeza en su hombro y dejando que las lágrimas cayeran y empaparan su ropa.

— ¿Por qué esto? ¿Por qué nosotros? — Lloró. Oír a su hermana rota de aquella forma no hizo más que avivar el llanto del niño — ¿Qué es lo que he hecho mal?... ¿Es que no hemos tenido suficiente?

Ambos tenían el corazón latiendo en la boca y un leve dolor en la sien provocado por el llanto. Alisa empezó a maquinar mientras se fundía en aquel abrazo con su hermano. Solo recibían aquel sobre negro todos aquellos que cometían algún crimen. Sin embargo, ella siempre había seguido las reglas y había procurado respetar a todo el mundo. Entonces, ¿Qué era? ¿Por qué razón ella, que siempre había seguido la ley y había educado a su hermano para que hiciera lo mismo, estaba envuelta en semejante embrollo?

Rey de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora