Lo más sensato habría sido negarse. No supo si fue por aquella copa que había tomado al llegar a la casa del duque, o porque la presencia de Harkan le nublaba los sentidos. Apretó el pomo de la puerta con fuerza cuando salió del baño de su habitación, y tuvo que mantener firme su fuerza de voluntad ante la mirada enturbiada del muchacho bajo la luz tenue de la habitación.
Se había puesto su antiguo maillot. Al ver su propia imagen en el espejo vestida con aquel ceñido atuendo, sus tiempos como bailarina en el As de tréboles le parecieron muy lejanos. El traje seguía siendo demasiado insinuador, como lo había sido en su momento, y haberlo guardado en el fondo de la bolsa durante tantas semanas no hizo que eso cambiara.
Iba descalza. Al dar un paso sobre los tablones de madera de la habitación, el suelo crujió bajo las plantas de sus pies. El soldado estaba junto a la ventana, por la que se colaba la negrura de la ya bien entrada noche, y se había girado nada más presentir el mínimo movimiento de la puerta. Él aún no se había deshecho de su traje negro, y la luz de la luna reflejada sobre su perfil provocó en Alisa unas cosquillas que jamás había sentido.
Se acercó con pasos ligeros y casi insonoros hacia el muchacho y se detuvo delante de él. Le costaba alzar la mirada para verle la cara, por lo que optó por condensar su atención en sus manos, las cuales tomó con cuidado. Notó una ligera tensión sobre el chico cuando su piel rozó la de él, y asió sus manos callosas con timidez.
—Ven aquí —le pidió.
Harkan no dijo nada, se limitó a seguirla mientras tiraba de él sin mirarlo a la cara y lo guiaba por la habitación. Lo hizo detenerse junto al borde de la cama y entonces comprendió que quería que se sentase. Harkan no se atrevía a hablar, sentía que cualquier cosa que dijese estropearía lo que tanto tiempo llevaba esperando que ocurriese. Se dejó caer ágilmente sobre la colcha y se apoyó sobre las palmas de las manos, recostándose hacia atrás.
Alisa se movió por la habitación y el soldado pudo ver por el rabillo del ojo que dejaba las bolsas con sus pertenencias en la esquina y cogía la silla que había junto a la cama. Alisa la depositó a una distancia prudencial del muchacho, lo suficiente que le permitiese moverse con libertad y sin que nada le estorbase.
Una vez delante de él, juntó las manos, toqueteándose los dedos, y dudó antes de hablar.
—Supongo que eres consciente de que no tenemos música —murmuró.
El chico parpadeó un par de veces y se aclaró la garganta.
—Espera —musitó en voz baja.
Mientras jugaba con un rizo marrón, vio cómo se metía la mano en el bolsillo del pantalón y sacaba el teléfono. Alisa era consciente de que aquel pequeño aparato debía tener muchas funciones que desconocía. De nuevo, aquello le hizo pensar que Harkan le llevaba ventaja en muchos aspectos. Pudo ver cómo sus dedos se movían mientras buscaba algo, y desvió la vista del cuerpo del muchacho para intentar pensar en otra cosa.
Podía utilizar algunos de los pasos que había usado en el As de tréboles, pero le tocaría improvisar en mayor medida. Aquello no era una barra, y él no era su público habitual. Para ser sinceros, Alisa no sabía lo que sería capaz de hacer bajo la atenta mirada del moreno. No podía predecir si acabaría cohibiéndose o si, por contra, se engrandecería para mostrarle todo su potencial. Pero el extraño ambiente que los envolvía a ambos dentro de la habitación la hacía pensar que la noche era la mar de impredecible, y que no estaban en una situación normal. Una tensión ígnea se podía palpar en el aire.
Justo mientras sus pensamientos inquietos planificaban la situación, una melodía lenta acarició sus oídos. Provenía del teléfono del soldado, con un ritmo marcado y voluptuoso. Harkan dejó el aparato sobre la mesita de noche y se volvió hacia ella, dejando caer sus ojos grises sobre su figura.

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Rey de corazones
FantasyVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...