Cuando Alisa bajó las escaleras después de cambiarse y llegó a la primera planta, estuvo a punto de caer de rodillas al suelo.
Harkan estaba impecable. Llevaba un traje negro como la noche. La chaqueta le sentaba como un guante, adaptándose a su gran figura, y debajo podía ver un chaleco de la misma tonalidad. La camisa era también del mismo color, al igual que los pantalones y los zapatos de cuero. Casi parecía poder fundirse entre las sombras con aquella vestimenta, de no ser por la corbata roja que portaba anudada en el cuello y escondida bajo el chaleco, que combinaba a la perfección con su vestido.
Al verlo así de trajeado, Alisa sintió que su corazón se saltaba un latido. Jamás había imaginado que lo vería con aquel tipo de ropa, y ahora que lo tenía enfrente deseaba que jamás se la quitase. Estaba realmente elegante. Mostraba otra parte de su atractivo que Alisa no había visto nunca, y estaba segura de que, si los corazones pudiesen hablar, el suyo habría gritado.
Pese a todo, llevaba el pelo como siempre, sin engominar, suelto y un pelín desordenado. El toque justo desenfadado para que a Alisa le diesen ganas de pasar los dedos por sus hebras para despeinarlo más. Se acercó a él con vergüenza. Ahora que los dos estaban vestidos, el ambiente era algo extraño. Alisa sabía que se dirigían a una fiesta, pero no tenía ni idea de por qué la llevaba con él. ¿No sería peligroso? Dudaba que alguien la reconociese, pero al fin y al cabo no era imposible, y lo más seguro era que hubiese soldados por allí.
Cuando llegó a su altura, vio cómo Harkan la observaba de arriba abajo sin ocultar la fascinación que brillaba en sus ojos. Ahora que estaba más cerca, advirtió que aquel traje acentuaba aún más el color único e inusual de sus orbes, que parecían casi de cristal. Alisa se había recogido algunos mechones hacia atrás, de forma que llevaba la mayoría del pelo suelto en una cascada de rizos suaves oscuros. Con una mano, Harkan le apartó el pelo hacia atrás, dejando al descubierto su pecho y clavícula.
—Tenemos que hacer algo antes de irnos.
Se dio la vuelta, dirigiéndose hacia el sofá, pero Alisa le cogió de la muñeca y tiró de él.
—Espera— le pidió.
Harkan se giró para encararla de nuevo.
—¿Por qué me llevas contigo?
El soldado se metió las manos en los bolsillos e inclinó la cabeza. Suponía que era algo obvio, pero al parecer, no era así para ella.
—Me ordenaron entrar de incógnito para vigilar desde dentro por si alguien se pasaba de la raya. En estas fiestas se reúne mucha gente importante, nunca se sabe lo que podría pasar —Aquella última frase la dijo más flojo, y la muchacha vio cómo daba de nuevo un par de pasos hacia ella, acercándose más. Si estirase unos centímetros la mano, podría tocar las solapas de su chaqueta con la yema de los dedos. Tardó unos segundos en volver a hablar y responder por fin a su pregunta—. Sería muy aburrido estar solo toda la noche.
Alisa soltó un pequeño bufido incrédulo, pero no se movió.
—No vas a estar solo, seguro que hay muchas personas allí con las que conversar y pasar el rato.
Un dedo de Harkan se posó en la cintura de su vestido y se deslizó sobre la suave tela de terciopelo. Alisa intentó ocultar cómo contuvo el aliento. Quizá había quedado algo trastocada después lo sucedido en el baño unas horas atrás. Sus nervios vibraban cada vez que el muchacho andaba cerca, en una reacción similar a la de los electrones y los protones, que están condenados a atraerse pese a ser opuestos.
Harkan, que había bajado la vista a los cordones del corsé que apretaban su torso, volvió a mirarla, alzando los ojos con lentitud. A Alisa le temblaron las piernas.

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Rey de corazones
FantasiaVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...