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Durante el resto de la semana no volvió a cruzarse con Darko.

Alisa siguió acudiendo a la biblioteca y paseó por los jardines interiores, pero jamás se cruzó con él. Al pensar en el muchacho, la ira y la culpa burbujeaban a partes iguales en su interior. Tras haber descubierto que él era quien había creado aquel sistema penitenciario tan escabroso, un resentimiento puro e intenso se adueñaba de su cabeza y de su corazón a menudo, provocando que lo odiara por ello. Sin embargo, se sentía culpable de llamarlo monstruo a la cara después de que le hubiese perdonado la vida, al menos por el momento, y la hubiese sacado de los calabozos otorgándole una habitación propia.

Pensar que existía la posibilidad de que la estuviese evitando la hacía sentir mal. Por supuesto, era totalmente comprensible que el joven rey no tuviese tiempo para leer y por eso no se pasase por la biblioteca, pero quizá sí que evitaba la zona por su culpa, cosa que la hacía sentir como una mala persona.

En aquellos instantes estaba tirada en la cama de su habitación, con el vestido de aquella mañana aún puesto y leyendo El león y el ruiseñor por tercera vez consecutiva. Ya se acercaba la noche y había perdido toda esperanza de ver el espectáculo especial del Rito de Renovación Invernal, el último día del año. Desde la zona del Palacio a la que tenía acceso no se podía ver nada, y Alisa tampoco tenía ganas de ir corriendo por los pasillos en busca de la esquina de un ventanal que le permitiese ver un pedacito del festival de luces. 

¿Lo verá Ciro?, pensó. Seguro que el señor Kane lo lleva a verlo.

No creía que Harkan fuese muy fan de aquel tipo de espectáculos. Seguro que lo había visto más de una vez y con eso le era suficiente. Al pensar en él se rozó el lado izquierdo del pecho con los dedos. Esperaba que no estuviese sufriendo demasiado por su culpa. Lo avisaría de algún modo para que supiese que estaba allí, pero no quería poner su vida en riesgo. Nadie debía saber que la había ayudado. Con una persona siendo castigada era suficiente. 

El repiqueteo de unos nudillos en la puerta hizo que se incorporase, a sabiendas de que solo podía ser una persona.

Sonrió al ver a Lynnete asomar la cabeza, pero su sonrisa flaqueó al ver su semblante serio.

—Su Majestad reclama su presencia en el salón del té.

Alisa tragó saliva con fuerza aunque tenía la boca seca. Había estado esperando aquel momento, pero ahora que por fin había llegado la aterraba ir. 

Pese a eso, se apresuró a levantarse y alisar su vestido morado. Echó un rápido vistazo al espejo del baño en el que se reflejaba desde allí, y al ver que tenía el pelo medianamente decente se dirigió a la puerta.

Una vez fuera, Lynnete se aseguró de que no había nadie cerca y le agarró las muñecas.

—No puedo acompañarte. El baile es mañana y las doncellas no tenemos descanso para ver el Rito. No puedo saltarme otra vez el recuento —Alisa asintió en comprensión—. Ya sabes, mide tus palabras y no lo hagas enfadar. De esa forma todo saldrá como la seda y no tendrás que preocuparte. Y no pienses en que tiene poderes. Simplemente trátalo como antes y ya está.

Alisa volvió a asentir y Lynnete se esfumó en cuestión de segundos. Una vez sola en el pasillo vacío y poco iluminado por la falta del sol en el cielo, echó a andar hacia la zona donde días atrás Lynnete le había señalado que estaba el salón del té.

En su camino hacia allí, recordó todo lo que la doncella le había dicho a cerca del don de Darko.

—En su caso, sus poderes aparecen magnificados de forma impredecible y no sabe aún manejarlos del todo.

Alisa se había sorprendido con todo lo que la chica decía, comprendiendo poco a poco todo lo que había sucedido a su alrededor mientras estaba cerca de él.

—Según lo que explicaba la Reina, los poderes aparecen en las primogénitas una vez que están en plena adolescencia —le había contado Lynnete—. Los poderes de Darko empezaron a manifestarse tras cumplir los trece años. Apenas tuvo dos años con su madre para aprender a gestionarse antes de que muriera. Cuando sucedió, Su Majestad sufrió una desestabilización emocional tan grande que era casi imposible acercarse a él, y el poco dominio que había mostrado hasta entonces de sus poderes inició una fase de retroceso.

» Una vez que consiguió mejorar su ánimo e intentó desarrollar el manejo de sus poderes, descubrió que le costaba mucho más que antes. Hoy en día sigue intentando mejorar poco a poco, pero no es capaz de neutralizar sus poderes en algunas ocasiones en que no son necesarios y sus emociones lo superan. El mundo a su alrededor se ve afectado por sus diversos estados de ánimo, y a menudo no lo hace queriendo. De ahí el trueno o el aire frío —le había dicho—. Tan solo eran la manifestación de lo que estaba sintiendo en esos momentos. Por eso he supuesto que estaba enfadado a partir de lo que me has dicho.

—¿Y hasta dónde llegan sus poderes? —había preguntado ella— Es decir, ¿qué es lo que puede hacer y en qué rango?

—En realidad, de todo. Es impredecible. Puede manipular todo lo que lo rodea a su antojo, o eso es lo que debería acabar ocurriendo una vez que aprenda a manejar al cien por cien su don. La Gran Madre de cada generación usaba el suyo para poder aislar a su pueblo del exterior. La Reina Jun explicó una vez que su madre protegía Mita con una cúpula de aire y que hacía cambiar el aspecto de las partículas de esta para volver invisible todo lo que había en su interior. De ese modo, desde fuera nadie veía el pueblo entre las montañas a no ser que atravesase la cúpula. Además, regulaba la temperatura y el aire de dentro, convirtiéndolo en un lugar cálido, tranquilo y acogedor durante todo el año, aunque en el exterior de la cúpula estuviese nevando. 

» Por supuesto, eso requería una cantidad enorme de poder y muchos años de experiencia. Darko no podría hacer eso ni en muchos años, y ahora sería inimaginable, pero te lo cuento para que te hagas una idea de las diversas funciones que puede tener.

—¿Entonces puede manejar los cuatro elementos a su antojo? —había inquirido tras escucharla.

—No es una cuestión de elementos. Acabaríamos más rápido diciendo que podría manejarlo todo. Desde el estado de las cosas, hasta la temperatura o el aspecto del cielo. Si quisiese, podría mover objetos sin tocarlos, tan solo manejándolos con una ráfaga de viento.

» Ahora su poder se manifiesta abiertamente. El problema es que aún no consigue dominarlo. A veces es bueno porque aprendes a leerlo, sus emociones lo delatan. Pero quizá sería mejor si no se pusiese a llover cada vez que está mínimamente triste.

Con el corazón en un puño, Alisa se detuvo frente a la puerta del salón del té. No había nadie, ni siquiera un guardia, y aquello le hizo pensar que quizá se había equivocado de lugar. Pero estaba segura de que no. Un extraño aire frío salía de debajo de la puerta, y Alisa podía notarlo acariciándole las piernas al colarse bajo su vestido. 

Se estremeció y su mano viajó a su muslo izquierdo, justo sobre un diminuto bolsillo que tenía el vestido en el que había guardado el pequeño frasquito de «dulce calma» sin que Lynnete se diese cuenta.

No había mejor ocasión que aquella. Después de todo, estaba segura de que querría matarla por insultarlo de aquella forma en la biblioteca. Era hora de irse a casa. Y qué mejor que un traguito de té para tener una plácida noche de sueño en la última velada del año.

Para escapar de una bestia de forma segura, primero había que sedarla.


Rey de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora