Cerca de las once de la mañana, unos nudillos repiquetearon en la puerta.
Lynnete entró en la habitación arrastrando el ya tan conocido carrito. Esta vez transportaba un pequeño televisor, el mismo que había llevado a su celda un par de días atrás.
Mientras la doncella colocaba el aparato frente a la cama, Alisa estiró las piernas hacia arriba. Estaba tumbada bocabajo en el centro del lecho, con la cabeza apoyada sobre las palmas de las manos, que aguantaban su peso gracias a los codos. Con el cabello envuelto en una toalla de baño húmeda, recibió a la muchacha brindándole una pequeña sonrisilla. Un rápido vistazo le bastó a la criada para comprobar que llevaba un conjunto gris de pijama, tal y como le había dicho que haría.
Alisa examinó el televisor achicando los ojos. Por alguna razón, después de su última charla sentía algo más de confianza al hablar con la chica. Esperaba que ella estuviese también un poco más cómoda.
—Vaya —comentó mientras Lynnete frenaba las ruedas del carrito—, ya podríais colgarlo ahí —con un dedo señaló la pared de enfrente—. Me vendría bien para distraerme aquí dentro. Este cautiverio es muy aburrido, estar tanto rato sola sin nada que hacer es peor de lo que pensaba.
—Da gracias por seguir aquí —bromeó la doncella sin mirarla—. Ahí fuera todo es una locura.
Dio un par de pasos ágiles y dejó el mando a distancia a los pies de la cama. Se despidió con una leve reverencia antes de marcharse como alma que llevaba el diablo. Teniendo en cuenta lo que acababa de decir, las doncellas de la corte debían estar muy liadas aquel día, por lo que no le extrañó su apresurada desaparición. Aun así, un "adiós" hubiese estado bien, pensó para sus adentros.
Estiró los dedos, agarró el control remoto y de inmediato encendió el televisor. No le hizo falta buscar entre los canales para saber algo sobre la coronación. Aquel día, todas las cadenas de noticias estaban dando en directo todo lo que sucedía en el lugar de la celebración.
En unos segundos consiguió situarse, pese a que jamás había estado en aquella zona de Kheles. La coronación iba a celebrarse en la catedral más grande de la ciudad, situada al otro lado del inmenso Palacio Real y sus jardines, justo en la zona que Alisa no había llegado a explorar. Los cámaras mostraron en aquellos instantes la impresionante estructura y los ramos de flores que adornaban el exterior. Casi parecía que estuviese presenciando una boda. Mucha gente esperaba fuera a que la ceremonia diese comienzo, y Alisa pudo ver que los ropajes de dichas personas parecían muy caros. No le extrañaría que algunos de los invitados que asistieron al cumpleaños de Lord Thibault Ravenna estuviesen presentes en la celebración.
Los comentaristas empezaron a hablar sobre el importante evento y Alisa toqueteó el mando de nuevo para subirle el volumen al televisor. Chasqueó la lengua en cuanto su mirada se posó sobre el botón, que parecía no responder.
—Por dios...
Una capa de pegamento solidificado endurecía el botón, impidiendo su uso. Estaba claro que no querían que hiciese ruido. Nadie debía saber de su existencia.
Se tuvo que conformar con el volumen actual, por lo que lanzó el mando a un lado, se apartó el pelo de la oreja y agudizó el oído para poder entender mejor lo que estaban diciendo.
La voz de un hombre explicaba que, tras la coronación, una vez heredado el trono, por lo general se solían celebrar banquetes, pero en este caso el Príncipe Darko había optado por reunir a un círculo privado y reducido de personas para cenar en el palacio tras la celebración. El periodista alegaba que era normal, dada la repentina situación, puesto que todo había sucedido demasiado rápido y no había dado tiempo a preparar las cosas con tiempo.

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Rey de corazones
FantasíaVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...