Aquellos ojos le recordaron al frío metal plateado y, curiosamente, a las burbujas de jabón. Parecían duros, inquebrantables, pero tenían un brillo único mientras la miraban. Al toser le apartó el cabello con cuidado del rostro. Alisa giró la cara a un lado, evitando que él pudiera verla bien y así no la reconociera.
—¿Estás bien? —preguntó él. Inclinó un poco la cabeza hacia un lado para poder verla mejor. Al oír aquella voz, Alisa no pudo evitar desviar la mirada hacia él.
A pesar de que el soldado había reducido a su atacante, el corazón seguía martilleándole con fuerza en el pecho. Se sentía totalmente expuesta; al filo de un precipicio. El muchacho le ofreció una mano. Alisa se lo pensó bastante, mirándolo de reojo entre el pelo, que había vuelto a cubrirle el rostro con aquel movimiento brusco. Al final, para no parecer sospechosa, acabó aceptando la mano de aquel desconocido, quien tiró de ella con energía, levantándola rápidamente pero con cuidado. Ambos quedaron bastante cerca el uno del otro y no pudieron evitar que sus miradas se cruzasen de nuevo, de forma muy directa. Como cuando ella había estado sobre el escenario, pero esta vez con las luces de la habitación iluminándolos, permitiéndoles verse en condiciones.
Alisa, con los ojos muy abiertos por la sorpresa, pudo verlo bien. Más que bien, para ser exactos. Gracias a aquella proximidad, alcanzó a ver las motitas oscuras que se repartían por sus iris grisáceos. Aquellos orbes vidriosos estaban envueltos por finas pestañas y, sobre estos, reposaban unas cejas rectas del color del café. Su nariz era como la de una estatua, afilada y recta. Tenía los labios de un tono rosado claro, el inferior levemente más grande que el superior, estirados en una línea, serio. Un fino vello oscuro bordeaba su boca en una leve barba incipiente, probablemente producto de no haberse afeitado en varios días. Su pelo era liso, castaño con algunas hebras más oscuras. Corto, pero lo suficientemente largo como para que algunos mechones despeinados por la reciente pelea le rozaran la frente, cerca de los ojos.
Él la observó también. Aquellos ojos, aquellas manos, aquellos labios. Los borrones de pintura negra alrededor de sus ojos briosos. Aquella mirada tan intensa parecía estar a punto de consumirlo. Notó que el pulso de ella se aceleraba más y más conforme pasaban los segundos. Su expresión proyectaba su inquietud. La boca de ella se encontraba entreabierta, y vio que respiraba con rapidez, inhalando y exhalando aire con brusquedad. A penas unos segundos atrás había sido ahogada y casi forzada por un borrachuzo grandullón. El soldado pensó que probablemente estaría en estado de shock. Sin embargo, cuanto más la miraba, más atraído se sentía, y más le retumbaba en las sienes un asunto la mar de serio al que tenía que dar una solución. Una solución relacionada con el arma en su cinturón y aquellos ojitos verdes.
Su cerebro en aquellos instantes era un revoltijo de pensamientos. Su corazón; un tsunami de emociones. Emociones que lo alteraban, emociones que su cuerpo no recordaba desde hacía mucho tiempo. Lo había estado meditando después de que ella desapareciera del pequeño escenario. Aún embelesado con aquella pequeña figura de rizos oscuros, no había podido quitarse aquella imagen de su mente. Mas no estaba seguro de ello. No sabía qué hacer. Pero ahora que estaban el uno frente al otro no cabía duda de ello. Era el momento de actuar.
A Alisa le martilleaba como loco el corazón en el pecho, pero no tenía claro si era porque estaba a punto de ser descubierta o por culpa de aquellos ojos penetrantes del color de las nubes tormentosas. La mirada del soldado parecía más profunda que la de cualquier persona común. Era como si la hubiese abierto en canal y estuviese inspeccionando su interior. Como si sus pupilas fuesen ventanas que le dejasen verla a ella en su totalidad, su alma al desnudo. Su rostro estaba serio, y por unos segundos a Alisa le pareció ver que pensaba mientras la observaba.
Pese a todo, sintió algo más que incertidumbre. Era algo diferente, entre ellos, como una especie de conexión. Sentía que estaba a punto de caer en el agujero más oscuro imaginable, pero a la vez tenía una sensación extraña en el pecho. Un presentimiento que le decía que aquellos ojos no la observaban con severidad, sino, más bien, con algo parecido a la tenacidad.
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Rey de corazones
FantasyVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...