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Las palabras de Harkan se cumplieron a la perfección, aunque no llegaron a los cinco días en aquel apartamento. Una llamada al teléfono del chico a las ocho de la noche bastó para que los hermanos Parvaiz tuviesen que hacer la maleta de nuevo. Esta vez, se marcharon a oscuras, cuando la luna coronaba el cielo, para que el soldado pudiese llegar temprano y así organizarse en la nueva zona sin prisas por parte de sus superiores en aquel lugar. Se estaban acostumbrando a no encariñarse demasiado con los sitios en los que se quedaban, aunque Alisa debía admitir que no echaría mucho de menos Ugathe. Era una ciudad impresionante, digna de otro mundo muy diferente al suyo, pero no le parecía un sitio ideal para vivir. Al menos, no era lo que ella habría querido para su vida. 

La nueva destinación era un pueblo costero llamado Noblento. Según lo que Harkan le había explicado mientras iniciaban la marcha tras cargar el coche, era un pueblo tranquilo que podría ser de su agrado. Estaba destinado, en gran parte, a las residencias vacacionales de los nobles y los altos cargos de Veltimonde. La mayoría de familias importantes del reino disponían de una casa en los enormes precipicios sobre las olas del mar. Dar un paseo por allí era bastante interesante, ya que se podían ver infinidad de casas de diseños distintos. Algunas, según él, parecían pequeños castillos.

A parte de eso, también había población civil que vivía por allí, aunque no demasiada. Harkan tenía sus sospechas sobre el motivo por el que lo enviaban a aquella zona, aunque se lo calló para sí mismo y no le dio más detalles a Alisa. La chica estaba deseando llegar para ver el mar, que no estaba registrado en sus recuerdos más que en fotos y vídeos de la televisión. 

Tranquilidad, aquello era lo que necesitaba después de Ugathe y su experiencia nocturna en la ciudad. La muchacha, con la cabeza apoyada sobre el cristal de la ventana, observó el paisaje que iban dejando atrás mientras recordaba la prueba de la noche anterior. Aquello había sido como un bautizo de sangre y muerte. Al final, habían acabado muriendo todos excepto ella. Le parecía una locura. 

Harkan tardó un rato en encontrarse con ella en el terrado después de separarse. Le explicó que había tenido que limpiar el desastre del soldado pelirrojo que había supervisado la prueba. Que su compañero se había ido justo después de dispararle también al otro hombre que había jugado con ella.

Alisa no había esperado que Ojosrojos muriera. Al final, había seguido las reglas al pie de la letra y no había hecho nada que mereciese un castigo, al menos no durante aquella partida de cartas. Incluso después de perder contra ella se había mostrado sereno y no había armado ningún escándalo, como bien podrían haber hecho Zombie o Narizón si no hubiesen muerto. Saber que el tal Finn le había disparado la apenó un poco. No sentía simpatía hacia él, había provocado en ella cierto temor y parecía una persona algo extraña, pero aun así no sintió que mereciese morir. No al menos en aquellas circunstancias. 

Si Harkan sabía cuáles habían sido sus pecados, no se los dijo. Aunque dudaba mucho de que siquiera supiese quién era. Lo que sí le dijo fue que había llamado a unos compañeros para que se llevasen los cuerpos, por lo que tenían que volver cuanto antes al apartamento para evitar encontrarse con cualquier otro desconocido. 

Así, volvieron a cruzar el largo puente para llegar al otro edificio. Esa vez, Alisa apenas tembló. Parecía que la vivencia de antes la acababa de curar de todo espanto. Como si aún siguiese un poco en shock y no fuese tan consciente como antes de la altura. Harkan, aun así, se mantuvo cerca. Tuvo durante todo el trayecto una mano cerca de su espalda por si en algún momento se tambaleaba y tenía que cogerla. 

Alisa, sin embargo, no fue demasiado consciente de todo lo que ocurrió en el trayecto de vuelta. El recuerdo estaba algo borroso. Era como si hubiese estado en una nube, absorta de lo que la rodeaba. Durante el minúsculo recorrido en coche hasta el apartamento, se mantuvo todo el rato en silencio con los ojos puestos en dos gotas de sangre que le habían manchado las zapatillas.

Rey de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora