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Harkan se lanzó a por sus labios con hambruna y Alisa temió desfallecer allí mismo. La muchacha cerró los ojos con fuerza mientras correspondía al beso, mucho más entusiasmada de lo que había imaginado. Lo cierto era que había soñado con ello, con cómo sería rozar aquellos labios de seda que sólo le sonreían a ella. Ahora que lo estaba haciendo por fin, no quería alejarse ni un milímetro.

La mano de Harkan se deslizó por su mejilla en una caricia celestial. Colocó la palma en el hueco justo bajo su oreja y su pulgar se posicionó sobre su pómulo. De aquella forma, pudo profundizar más el beso. 

Alisa apenas podía respirar. No sabía cuánto hacía desde que había tomado la última bocanada de aire, pero le parecían siglos. Sin embargo, se negaba a dejar ir aquello labios rosados que la devoraban con devoción. El corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Las cuerdas que lo mantenían sujeto a su cuerpo amenazaban con romperse bajo el toque de sus manos. Estas, con delicadeza, dejaron ir el rostro de la muchacha para bajar por su cuello y hombros hasta situarse bajo el inicio del apretado corsé. 

Su agarre se intensifico en su cintura, acercándola a su cuerpo todo lo que la falda del vestido le permitió. Comenzaron a caminar hacia atrás, sin despegarse, hasta que Alisa chocó con algo de metal.

Lo ignoró por completo, pero se permitió un momento para abandonar la boca del chico y respirar. Sus manos dejaron ir su nuca y se apoyaron en su pecho para alejarlo lo suficiente como para poder inhalar. Su pecho subía y baja, acelerado, y estaba segura de que debía tener las mejillas de un color rojo brillante, pero en cuanto se percató de que el corazón del soldado latía bajo sus manos igual de rápido que el suyo, todo indicio de vergüenza se deshizo. 

Al no ver nada que indicase rechazo alguno por su parte, el moreno se inclinó de nuevo y depositó un suave beso casto en sus labios, mucho más dulce que el anterior. Alisa parpadeó varias veces, batiendo las pestañas tras la máscara. A escasos centímetros de distancia, y apoyada sobre el pasamanos de la escalera, le dedicó una diminuta sonrisa antes de que él la besara de nuevo con determinación. 

Aquella noche de verdad se sentía como estar en un cuento de hadas. Uno de esos donde las maldiciones existían, pero se olvidaban cuando la protagonista bailaba sin fin en una fiesta junto al amor de su vida, que resultaba ser el príncipe de sus sueños. Harkan no era un príncipe, pero sí la hacía soñar. Sus besos la embriagaban de tal manera que se olvidaba de todo lo demás, y pese a estar en la esquina del enorme salón de baile, abrazados por una pobre iluminación, sentía que flotaba sobre las lámparas de araña repletas de cristales brillantes que colgaban de la enorme bóveda.

El ambiente se caldeó, y no parecía que hubiese nadie cerca como para cruzarse en su campo de visión y hacer que Alisa volviese a la realidad, que recordase dónde estaba y lo que habían venido a hacer. Alisa comenzó a subir de forma torpe los escalones mientras las manos de Harkan volvieron a subir a su cintura y la presionaron de forma que la muchacha pudo sentir cada uno de sus dedos resbalar sobre la tela aterciopelada. 

Uno de los guardias apostados cerca admiró la escena. Ataviado con aquella ropa y la máscara negra, no pudo reconocer a Harkan, su superior, pero se le escapó una risita ante aquella pareja de enamorados desesperados. Vio cómo el chico seguía los pasos de la pequeña muchachita de rizos oscuros y comenzaba a subir las escaleras. 

El guardia suspiró, pero no parecía molesto. Supuso que estarían buscando un lugar donde continuar sus caricias en privado, y lo cierto era que el palacete del duque era tan grande que disponía de habitaciones suficiente como para que un par de jóvenes se escondiesen para pasar el rato juntos. Unos chicos amorosos no resultaban amenaza alguna, y el guardia no debía sentirse muy cómodo interrumpiéndolos en tan apasionado momento, porque desvió la mirada hacia el lado contrario y se dedicó a volcar su atención sobre los invitados que deambulaban por la pista de baile.

Rey de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora