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El abrazo que le dio fue tan fuerte que casi hizo crujir su espalda. Sin embargo, Alisa lo aceptó encantada, espachurrando la mejilla contra su pecho, permitiéndose aferrase a alguien de su pasado que la seguía apreciando con tanto cariño.

—Qué alegría ver que sigues viva —murmuró el hombretón contra su pelo.

Alisa no sabía exactamente cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se habían visto, aunque era consciente de que ya habían pasado unos meses. Mas, cuando su antiguo jefe por fin la soltó, vio que seguía igual de espléndido que siempre. Lucía sus usuales prendas elegantes y el cabello rizado tan impecablemente desordenado como de costumbre. Parecía que el tiempo no transcurría en él, aunque así había sido desde siempre, desde el primer día en que lo vio hasta entonces. Vivía eternamente congelado en el tiempo, siempre joven y vigoroso.

La agarró por los hombros mientras la examinaba de arriba abajo, como si buscase alguna herida, defecto, o algo que le indicase que las cosas iban mal. Pronto volvió a centrarse en su rostro.

—Estás incluso más guapa que antes. 

Alisa sonrió avergonzada ante aquel cumplido. Puede que fuese porque había estado comiendo un poco más desde que había empezado a vivir con el soldado. Ya no se le notaban tanto los huesos como sucedía tiempo atrás. Siempre había sido muy delgada y esbelta, y aquello no había cambiado, pero se sentía más fuerte.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Alisa. Era una enorme coincidencia que ambos se hubiesen encontrado allí, a orillas del Palacio Real. Jamás se lo habría imaginado.

Kane volvió a hablar, pero esta vez frunció levemente las cejas.

—La pregunta es cómo has llegado tú hasta aquí. 

La muchacha se dispuso a contestar, pero el señor Clover alzó la mano para silenciarla. Miró, entonces, a ambos lados de la calle, de golpe preocupado porque alguien pudiese escuchar su conversación y aquello pudiese poner a la muchacha en peligro.

—Ven conmigo —demandó—. Hablemos en un lugar más cómodo.

Kane se acercó y le paso el brazo sobre el hombro para llevarla junto a él, protegida. Él era mucho más alto y corpulento que Alisa, por lo que desde atrás perfectamente podría haber dado la impresión de que era un padre que acompañaba a su hija, o al menos un par de hermanos con una notoria diferencia de edad. Que compartiesen el mismo tipo de rizos oscuros ayudaba incluso aún más a transmitir aquella visión.

El señor Clover guió a Alisa por la calle, tomando el ritmo y rumbo de la caminata. No tuvieron que andar demasiado, su paseo terminó unas calles más allá, mucho más cerca del apartamento de lo que habría podido imaginarse. Cuando su antiguo jefe se detuvo, Alisa se vio obligada a parpadear varias veces ante lo que estaba viendo.

El As de tréboles estaba ante ella, aunque no su As de tréboles. Alisa tardó unos segundos en recordar que el inminente éxito de su jefe había fomentado la apertura de otros establecimientos alrededor de Veltimonde. Tres, en realidad. Aunque el del distrito trébol seguía siendo el más célebre de todos, además del que daba mayores ventas. Sin embargo, no se le había pasado por la mente en ningún momento que fuese a ver en persona ninguno de los otros clubs del señor Clover.

Kane le hizo un gesto con la mano, alentándola a que entrase.

—Adelante.

Alisa contempló el negocio, que parecía tan lujoso que temió incluso respirar demasiado fuerte contra las puertas de este. Desde fuera se veía que tenía tres plantas de altura, y casi se asemejaba a un manojo de espejos tan brillantes como el sol, posicionados en ángulos únicos. Las luces de neón, que por el día se mostraban debilitadas, le daban el toque. Estaba segura de que de noche sería un lugar incluso aún más atractivo a la vista.  Llamaba bastante la atención, pese a que el resto de edificios de la calle eran una digna competencia.

Rey de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora