La valentía se esfumó de su cuerpo en cuanto puso el culo en el coche. En cambio, su compañero de aventura se mostraba exultante. Ya no sonreía, pero sus facciones estaban relajadas mientras prestaba atención a la carretera. Alisa, pese a considerarlo aún un enigma con patas, poco a poco iba aprendiendo a leerlo, a descubrir cuáles eran sus gestos o reacciones ante determinadas cosas, o también la falta de estas. Su forma de procesar las emociones y pensamientos seguía siendo un misterio para ella, pero pretendía solucionar aquello en el futuro.
Pese a que el lugar del mapa no estaba demasiado lejos y podrían haber llegado caminando, habían optado por la vía rápida: subirse al coche del soldado para llegar cuanto antes. La decisión que Alisa había tomado había sido precipitada e improvisada, pero aun así había sucedido para todos los jugadores a la vez. Todos habían visto la prueba en sus pantallas al mismo tiempo y debían haber tardado un tiempo similar en decidirse, más aún tras ver el limitado aforo.
Alisa se contradecía a sí misma. Por una parte, rezaba para ser la primera en llegar y así no quedarse fuera, pero a la vez le rogaba a aquel que estuviese escuchando sus plegarias que cuando pusiese un pie en el lugar de la prueba el cupo ya estuviese lleno. Por supuesto que se arrepentía, como siempre que se disponía a enfrentarse a la suerte de nuevo, pero en el fondo sabía que debía hacerlo tarde o temprano. Harkan ya le había dicho cuando se conocieron que lo mejor era hacerlo todo cuanto antes. Si no, la espera por la libertad se hacía eterna; el sufrimiento se alargaba por voluntad propia.
Tardaron poco más de cinco minutos en llegar al lugar indicado. Estaba algo alejado del centro, pero el paisaje, al final, seguía siendo el mismo: edificios que casi rozaban las nubes y puentes que los conectaban unos con otros. La zona, por suerte, era una un poco más tranquila.
Cuando Alisa empezó a caminar hacia la entrada del edificio, Harkan la agarró del brazo para frenarla. La muchacha lo observó sin comprender. Vio que alzaba la vista hacia la prominente estructura y Alisa hizo lo mismo para intentar averiguar qué sucedía.
Pese a que la afluencia de gente en aquel sitio había disminuido, las luces estaban prendidas en la mayoría de plantas del edificio. Se dio cuenta de que la parte inferior estaba ocupada por tiendas, mientras que los últimos pisos eran domicilios particulares. Algunas personas seguían saliendo por la entrada cargadas con bolsas. La mirada de Harkan se desvió al edificio contiguo, que saltaba a la vista que era residencial. Estaba menos iluminado, y nadie parecía entrar ni salir.
Los ojos de ambos se desviaron hacia el cielo y descubrieron que un puente unía el último piso de este con el inicio de las viviendas del otro. Su destino era la azotea. Por la mente del soldado se cruzó un plan que los haría pasar más desapercibidos. Tiró del brazo de ella mientras echaba a andar hacia el edificio contiguo, que tenía la puerta del rellano abierta.
—Vayamos por aquí —decretó el soldado.
Alisa llegó a la misma conclusión. Dejándose llevar y consciente de la idea que había tenido el chico, asintió y le siguió el ritmo. Entraron al edificio grisáceo con paso apresurado y se detuvieron frente al ascensor. Con cuidado, el soldado agarró la tela de la sudadera de Alisa y le colocó la capucha de forma que cayese sobre sus ojos.
El sonido del elevador al llegar les advirtió de que era hora de subir, y así lo hicieron. En silencio y sin moverse dentro de la cabina llegaron al último piso. Al salir les envolvió la mudez de aquella planta, que estaba totalmente a oscuras. Se deslizaron como fantasmas hasta la puerta que daba al tejado. Alisa juraría que escuchó el estornudo de alguien en su casa mientras cerraban la pesada puerta tras salir al exterior.
Atravesaron corriendo el terrado bajo la noche estrellada, que les observaba curiosa por saber qué les depararía el azar. Ante ellos se mostró el puente, de menos de unos setenta metros de largo, y Harkan no se lo pensó ni un segundo antes de comenzar a caminar a través de él.

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Rey de corazones
FantasiVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...