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—Parece que no somos los primeros en llegar—comentó el moreno tras ver al desconocido caminar con prisa pasillo a bajo para entrar en la vivienda contigua. 

Alisa no pudo verle la cara. Apenas se distinguía, era una sombra más de la noche reptando de aquí para allá. El borrón negro desapareció tras la puerta blanca de su nuevo objetivo y Harkan reanudó el paso sin alterarse. Alisa lo siguió de cerca, reacia a alejarse mucho de él después de ver que no estaban solos.

Se dirigieron hacia las escaleras y comenzaron a subir con calma. Alisa pensó que se detendrían en la primera planta, pero Harkan siguió subiendo los peldaños sin pensárselo dos veces. Cuando ya llegaban al segundo nivel, Harkan habló con voz lo suficientemente baja para que no fuese un susurro, pero que solo Alisa lo entendiese.

—Ese tipo debe haber registrado ya la primera planta. Si está aquí es porque no ha encontrado nada aún. Nosotros empezaremos por la tercera. Si inspeccionamos el resto y no encontramos nada volveremos a bajar a revisar lo que él ya haya escrutado.

Alisa no encontró fallas en su lógica. Parecía ser un buen observador, pensaba rápido, por lo que apenas se permitía tiempo para dudar. Siguiendo este procedimiento las cosas no parecían salirle mal. Alisa lo encontró una cualidad admirable. Ella solía sobrepensar mucho las cosas y su toma de decisiones era más lenta, por lo que pensó que tendría que trabajar un poco más en ello para parecerse más a él. Lo siguió sin rechistar.

Siguieron subiendo. Al llegar a la tercera planta se alejaron de la escalera y empezaron a caminar por el estrecho rellano abierto de los pisos. Contaron las puertas y vieron que había siete, cada una con un número distinto. Harkan tomó la manija de la primera y la apretó hacia abajo, pensando que estaría cerrada, pero cedió con facilidad y en segundos tuvieron la puerta del piso abierta de par en par.

Sorprendidos, se acercaron a la puerta del piso contiguo e hicieron lo mismo. También cedió sin problema alguno. 

—Puede que todas las puertas estén abiertas —comentó Alisa. Harkan pensó que era bastante probable. Además, seguramente no hubiese nadie viviendo en aquel edificio.

Se adentraron en el primer apartamento. Algo en el suelo crujió bajo sus pies, pero Alisa no logró identificar qué era. Avanzaron con pies de plomo por el pasillo. Todo estaba a oscuras salvo por la luz de una farola que atravesaba en el salón los cristales de una ventana tapiada con tablones de madera. La ventaba daba justo al lado opuesto de la entrada, y aquellas pequeñas rajas de luz les permitieron vislumbrar un poco el comedor. Alisa había esperado encontrar una casa vieja, llena de cosas olvidadas y polvo, pero parecía que había sido desvalijada. Apenas quedaban algunos esqueletos de lo que habían sido muebles ordinarios de salón. 

En cuanto vieron que no parecía haber peligro alguno se separaron para empezar a buscar. El objetivo era encontrar la carta, por lo que tenía que estar escondida en algún sitio de aquel edificio olvidado. Alisa abrió los pocos cajones que aún quedaban, mientras que el soldado se movía por la habitación, revisando todos los rincones posibles. En un momento dado se acercó a ella y rebuscó en el bolsillo del pantalón. Le entregó una linterna diminuta, que parecía casi de llavero, y que Alisa agradeció al instante porque apenas veía nada. Harkan, en cambio, parecía estar en su salsa. Se deslizaba por la estancia con agilidad, como si tuviese visión nocturna. 

 Al no encontrar nada, la chica se dirigió al baño. Enfocó con la linterna la nueva habitación y entró con reparo. Aún estaba el retrete y el plato de ducha oxidado, pero alguien se había llevado el cabezal. Alisa abrió la tapa del váter y vio que no tenía agua. Meditó si meter la mano por si la carta estaba allí dentro, pero se lo pensó dos veces. El agujero del retrete estaba demasiado oscuro incluso siendo iluminado con la linterna. Acercó la cara a la segunda tapa para ver si podía ver algo, pero no parecía contener nada, tan solo veía un tubo que se perdía en la oscuridad. Decidió que, si no encontraban la carta en ningún lugar del enorme inmueble, volvería y metería el brazo entero. 

Rey de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora