Cuando abrió los ojos sintió el roce de las suaves sábanas blancas en la mejilla. Su mirada se quedó en el techo durante unos segundos, hasta que cogió el borde de la tela y tiró de ella para taparse la cara. Se mantuvo así, concentrándose en el calorcito que emanaba de la cama y de su propio cuerpo, sumergida en la leve oscuridad que aquello le aportaba y respirando su propio aliento.
Cinco minutos después se estaba lavando la cara en el baño. El agua estaba fría, cosa que la hizo despertarse por completo. Los recuerdos de la noche anterior eran vívidos pero aún así los momentos en los que estuvo sobre el escenario estaban teñidos de una cierta neblina. Estaba tan concentrada que dejó de fijarse en el ambiente que la rodeaba, tan solo captó destellos de luces moradas y rojizas que se reflejaban sobre cuerpos de carne en los cuales en ningún momento llegó a enfocar la vista.
Cuando acabó su último turno de la noche había sentido el cuerpo extraño. La embargó un sentimiento que vagaba entre la euforia y la congoja. Sentía que lo había hecho bien. Y sin embargo no podía arrancar de su estómago ese sentimiento de que algo importante estaba a punto de ocurrir.
Se secó la cara con la toalla y cuando salió del baño sintió la vaciedad de la habitación. Su hermano no estaba. Eran las doce de la mañana, por lo que probablemente Ciro se habría despertado hacía ya unas horas. No se puso nerviosa, puesto que de alguna forma sentía que, a no ser que hubiera algún huésped problemático, su hermano estaba seguro allí. Además, prácticamente nadie solía quedarse en aquellas habitaciones hasta la mañana, por lo que el garito estaría prácticamente vacío.
Cuando se hubo vestido, abrió la puerta y se detuvo en el momento en que la de enfrente emitió un sonido y se abrió. Alisa se topó de morros con su hermano, que acababa de bajar las largas escaleras escondidas tras la puerta blanca. Del bolsillo de su pantalón sobresalía el borde de un trozo de papel garabateado. Probablemente el que Kane les había dado con la contraseña.
El niño medio sonreía y llevaba un peluche que envolvía con su brazo derecho. Al ver a su hermana bajó el último escalón, posicionándose delante de ella.
—¿Qué hacías? —preguntó ella.
—Hola —saludó él con calma—, estaba jugando con el señor Kane a las cartas. Resulta que es muy bueno y me ha enseñado cómo jugar —explicó—. Al principio me ha costado entenderlo, pero creo que ahora soy mejor que él porque he conseguido ganarle tres veces seguidas.
Alisa asintió con la cabeza, dándole la razón. Su mirada se suavizó.
—Muy bien, campeón. Yo también lo creo —le habló en tono confidente—. Que sepas que dicen que es muy difícil ganarle a las cartas. Tiene fama de imbatible.
El niño entonces sonrió más ampliamente y le mostró lo que llevaba con él.
—Me ha dicho que si sigo entrenando, un día podré lograr grandes cosas. Y como premio me ha dado esto —Ciro extendió los brazos para que pudiera observar su nueva adquisición. Se trataba de un perrito de peluche de color tostado y patitas blancas. Los ojos del niño brillaban, de verdad le había hecho ilusión aquel regalo.
—Vaya —dijo ella mientras lo observaba—, es verdaderamente mono, además de blandito —apretó el muñeco con ambas manos, como comprobando la veracidad de su afirmación. Ciro asintió con fuerza en respuesta—. ¿Has pensado en ponerle nombre?
Entonces su mejillas se tornaron de un tono más rosado.
—Lo he pensado —admitió—, pero quizá ya soy demasiado mayor para hacer esas cosas... —confesó el niño, avergonzado.
—¡Ni hablar! —exclamó ella frunciendo el ceño— además, ¿es que esta monada no se merece tener su propio nombre?
Ciro miraba el suelo, medio tímido, pero al escuchar aquello asintió de nuevo con fuerza.

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Rey de corazones
FantasyVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...