—De aquí no se va nadie.
El cuerpo de Alisa se congeló al ver al señor Clover avanzar por el pasillo. Estaba muy serio, parecía incluso enfadado, y aquello aceleró los latidos de su corazón a niveles estratosféricos. ¿El destino era tan cruel como para estropearlo todo la única vez en que alguien le brindaba algo de ayuda? ¿De veras la iban a pillar en el último momento? ¿Y encima tenía que ser el señor Clover?
Harkan, a su lado, parecía aparentemente sereno, pero su mandíbula estaba tensa. Alisa lo veía. Con la espalda bien erguida, el soldado esperó a que el dueño del As de tréboles llegara hasta donde ellos se encontraban.
La expresión de Kane Clover era aún peor de cerca. A simple vista parecía mantener el porte, pero Alisa, que llevaba bastante tiempo trabajando para él, sabía qué cara tenía cuando estaba molesto. Aparecían unas arrugas en su entrecejo, sus orificios nasales se abrían más de lo normal al respirar y apretaba los dientes. En aquel momento Alisa pudo ver eso y más. Una inquietud que le mantenía apretando sus grandes puños con fuerza conforme avanzaba.
Estando ya cara a cara, Harkan carraspeó, aclarándose la garganta, y se dirigió al hombre con una sonrisa apretada en el rostro.
—Nos volvemos a ver, caballero.
Kane hizo caso omiso al intento de Harkan de ser cortés.
—¿No iba a por sus cosas? Explíqueme ahora mismo qué está pasando aquí —exigió.
—Justo ahora mismo iba a comentárselo —Harkan se acercó un poco al hombre. A Alisa le dio la sensación de que estaba viendo a un perro marcando territorio. Harkan parecía querer recordarle sutilmente al señor Clover la jerarquía que había entre ellos y quién poseía la autoridad. El jefe siguió en su puesto, sin achantarse. Aún con la sonrisa en la cara, el muchacho siguió hablando—. Verá, su empleada es la única testigo de lo que ha sucedido con el hombre de antes. Tenemos que seguir el protocolo, por lo que me dispongo a llevarla conmigo al cuartel más cercano para que dé testimonio de lo sucedido. Es necesario que declare para poder exponer los hechos en el expediente del perpetrador.
Kane no dijo nada. Miró al niño y luego a la jovencita ante él. Alisa contuvo el aliento.
—Agradecería que cooperase, señor.
Harkan dio un paso atrás al terminar de hablar. Mantuvo su semblante tranquilo, posicionándose junto a la chica mientras observaba al hombretón frente a él pensar.
El señor Clover se mantuvo en silencio unos segundos. Su mirada se posó en la de ella, como buscando ver algo a través de sus ojos. Sin embargo, en ningún momento contestó al oficial ni se apartó del camino. Cuando ya había pasado medio minuto, Harkan se aclaró la garganta de nuevo.
—Sin nos disculpa...—murmuró. Hizo el indicio de echar a andar, moviendo su mano para posicionarla tras la espalda de la chica, pero entonces el señor Clover reaccionó.
—Espera —masculló.
Los tres se detuvieron. Ciro observó a Kane con ojos grandes, indeciso sin saber qué era lo que estaba ocurriendo en realidad. Sin entender si debía simplemente seguir a su hermana o acercarse al señor Kane que tanto le gustaba. El señor Kane que le había regalado a Calcetines y le había enseñado a jugar a las cartas.
—¿Puedo hablar un momento con ella? —preguntó.
El soldado se giró para mirar a Alisa, para ver qué opinaba. Ella hizo un ligero asentimiento, por lo que alejó la mano de su espalda e hizo un movimiento con esta hacia el hombretón.
—Adelante.
Kane pasó por al lado del chico, esquivándolo y caminó hacia el final del pasillo.
—Ven conmigo un momento —le pidió a ella. Alisa respondió a su petición al instante, echando a andar tras él.
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Rey de corazones
FantasyVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...