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— ¿A qué te refieres? —interrogó uno de ellos mientras daba un sorbo a su cerveza. Vladik lo observó curioso con la espalda recostada sobre el sillón y una bebida violeta entre las manos. 

Harkan se dejó caer hacia delante, apoyando los codos sobre sus rodillas para poder dirigirse exclusivamente a sus compañeros. Al ver lo que este hacía, ellos procuraron copiarlo, acercando el cuerpo y el oído hacia él.

— Tenemos a un infractor dentro del baño de las trabajadoras. Estaba acosando a una de las señoritas y he tenido que intervenir.

Los cuatro lo observaron desde sus sitios. Uno de ellos chasqueó la lengua. Era el segundo superior. El soldado de mayor rango frunció el ceño y observó a su compañero, que acababa de hacer ese ruidito que delataba su disgusto respecto a la situación. Aquellos dos se llevaban bastante bien. Harkan había coincidido unas cuantas veces con ellos en rotaciones de grupo y siempre habían estado juntos. Dudaba si en algún momento ambos habían estado en pelotones distintos. Su afinidad era notoria y coincidían en cuanto a principios, por lo que era totalmente normal que a veces se entendieran sin necesidad de palabras. Ambos eran, además, los mayores, y esto se hacía notar en su aspecto físico. Rozaban los treinta, por lo que su cuerpo estaba más que desarrollado después de lo que seguramente habían sido numerosos años de servicio. El de mayor rango, el cual hacía relativamente poco que había vuelto de fumar, era fornido y de mandíbula cuadrada. Su cabello era de un marrón oscuro y combinaba a la perfección con su frondosa pero recortada barba. El segundo al mando en aquellos instantes era un poco más bajo que los demás, de piel morena como las almendras. Sobre sus mejillas y su barbilla crecía una barba oscura descuidada y diseminada. De los dos, este último podía ser más  descuidado e impulsivo al hablar. Mientras que el otro era algo más calculador y opinaba con calma cuando era necesario. Eran relativamente serios, pero no tanto como solía serlo Harkan, y cuando salían por ahí como en aquel momento se relajaban y hablaban sin miedo. Sobre todo Righan, el de piel tostada. Kento, su compañero y jefe de aquel grupo temporal, era un poco más callado, pero si lo pillaban de buen humor era propenso a dejarse llevar y soltar un par de carcajadas sin reparos.

De todos los presentes allí, los más propensos a soltar comentarios sobre la forma de ser de Harkan eran Righan y Fintan. Lo encontraban desagradable pero disciplinado. Había escuchado todo tipo de comentarios cuando coincidían en los grupos, algunos en tono jocoso, bromista; otros en forma de queja. Normalmente por su falta de humor o su frialdad. Harkan sabía que no compartían el mismo tipo de humor, y que si a veces lo consideraban frío era porque así lo quería él o porque era el que tenía más agallas en situaciones complicadas que no todos estaban dispuestos a afrontar. De modo que no se sentía ofendido, en mayor medida decidía ignorarlos. Aun así, sus compañeros admitían que el muchacho de ojos grises tenía a veces "algo" que lo hacía parecer encantador pese a su personalidad única.

Fintan, a quien la mayoría llamaba Finn, era el último integrante del grupo que bebía aquella noche en el As de Tréboles. Su cabello estaba rapado muy muy corto, y las raíces dejaban ver que era de un tono marrón rojizo. Sus cejas eran abundantes y contrastaban con su pelo al ser de color negro. Eran las cejas más pobladas que Harkan había visto en su vida, por lo que aquello las convertía en uno de los rasgos más distintivos del chico. Y realmente pegaban con su personalidad. Era voluble. Como una bomba de relojería, a ojos de Harkan. Era impulsivo, temerario e imprudente. Un día podía ser desagradable y al siguiente venir con una sonrisa como si nada hubiera sucedido, pareciendo el niño más feliz de la ciudad. Era el más joven y se notaba. A penas acababa de cumplir los veintidós, pero parecía un niño de trece años armado. Harkan se preguntaba cómo había sido capaz de entrar al ejército, ya que no tenía la mente fría ni el control del temperamento necesario que todo soldado debía poseer. Tenía, eso sí,  la simpleza de Vladik y la impulsividad de Righan. A veces insultaba de la forma más cruel, otras bromeaba como si fueses su hermano. Aquello era algo que no entendía del todo. Cosas de humanos, se decía Harkan.

Rey de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora