Como ya se había hecho costumbre, el repiqueteo de los nudillos de Lynnete contra la puerta la despertó. Era la señal de que le traía su desayuno. Habían pasado cuatro días desde que Darko y ella habían pactado dejarse tranquilos, tres desde que Alisa le había entregado la nota a su doncella para que se la hiciese llegar de alguna forma al soldado, a pesar de las réplicas iniciales que había recibido.
Su humor parecía renovado. En cierto modo, ahora que Kane sabía que estaba bien y que era posible que Harkan hubiese recibido su nota, estaba un poco más tranquila.
Con las ondas desordenadas y enredadas, se preparó para recibir a Lynnete desde la cama con una sonrisa. En cuanto la joven criada abrió la puerta e introdujo el carro, pudo ver sus labios estirados en una sonrisa forzada.
Lynnete la saludó un poco más formal que otras veces.
—Señorita, tiene visita.
Alisa alzó las cejas e inclinó la cabeza hacia un lado. Aún estaba medio adormilada.
—¿Mmm?
La doncella se hizo a un lado y la figura de un muchacho pelinegro apareció a su lado, ataviado con una camisa marrón oscuro y pantalones de pinza de color beige. Los ojos de Alisa se abrieron en sorpresa al reconocer al joven Rey junto al marco de su puerta.
Darko se limitó a sonreír de medio lado.
De inmediato, se apresuró a taparse con la sábana. No consiguió ocultar del todo el nido de pájaros que tenía por pelo, porque dejó los ojos al descubierto para poder ver, pero al menos escondió el conjunto de pijama que llevaba puesto, aunque estaba claro que el chico había podido verlo a la perfección.
—Lo prometido es deuda —anunció el muchacho.
—¿A qué te refieres? —preguntó Alisa bajo las sábanas.
—Me pediste algo, ¿no? —le recordó— Y yo siempre cumplo con mi palabra.
Ante aquello, Alisa empezó a bajar la sábana, dejando al descubierto el resto de su rostro.
—Espera, ¿me estás diciendo que...?
—Más te vale arreglarte. En media hora vendré a por ti. Tu hermano debe estar deseando verte.
*****
Después de darle vida a su pelo con un poco de agua, ingerir un desayuno apresurado y ponerse un vestido de corpiño rosado de su armario, Alisa por fin estuvo lista para recibir a su hermano. Estaba feliz y ansiosa. Darko era capaz de notarlo mientras caminaba a su lado.
No pudo evitar fijarse en lo bonita que se veía esperanzada y en el brillo natural de su piel. Su cabello aún estaba algo despeinado, pero esas ondas salvajes le daban un aspecto tan juvenil que Darko envidiaba su luz. Alisa, en cambio, solo tenía a su hermano en la cabeza. Tenía tantas ganas de abrazarlo que hasta le dolían los brazos.
Darko la llevó directa a la zona más alejada del personal real. Bajaron unas escaleras que jamás había visto casi en completo silencio, mientras los pensamientos de Alisa vagaban de aquí para allá, puestos en todos lados menos en el muchacho que la acompañaba. Él, con las manos en los bolsillos, simplemente se contentó con contemplarla de reojo sin dejar caer su faceta desinteresada.
Alisa pudo ver el inicio de una antesala y la luz que entraba por una ventana, que debía dar a los jardines de la otra punta del palacio. Soltó un gemido de alegría contenida en cuanto vio un par de pies pequeños en el suelo de mármol. No se contuvo más y dejó atrás al joven monarca. Bajó las escaleras como si la vida le fuera en ello, y en cuanto llegó a la altura del niño se lanzó sobre él, estrujándolo con todas sus fuerzas como si hiciese siglos que no se viesen y acabase de volver de la muerte.
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Rey de corazones
FantasyVeltimonde; un reino de ensueño para muchos, pero un infierno para otros. La regulación de crímenes por parte del ejército de corazones y su reina es tan estricta que para muchos el simple hecho de seguir viviendo es pecar. Alisa lo intentará todo...