Llegué a clase un poco tarde, como de costumbre. Hubiera llegado mucho más tarde si me hubiera dado por tirarme a mi vecino pero me gustaba hacerles esperar un poco, jugar con ellos. Les encantaba.
Las clases habían empezado cuando llamé a la puerta. Todos me miraron de arriba a abajo y eso me encantaba.
Tras unas clases muy aburridas en las que no paré de mirar el móvil y hablar con mis amigas sobre la gente nueva de clase, sonó el timbre del patio. Me quedé sentada en medio del comedor y me presenté a la gente de mi clase. Había chicos muy interesantes por allí pero nada del otro mundo.
Cuando llegué a casa mi querido vecino estaba en el jardín. Era un chico muy normalito pero tenía su punto. Se llamaba Austin. Tenía esa mirada de chico pervertido pero se escondía tras una faceta de niño responsable y bueno. Había conocido a muchos chicos así y siempre tenían un lado oscuro en el fondo.
-Hola, vecinito. -Me miró sonrojado.
-Hola.
-¿Limpiando el jardín? -Me apoyé en la valla para mirarle mejor.
-Sí, mi padre está trabajando y me ha pedido que vaya adelantando yo.
-¿Así que estás solo?
-Eh... sí. -Se rascó la nuca nervioso.
-¿No has tenido clase hoy?
-Ahora mismo no estoy estudiando, ayudo a mi padre en su empresa. Hoy me ha dado el día libre.
-Oh... un trabajador. ¿Cuántos años tienes?
-Veintidós.
-Vaya... yo acabo de cumplir los dieciocho. -Me fijé en que el coche de mi madre todavía no estaba.- Oye, ¿me enseñas tu casa? Llevas aquí dos meses y aún no me habías ni dirigido la palabra.
-Eh, claro. Sí. -Rodeé la valla y me acerqué a él. Fuimos hasta la puerta de la casa y la abrió.- Ahora mismo está un poco vacía, estamos esperando a que nos lleguen unos muebles.
-Es muy parecida a la mía. -Caminé por aquella casa inspeccionando, haciendo como si me importara. La verdad es que era como la mía si le quitase todos los muebles. Tenían un gran comedor abierto a la cocina y una escalera a la derecha.- ¿Y la escalera da a las habitaciones?
-Sí. -Subí las escaleras sin esperar respuesta.- Esa de ahí es la mía y esa la de mis padres. -Me siguió rápidamente.
-Oh... así que desde aquí me observas... -Me acerqué a su cama. Tenía una habitación bastante ordenada en comparación con otros chicos, un montón de posters de surf y un gran ordenador en el escritorio con dos pantallas.
-Oye, lo siento. Simplemente pasabas y parecía que te estaba mirando pero...
-Ah, o sea que no te gusto.
-No, o sea... estás muy bien. -Empecé a ponerle nervioso. Me encantaba esa sensación de tenerlo todo bajo control, de llevar yo las riendas.
-Entonces, ¿tienes novia?
-No, no, que va.
-Pues entonces puedes seguir mirando lo que te apetezca. -Le susurré al oído. Se quedó paralizado.
-Joder...
-Bueno, tengo que irme. Ya nos vemos. -Le di un beso en la mejilla y salí de la casa.
Nada más entrar en la mía subí a la habitación. Él seguía ahí, tras la ventana. Me acerqué despacio a la mía y empecé a quitarme la ropa. No podía apartar la mirada. Se mordía el labio y reía incrédulo. Cuando me quedé en sujetador me giré para que no viera más.
-El resto tendrás que ganártelo. -Y me fui hacia el baño. Me reí a carcajadas.
¡No me podía creer lo que acababa de hacer! Nunca había hecho nada igual. Obviamente mi anterior vecino era un hombre mayor que vivía con su esposa así que no era muy conveniente montar aquel numerito.
-¡Ya he llegado! -Joder. Escuché a mi madre entrar. Me puse rápidamente una camiseta cuando abrió la puerta. -¿Qué haces así?
-¿No sabes llamar a la puta puerta o qué?
-¿Ya estabas haciendo guarradas? Por Dios, cierra la ventana al menos. -Se acercó y echó la cortina.- Más te vale no subir fotos guarras por ahí. Me enteraré.
-Eso te lo dejo a ti, mamá. -Se acercó a mí y me abofeteó.
-Más te vale comportarte. Esta noche tengo negocios que tratar y tendrás que dar una buena imagen. -La miré con odio mientras me echaba la mano a la cara.- Ah, por cierto. Necesito que te lleves bien con el hijo de los O'Donell, tengo negocios que tratar con ellos.
-Sí, mamá.
Mi madre era una mujer de negocios. Sabía perfectamente a lo que se refería con lo de llevarme bien con el hijo de algún socio suyo. Antes se ocupaba ella de esas cosas hasta que lo pillé con quince años tirándose a uno de ellos y poco a poco me lo dejó a mí. En el fondo nos parecíamos. Éramos mujeres poderosas que ansiaban tener la aprobación de los hombres. Solo quería que llevara la mejor ropa, fuera la más educada, la más inteligente y la más guapa de todas. Siempre me contaba el mismo cuento de que ella no tuvo nada de pequeña, que todo se lo ganó con su trabajo y para mí ella era mi heroína. Aunque a veces la odiaba como me odiaba a mí misma. No sabía lo que era el amor ni la amistad.
-Te quiero, cariño. -Cerró la puerta y me senté en la cama, aún con la mejilla roja del bofetón que me había dado. Solía contestarle de aquella manera cuando no me dejaba libertad y ella siempre hacía lo mismo conmigo.
Volví a abrir la ventana y vi a Austin en el jardín. Me puse de nuevo la ropa y bajé despacio las escaleras para ir a verle. Necesitaba un poco de aire fresco.
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Ocho Mujeres
Teen FictionHace un tiempo la vida de Jane se complicó. Su odio hacia los hombres provocó que la considerasen una feminista radical y en realidad esconde un gran secreto. Stacy, en otro lugar de la ciudad, es considerada una chica zorra y Zoe, al contrario, hij...