Zoe

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Cuando acabé de cenar subí rápidamente a la habitación para conectarme. Tenía la suerte de que la habitación de mis padres estaba bastante apartada de la mía, por lo que no podían oírme cada noche pero aún así tenía que hablar siempre bajito.

Cuando conectó la cámara me morí de vergüenza. Ella estaba guapísima, se había recogido el pelo, estaba maquillada y tenía más luz que la noche anterior.

-Hola, novata.

-Hola.

-¿Qué tal tu día?

-Aburrido, ¿y el tuyo?

-No puede ser que yo sea lo más interesante que te haya pasado en el día.

-Te juro que sí. -Dije riendo.

-Vaya... pues mi día ha sido increíble. He tenido un debate bastante enérgico en clase sobre la religión, he ganado en una carrera de educación física y he acabado un cuadro que tenía empezado.

-¿Y eso del debate?

-Bueno, a veces pasa en filosofía, se plantean varias teorías y hablamos sobre ellas.

-¿Estás en contra de la religión?

-En contra no, pero pienso que se equivoca en muchas cosas. -Me quedé cabizbaja.- ¿Qué ocurre?

-Bueno, es que mis padres son muy religiosos y yo... pues muchas veces tengo dudas sobre si hago bien o mal en ciertas decisiones.

-Ah, ¿por eso ayer te bloqueaste cuando te dije que soy lesbiana?

-Sí, la verdad... Pero hoy he hablado con mi hermana y estoy más tranquila.

-¿Y por qué no pruebas a pensar por ti misma?

-Tienes razón.

-¿Nunca has sentido ninguna atracción por una chica?

-Era algo tan tabú que ni lo pensaba, la verdad pero es algo que me crea curiosidad.

-Bueno, pues prueba.

-¿Cómo?

-No sé, mira algún vídeo a ver si te provoca algo.

-Mmm... de acuerdo...

Busqué la página que me había recomendado ella y bajé el volumen. Habían miles de vídeos diferentes y escogí el que más me llamó la atención.

-¿Ya lo tienes?

-Sí.

Empecé a ver a aquellas mujeres besándose, acariciándose de forma tan dulce que no se parecía en nada a lo que yo había experimentado. Sentí escalofríos por mi cuerpo y empecé a moverme algo excitada.

-Vaya... es muy diferente a...

-A lo que hacen los chicos. Lo sé. -Dijo sonriendo.- ¿Sientes algo?

-Creo que sí...

-Bueno pues si quieres me desconecto y te dejo un rato sola.

-¿Cómo?

-Bueno, por si quieres... ya sabes, tocarte. -Dijo riendo.

-No... no he hecho eso en mi vida.

-¿Qué? -Gritó.- ¿Dónde has estado? ¿En una cueva? -Me encogí de hombros avergonzada.- Vale, a ver... ponte cómoda. -Hice lo que me dijo.- Ahora mete lentamente tu mano en los pantalones y pon tus dedos sobre el clítoris. -Metí poco a poco la mano y entonces todo me dio vueltas.

-No puedo. Lo siento.

-Tranquila, que no te de vergüenza.

-No, no quiero hacerlo. -Contesté asustada.

-Tranquila, cielo... no es nada malo, de verdad.

-¡Que no puedo! -Empecé a respirar angustiada, al borde de un ataque de pánico.

-Eh, shhh... tranquila, respira. Escuchame, ya está, respira. -Exhalé e inhalé varias veces hasta tranquilizarme. Ella se quedó en silencio hasta ver que ya estaba mejor.- ¿Estás más tranquila?

-Sí, perdona...

-¿Quieres hablar sobre ello?

Ocho MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora