Zoe

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Apenas dormí aquella noche. Estaba muy nerviosa, nerviosa de que mis padres se enteraran de lo que estaba haciendo. No podía evitar pensar que estaba pecando. ¿Y si volvía a ocurrir? ¿Y si Dios volvía a castigarme por hacer algo malo? Charlotte, es Charlotte, pensé repetitivamente. Es buena, es dulce, es simpática. Ella no es nada malo, yo no estoy haciendo nada malo.

No podía evitar hacer aquello. Mi vida se había vuelto aburrida y sombría en esta depresión que me estaba consumiendo. Ella me daba alegría, me devolvía un poco la luz que había perdido. La soledad solo me perjudicaba. Nadie conocía mis demonios y ellos no paraban de engullirme.

En cuanto escuché la puerta cerrarse esperé unos minutos para pasear por la casa en busca de mis padres. Limpio. No había nadie. Le escribí a Charlotte para avisarla, ella estaba a pocos minutos de llegar. No paré de andar de un lado para otro, nerviosa y ansiosa. Me había vestido con unos vaqueros y una camiseta negra algo ajustada, nada del otro mundo. Empecé a pensar en cambiarme cuando alguien tocó suavemente a la puerta. Vi su figura en el cristal y abrí lentamente. Dios. Era más guapa en persona, con su piel morena y sus rizos rosados. Llevaba puesto un vestido negro con una chupa de cuero que le quedaba de escándalo. Se abalanzó a mí y me abrazó como si nos conociéramos desde hacía meses. Apenas era una semana pero hablábamos durante horas y horas. Cerré la puerta con la mano que me quedaba libre y disfruté de su olor. Aroma a vainilla, me encantaba.

-Hola. -Me dijo tímidamente.

-Hola.

-Estás muy guapa.

-Que va, mírate a ti y mírame a mí. -Ella se rió.

-No seas boba, eres guapísima. -Negué con la cabeza.

-¿Te ha costado encontrar la casa?

-Que va, estás bastante cerca. Vaya, menudo casoplón tienes. -Dijo paseando por la casa.

-Bueno, no es nada del otro mundo.

-Está chula. La mía es más aburrida. ¿Dónde está tu cuarto?

-Arriba.

-¿Vamos? -Subimos las escaleras y le enseñé mi vergonzoso cuarto.- Está muy chuli.

-Es muy infantil.

-No seas boba. Es bonito.

-Lo odio.

-Pues cambialo. -Se sentó en el borde de la cama y se encogió de hombros. La vi tan mona ahí, en un espacio tan mío que ahora compartía con ella.

-Mi madre...

-Te mataría. -Repitió bromeando.- Siempre igual.

-Tienes razón. ¿Qué tal se te dan las reformas? -Empezamos a llenar las bolsas de basura de los peluches que tenía en mi habitación. Tiré un montón de recuerdos que odiaba, bromeamos tirándonos los cojines en la cabeza cada dos por tres y, sin darnos cuenta, había pasado ya una hora. Nos tumbamos en la cama y miramos la nueva habitación.

-Solo te falta una manita de pintura y ya es otro cuarto.

-Sí...

-¿En qué piensas? -Noté como su mano acariciaba mi pelo.

-En lo que dirá mi madre cuando vea que he tirado todas las cosas. -Contesté riendo. Ella también se rió.

-Dile que necesitabas un cambio.

-Sí... Ahora no creo que me agobie mucho.

-¿Me contarás alguna vez lo que te pasa? -Me encogí de hombros.- Entiendo, todavía no confías en mí.

Ocho MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora