Zoe

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Estaba harta de mi madre. Me sentía fatal cada vez que pensaba en ello pero era insoportable. Me estaba sintiendo como la noche en la que todo se derrumbó. La culpaba a ella, en parte. A mis padres en general. Llevaban toda la vida obligándome a ser la mejor hija, llevándome a misa los domingos, haciendo servicios a la comunidad, yendo a comidas con el alcalde para que viera lo buena familia que éramos... Cuando Emily se fue a la universidad toda esa responsabilidad recayó en mí. Era mucha presión. Yo no me sentía una hija perfecta, no. A veces había hecho cosas... que ella hubiera visto muy mal. Por otro lado pensaba que quizá si no me hubiera salido de ese rol de niña bondadosa y buena, nada de esto hubiera pasado.

-¿Cómo podías con ello?

-Sabía que les hacía felices y que, con el tiempo, tendrían que aceptar que yo haría mi vida.

-Pero mamá y papá nunca se van a ir del todo. Irán a visitarte, controlarán tu vida y si no eres lo suficientemente buena...

-Tendrán que aceptarlo. Será eso o que se vayan de mi vida.

-¡Dios, Emily! ¡Pero eso es horrible!

-Lo horrible es no vivir tu vida, Zoe. No te tienes que sentir mal por ser humana, por salir, hacer amigos... es lo natural.

-Pero mamá siempre controla con quién me junto. Tú ahora tienes tu vida pero yo sigo aquí, ¿sabes?

-Pero ya no eres tan niña, puedes hablar con ella, tomar tus decisiones.

-No es tan fácil... -Suspiré agobiada.- Bueno, cuéntame qué tal va la universidad.

-Pues... -Emily sonrió como nunca.- He conocido a alguien.

-¿En serio? ¿Lo saben...?

-No, Zoe. No tengo que contárselo todo.

-Bueno, pues cuéntamelo a mí.- Me puse cómoda en la cama y escuché a mi hermana. Le brillaban los ojos al hablar de ese chico. Nunca antes la había visto así pero me preocupaba lo que podían a hacer los hombres.- Bueno, de todas formas ve poco a poco... no te precipites.

-Suenas como mamá. -Dijo suspirando.

-Es verdad, Emily, no le conoces tanto.

-Bueno... le iré conociendo pero es buen tipo.

-¿Habéis...?

-¡No pienso hablar contigo de eso!

-Joder, ni que fuera una cría.

-Todavía lo eres aunque te empeñes en crecer más rápido de lo que te toca.

Aquello dolió. Yo ya había crecido, no me había quedado otro remedio.

Ocho MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora