Me pasé la semana hablando con mis amigas y organizando los asuntos de la fiesta. Bebida, música, invitaciones... La gente sabía que mis fiestas eran las mejores. Austin empezó a hablarme pero no le hice demasiado caso. No quería seguir con aquella tontería, al menos no en ese momento. Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para estar aguantando al salido de turno.
El timbre sonó y bajé rápidamente. Mi madre había salido con unas amigas y yo no esperaba visita.
-Señor O'Donnell... ¿qué hace aquí?
-Hola, preciosa. Venía a traerte un recado.
-Oh... -Se abrió paso y entró al interior de la casa.- ¿De qué se trata?
-Tu madre me dijo que querías invitar a mi hijo a una fiesta.
-Sí, claro. Vienen muchos de mis amigos, él puede venir con quien quiera. Cuantos más, mejor. -Me miró de arriba a abajo. Él siempre estaba así, observando. Yo ni siquiera estaba arreglada, llevaba un pijama de tirantes y las zapatillas de pelo rosa que tanto me gustaban.
-Bien, me parece estupendo que paséis un rato así. Sois jóvenes, os toca disfrutar.
-Claro. -Sonreí forzadamente.
-Toma, aquí tienes su número. Escríbele tú, a mi no me hace mucho caso. Cenaré con él hoy, le diré que le vas a escribir. -Me tendió el papel con el número escrito.
-De acuerdo, gracias. -Lo guardé en el bolsillo del pantalón.
-Y... hablando de otro tema... -Se acercó a mí y empezó a jugar con un mechón de mi pelo.- Había pensado que, si te apetece, tengo un rato libre. Mis hijos llegarán a las nueve, podrías venir a mi casa, así te la enseño y pasamos un rato juntos. -Tragué saliva.
-Verá, es que tengo mucho lío con la organización de la fiesta, los deberes atrasados...
-Yo puedo ayudarte con lo de la fiesta, te daré el número de mi ayudante. Pídele lo que quieras, corre de mi cuenta.
-Oh, gracias pero no es necesario. Ya tengo casi todo organizado...
-Entonces no tendrás mucho que hacer... Vamos, solo serán un par de horas. Mañana he quedado con tu madre, no querrás que vaya enfadado porque me hayas dejado tirado, ¿verdad?
-Claro que no. -Sonreí de nuevo.- Voy a vestirme y nos vamos.
-Claro. Te espero aquí.
Subí las escaleras y me metí en la habitación. Anduve por ella un par de minutos nerviosa y decidí llamar a Luna.
-Hey, ¿qué pasa?
-Tía, Logan está aquí... me ha pedido que me vaya con él a su casa.
-No jodas, tía... No vayas.
-No puedo no ir, no es tan fácil.
-¡Sí lo es! ¡Le dices que no puedes y punto!
-Mañana ha quedado con mi madre, no puedo hacerle enfadar.
-Eso es chantaje.
-Ya, pero así son las cosas. Joder... no quiero tener nada más con él.
-¿Quieres que vaya y te saque de ahí?
-No, no te daría tiempo, está esperándome abajo.
-Madre mía...
-Da igual, te llamo cuando acabe, ¿vale?
-Odio a tu madre...
-Chao...
Colgué y empecé a vestirme. Me puse un body negro de lencería bajo la ropa acompañado de unos ligueros y medias negras y un vestido por encima. Bajé rápidamente.
-Ya estoy.
-Vamos. -Me tendó el brazo y me agarré de él.- Te encantará mi casa.
Subimos a un coche muy elegante. Su chofer arrancó y nos quedamos juntos en la parte de atrás.
-Me gustaría pedirte algo.
-Dime.
-No me gustaría que mi hijo tuviera nada contigo. Ya sabes, sería incómodo. Espero que lo mantengas apartado.
-Claro... -Me sentí muy incómoda. No podía decirle que no. Tenía que ser así, al menos que él pensara que sería así. Las únicas órdenes a las que yo hacía caso eran las de mi madre.
Cuando el chofer aparcó pude ver un edificio bastante moderno con un portero en la puerta. Subimos por el ascensor hasta la sexta planta. No había nadie por el edificio. La casa era muy minimalista y elegante. Con grandes ventanales que dejaban ver todo el bosque que había alrededor.
-¿Quieres tomar algo?
-No, gracias.
-De acuerdo. -Se metió en la cocina y se sirvió un vaso de whiskey. Yo me quedé ahí parada, mirando el inmenso comedor. Al minuto apareció detrás de mí.- Ven conmigo. -Le seguí por un largo pasillo y abrió una de las puertas. Tras ella estaba el dormitorio, con una gran cama de matrimonio en el centro y un baño abierto con jacuzzi. -Quiero enseñarte algo. -Empecé a temblar en cuanto corrió la puerta del armario. Allí tenía colgados varios juguetes sexuales, entre ellos esposas y látigos.- Te dije que tenía unos gustos peculiares... Quítate la ropa. -Como si fuera un robot empecé a hacer lo que me dijo automáticamente, sin sentir nada. Tenía pánico pero tuve que aguantarme las ganas de llorar. Me agarró de la barbilla y me pintó los labios con un pintalabios de color rojo. -Te sienta genial este color. -Me hizo tumbarme boca abajo en la cama y ató mis manos con fuerza en el cabecero. Después me metió un pañuelo en la boca y ató mis piernas. Noté como se ponía sobre mí y pasó los lazos del látigo sobre mis glúteos. -Veamos cuánto puedes soportar. -Me azotó y pegué un brinco del susto. Empezó a arderme el glúteo pero me quedé callada. Volvió a hacerlo pero esta vez más fuerte. La siguiente fue más fuerte todavía y la siguiente más. Las lágrimas empezaron a caerme por la cara cuando me penetró con fuerza y me agarró del pelo. Lo hizo con fuerza. El cuero cabelludo empezó a dolerme de lo mucho que estiraba. Me arañó la espalda y me mordió repetidas veces por el cuello. Cuando acabó noté las gotas de semen caer en mis glúteos. Me desató con rapidez y se fue hacia el baño. Me costó mucho moverme pero deseaba irme de allí. Me limpié y me puse el vestido. Cogí la lencería y la guardé sobre mi abrigo. Él salió sonriente del baño. -Has estado muy bien. -Me besó y no le devolví el beso.- Nos vemos pronto. Ahora vete, mis hijos llegarán enseguida.
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Ocho Mujeres
Teen FictionHace un tiempo la vida de Jane se complicó. Su odio hacia los hombres provocó que la considerasen una feminista radical y en realidad esconde un gran secreto. Stacy, en otro lugar de la ciudad, es considerada una chica zorra y Zoe, al contrario, hij...