Stacy

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Me subí al primer taxi que pasó sin nisiquiera poder aguantar las lágrimas.

-¿Qué está mirando? -Le pregunté seriamente al taxista. Él apartó la mirada de inmediato. Me tapé con la chaqueta por la incomodidad de ir sin ropa interior.

Abrí la puerta de casa no sin antes mirar de lado a lado para que nadie me viera así pero Austin estaba mirándome desde su ventana. Le ignoré y entré en casa rápidamente.

-¿Dónde has estado? -Una voz me sobresaltó. Era mi madre.

-Mamá...

-¿Qué ha pasado Stace? -Se acercó rápidamente a mí al verme llorar.

-Nada. Estoy bien.

-¿Dónde has estado?

-El señor O'Donnell me ha invitado a tomar algo. -Mi madre se puso recta como un palo y me miró seriamente.

-Le habrás tratado bien, ¿no? -Ella tragó saliva, como si le costara ignorar lo que estaba pasando. No porque le importara sino porque quería ser ella la que se acostara con él.

-Sí, por supuesto mamá.

-Bien. Sube a tu habitación y lávate esa cara, no quiero que los vecinos te vean así.

Hice lo que me dijo. Me encerré en el cuarto, eché la cortina de la ventana y me metí en la ducha. No quise ni mirarme en el espejo. Estaba acostumbrada a esto, a no sentir amor por nadie, ni por mí misma pero dolía. Dolía que ella no me abrazara, no estuviera orgullosa de mí por otras cosas que no fuera esto. Quizá por eso hacía las cosas sin pensar, quizá por eso buscaba enormemente la aprobación de todo el mundo.

Al salir de la ducha escribí a Chuck. Él respondió a los pocos minutos. Le pedí que viniera a verme y accedió. Mientras tanto cogí el número de Marcus del pantalón y lo apunté en la lista de contactos. Vi la foto que tenía de perfil, salía con un amigo sacando la lengua, gracioso, divertido. Era el chico más guapo que había visto nunca pero obviamente no lo iba a admitir.

-Hey, hey, hey! :) soy Stacy, tu padre me ha dado tu número. Espero que no te importe... te escribía para invitarte a una fiesta este sábado, ¿te apuntas? Puedes traer a tus amigos!

Le di a enviar y esperé. En ese momento debía estar cenando con su padre.

Pasada una media hora escuché un ruido en mi ventana. Era la señal que siempre utilizaba Chuck. Al abrirla vi la luz de la habitación de Austin encendida. Chuck estaba abajo y le pedí que subiera. Trepó por el árbol que tenía al lado y entró. Austin no tardó mucho en asomarse y su mirada se volvió oscura. Cerré la ventana sin prestarle atención.

-Ya temía que no me volvieras a llamar.

-No seas bobo... he estado liada.

-¿Estás bien? Te noto mala cara.

-Sí, solo estoy cansada. ¿Te importa quedarte a dormir? -Chuck chasqueó la lengua.

-Bueno... según la hora que se haga.

-Vale...

-Te echaba de menos, rubia.

-Y yo a ti Chucky. -Se acercó a mí y metió sus manos bajo mi camiseta para apoyarse en mi cintura. En un primer momento me aparté pero luego recordé la cercanía que sentía con Chuck.

-¿Seguro que estás bien? -Asentí con la cabeza y empezó a besarme el cuello con ternura. Necesitaba eso, cariño, lentitud, paciencia. Nos tumbamos con suavidad en la cama y me levantó la camiseta mientras besaba mi tripa. Después bajó sus grandes manos por mi cintura para deshacerme de mi pantalón y entonces noté el escozor.- ¿Qué es esto?

-Nada, no es nada, sigue.

-Stacy, tienes algo ahí.

-Chuck, que no es nada. -Me miró seriamente y, como si nada, siguió.

Tardé en dormirme a pesar de tener los brazos protectores de Chuck a rodeándome pero cuando volví a despertarme a las cinco de la mañana él ya no estaba y volví a sentirme sola. 

Ocho MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora