Stacy

54 5 0
                                    

-¿Sigues solo? -Me acerqué a Austin mientras me encendía un cigarro.

-¿Fumas?

-Hago muchas cosas, cariño. -Sonreí con picardía.- ¿Y bien? ¿Sigues solo?

-Sí, ¿por qué?

-¿Te apetece compañía?- Apagué el cigarro antes de entrar a su casa y subir a su habitación. Él se quedó de pie mientras que yo me senté en el borde de su cama.- ¿Y qué haces tú para divertirte? -Eso le sacó una sonrisa de oreja a oreja. No sé qué tenía pero me ponía a mil.

-No creo que quieras saberlo.

-Por favor, sorpréndeme. -Me miró dubitativo un segundo y acto seguido abrió uno de los cajones de su cómoda. Sacó una pequeña bolsa de su interior, se sentó en la silla de su escritorio y se puso frente a mí cogiendo una pequeña cantidad del interior de la bolsa con lo que parecía una cuchara diminuta. Lo acercó a su nariz y lo aspiró.

-¿Quieres probar? -No quise que se notara que me daba miedo probar aquello. No había probado nunca drogas duras y no sabía si quería hacerlo.

-Tengo una cena importante esta noche pero guárdame un poco para otro día. -Él asintió.- Así que no eres para nada un angelito, ¿eh?

-Bueno, a ratos. -Me encantaba descubrir esa oscuridad que se escondía en los hombres, como un chico aparentemente encantador podía ser en el fondo un adicto a las drogas y al sexo.

-¿Quieres que nos portemos mal? -Eran las palabras mágicas. Nunca fallaba tentar de esa forma a un chico así.

Todo se aceleró. Empezamos a besarnos con ganas, sin pensar en nada más. Metió sus manos por debajo de mi falda y me levantó para ponerme sobre el escritorio. Noté como sus dedos se encajaban con mi tanga y me lo bajó lentamente mientras besaba mis pechos. Me introdujo sus dedos con fuerza y gemí de placer.

-Dime qué cosas te gustan. -Me susurró.

-Hazme lo que quieras.

-¿Lo que quiera? -Metió con más fuerza sus dedos y me agarró del pelo. Me empujó con brusquedad hacia la cama dejándome caer boca abajo. Me dio un poco de miedo pero estaba acostumbrada a aguantar cosas así. Esas cosas son las que les gustaba a ellos. Estaban acostumbrados a las películas porno donde demacran a la mujer y eso es lo que les ponía tanto así que simplemente aguanté. Siguió agarrándome del pelo con fuerza y me azotó repetidas veces. Escuché como se quitaba el cinturón y se bajaba la cremallera del pantalón. Me penetró de forma brusca, sin avisar y me acercó a su cara tirando de la coleta.

-¿Así te gusta? -Asentí como pude y repitió la penetración varias veces. Me giró y me dejó caer al suelo, con la cama a mis espaldas.- Abre la boca.- Empezó a masturbarse frente a mí e intenté que pareciera que deseaba aquello, que me gustaba que lo hiciera. Cuando acabó noté aquel flujo espeso caerme por la cara y escuché su suspiro de desahogo.- Increíble. -Murmuró. Escuché como se alejó y abrió el grifo del baño. Yo me levanté y busqué algo con lo que limpiarme.- Puedes pasar al baño, si quieres. -Hice lo que me dijo. Entré y me limpié la cara, quitándome parte del maquillaje con ello. Cuando volví a la habitación él ya estaba vestido, sentado en la silla esnifando de nuevo.- Ha sido increíble, repetimos cuando quieras.

-Me alegra que te haya gustado. -Me acerqué a besarle y me apartó.

-¿Qué haces? Que puto asco.

-Me he limpiado.

-Da igual, me da grima. -Busqué mi tanga y me lo puse.- ¿Te veo por la ventana, vecinita?

-Claro. Ahora ya lo has visto todo.

-No, me falta mucho por ver.

Ocho MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora