♥ Detalles

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Probablemente eran la pareja más envidiada aquella noche cuando decidieron reunirse con sus amigos y disfrutar del rato todos juntos. Y es que desde que llegaron habían causado revuelo con miradas curiosas y otros pocos muriendo de ternura por lo bien que se veían juntos.

Y es que desde que tienen memoria siempre los habían visto estar juntos, dos adolescentes enamorados sin atreverse a confesar sus sentimientos hasta que dieron el siguiente paso; Y ahora, verlos en su faceta como adultos y que su amor perdurara con los años tenía a todos totalmente llenos de ternura y envidia de la buena.

Cuando tomaron asiento no pasaron desapercibido como él te había ayudado a retirar la silla lo suficiente para que pudieras tomar asiento, o como te ayudó a retirar tu abrigo y ponerlo en el pequeño perchero a lado suyo para colgar de igual manera tu bolso. Podían observar como su mano daba leves caricias sobre tu cuerpo, como si no pudiera estar sin tocarte para asegurarse que estabas a su lado, o las miradas robadas que te daba durante la conversación. Si de algo estaban seguros todos en esa mesa, es que había momentos en los que ustedes se perdían en su propio mundo y dejaban de existir, siendo espectadores. 

Había ocasiones donde él hablaba y tú podías observarlo por horas, detallando cada milímetro de su rostro como si antes no lo hubieras hecho. Te entretenías detallando los lunares que adornaban su rostro, desde aquel que resaltaba en el puente de su nariz hasta la pequeña marca en su mejilla que solo la notabas si la veías con atención. No te percataste que te habías quedado observándolo por mucho tiempo hasta que él volteó a verte y apartaste la mirada con un sonrojo en tus mejillas.

—Creo que alguien ya encontró algo más interesante de ver que nuestra plática.—Uno de sus amigos murmuró ante la acción y sentiste ruborizarte aún más, si es que era posible.

Toda la mesa soltó estruendosas carcajadas y tú solo te aclaraste la garganta mientras agarrabas de la copa frente tuyo para disimular tu bochornoso momento. Cuando tu novio comprendió lo que pasaba, solo giró su cuerpo hasta que quedara en dirección tuya y atrapó tu brazo para jalarte en su dirección, reposando tu cuerpo contra el suyo de tal manera que tu espalda quedara contra su pecho y sus brazos rodeándote. Recargó su barbilla en la cima de tu cabeza, mientras tú te entretenías jugando con sus manos que descansaban sobre tu regazo.

Todos apreciaron con ternura la escena, siguiendo con la conversación después de todo. No participabas mucho en lo que decían a menos que te llamaran, pero preferías no hacerlo y disfrutar como se sentía su respiración contra tu piel, sus dedos jugando con los tuyos en pequeñas guerras de lucha y como el anillo que compartían sobresalía contra la luz.

Decidiste agarrar tu celular pero te diste cuenta la poca batería que le quedaba, por lo que te inclinaste para tomar tu bolso y sacar el cargador, sin percatarte de como había posicionado su mano en la orilla de la mesa para cuidar que no te golpearas al incorporarte, y como si de recalcar su punto se tratara, cuando volviste a tu lugar el costado de tu rostro rozó el dorso de su mano sin prestar atención a ello. 

Las chicas enfrente tuyo si lo notaron y sonrieron enamoradas ante el acto, mientras volvías a tu lugar entre sus brazos y seguían la velada como si nada. Él tampoco se vio muy interesado en seguir conversando, por lo que solo se limitó a dirigirte leves miradas para apreciar lo espectacular que te veías aquella noche. 

—Te amo.—Susurró contra tu oreja, apretando sus brazos alrededor tuyo. 

—¿Qué?—Cuestionaste al no estar muy segura de haber escuchado bien.

—Que te amo.—Repitió con una sonrisa.

—Ya, no deberías de decir esas palabras aquí.—Te abanicaste con tu mano y trataste de disimular tus mejillas sonrojadas. 

—¿Por qué no? No tienen nada de malo.—Entrelazó sus dedos con los tuyos y los posicionó sobre tu muslo.

Decidiste no contestar, y es que te costaban las demostraciones públicas y ya considerabas demasiado personal mostrarse en esa posición frente a sus amigos, pero la molesta silla te había cansado y preferías estar entre sus brazos que seguir aguantando las molestias en tu espalda.

Claro, era una excusa perfecta.

Pasó el tiempo y solo deseabas poder ir a casa, no aguantabas las zapatillas que habías decidido usar para aquella noche y el maquillaje ya te estaba molestando. Sentías tus ojos cansados y el vino en tu sistema hacía que te relajaras más de lo que quisieras, eso y sumarle las caricias que tu novio proporcionaba sobre la piel en tus muslos o como hacía trazos sin sentido en el dorso de tu mano. Cuando las primeras personas se levantaron para irse, fue su momento para escapar de ahí y dirigirse a casa. 

Las despedidas fueron más largas que lo que te hubieran gustado, pero cuando se dirigieron al automóvil y abrió la puerta del copiloto para ti, decidiste soltar un suspiro de agradecimiento cuando por fin sentiste el acolchonado asiento y te dejaste llevar por las tinieblas del sueño y del agotamiento. 

—¿Lista para irnos?—Cuando él se subió por la puerta del piloto y terminó de ponerse el cinturón de seguridad, volteó a verte y sonrió cuando pudo observar como te encontrabas con los ojos cerrados y totalmente noqueada por el cansancio.—Te dormiste más rápido de lo que imaginé.

Retiró su saco que completaba su traje y lo colocó sobre tus piernas, para luego cerrar bien el abrigo que llevabas puesto y de esa manera no sintieras frío durante el trayecto. Prendió la calefacción para nivelar la temperatura en el automóvil y se dispuso a manejar hasta su hogar, dirigiéndote leves miradas para comprobar si estabas cómoda. 

El camino fue corto, y para cuando llegaron se aseguró de abrir la puerta de entrada para poder cargarte y cerrarla con su pie, dirigiéndose hasta la habitación que compartían y depositándote en medio de la gran cama. 

—Bebé, tienes que despertar, es hora de cambiarse.—Te habló mientras trataba de hacerte sentar y ayudarte a quitar los zapatos.

Soltaste un bostezo mientras retirabas el abrigo de tu cuerpo y tratabas de buscar el cierre pero parecía una tarea demasiado complicada. Cuando se dió cuenta de tu búsqueda, te ayudó a bajarlo lo suficiente para que pudieras hacerlo por tu cuenta y se volteó para buscar una de sus camisetas y pudieras dormir con ella. 

—Bien, te pondré esto para que puedas dormir, pero ¿No quieres desmaquillarte? Sé cuanto odias irte maquillada a la cama.—Murmuró cuando te vio tratando de sacar tus brazos de las mangas y en un rápido movimiento te colocó la camiseta sobre tu cabeza, y estando en su lugar, retiró el vestido de tu cuerpo.

—Mm-mm cansada... hacer...eso.—Murmuraste mientras tallabas tus ojos con sueño.

—Te traeré tu bolsa y así puedes hacerlo desde la cama, ya vuelvo.—Se dirigió rápidamente al baño y sacó la bolsa donde contabas con todo tu maquillaje y volvió a la habitación donde lo esperabas sentada en medio del sueño y la realidad. 

No sabías como lo habías logrado pero te quitaste el maquillaje que anteriormente adornaba tu rostro y tocaste la almohada para poder dormir a gusto. Tu novio volvió la bolsa en su lugar y aprovechó para desvestirse hasta quedar en ropa interior y dirigirse a la cama, acostándose detrás tuyo y envolviendo sus brazos alrededor de tu cuerpo. 

—Te amo mucho, descansa, cariño.—Susurró antes de fundirse en sus propios sueños y perderse entre las nublas del cansancio. 

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Tengo dos ideas de imaginas tristes y los iba a publicar pero dije: No, Alex, hay que darles algo romántico antes de las tragedias. Y aquí lo tienen, ¡Nos leemos! 

✎ Imaginas (III) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora