✚ Debilidad

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Aquella mañana no habías despertado para nada bien, después de la pesadilla que habías tenido y de la cual provocó que despertaras en medio de gritos y el llanto que desprendía tu rostro, decidiste no volver a dormir y esperar a que el sol saliera por completo antes de iniciar tu día. 

Hoy era el día que más habías esperado a que llegara; Te encontrarías con tu prometido en aquel restaurante en el que tanto amabas pasar el rato, por lo que te levantaste para alistarte y te preparaste mentalmente para lo que le confesarías aquel día tan especial. Cuando saliste de la habitación porque la camioneta te estaba esperando olvidaste por accidente el regalo que tanto te habías esmerado por conseguir, pero no tenías tiempo y estabas presionada. 

Saludaste al viejo guardaespaldas de tu novio con una sonrisa y le indicaste el lugar, siendo seguidos por otra camioneta de los mismos hombres que trabajaban para ellos y marcharon con sigilo, jugando con tus manos durante el trayecto con un toque de nerviosismo.

—¿Cayden ya se encuentra ahí?—Cuestionaste después de un rato de partir.

El hombre asintió.—El señor me llamó cuando apenas había estacionado en su residencia para esperarla, avisando que se encontraba ahí esperándola.

Sonreíste, pensando en la puntualidad con la que siempre llegaba. El camino no era largo, por lo que bastó un par de cuadras más para visualizar el gran letrero que daba con el establecimiento y tus nervios incrementaron.

Aparcó a una calle delante, teniendo que cruzar, por lo que te bajaste con un agradecimiento y cuando te dispusiste a caminar hasta donde él se encontraba esperando con una sonrisa en su rostro en cuanto te vió llegar fue que te acordaste y giraste de regreso.

—¡Mike, espera!—Llamaste al guardaespaldas, captando la atención de varias personas. 

Pero todo había sucedido en un solo abrir y cerrar de ojos que cuando menos imaginabas gritos a tu alrededor resonaron por el lugar. Todo parecía pasar en cámara lenta, el rechinido de unos neumáticos contra el asfalto capturó tu atención y giraste tu mirada hasta donde provino el ruido, siendo recibida por uno hombre apuntado su arma contra ti, con un gesto casi cínico. No tuviste tiempo de reaccionar, el primer estruendo resonó por todo el lugar y líquido caliente y espeso caía a la altura de tu estómago, empapando tu vestido en cuestión de segundos.

Escuchabas como él te gritaba, junto con otros estruendos que se avecinaron después del primero, pero ninguna parte de tu cuerpo parecía responder y caíste de rodillas contra el aslfato, llevando tus manos contra tu estómago donde sentías la sangre brotar en grandes cantidades. Para cuando él había llegado a tu lado, sentías tus ojos pesados mientras caías contra su pecho, aferrando una de tus manos ensangretadas contra su saco. 

—¿¡Por qué no hacen nada!? ¡Sigan a esos bastardos!—Gritó y una de las camionetas chirrió al jugar con la palanca de cambios, saliendo de la zona.—Oh, amor, tienes que resistir, ¿Si? Estoy aquí, estarás bien mientras yo esté aquí, ¿Me entiendes?

Tragaste en seco, provocando un malestar en tu garganta que te hizo toser y atragantarte con tu propia saliva. La figura de tu prometido parecía distorsionada conforme parpadeabas, siendo borrosa de su silueta y sintiendo como te hablaba de forma lejana a pesar de que sentías las vibraciones de su pecho contra tu rostro.

—Hey, cariño, no cierres tus ojos, ¿De acuerdo? Solo aguanta un poco más mientras logramos despejar la zona y conseguimos salir de aquí, solo no me dejes, no tú.—Pidió, bajando su tono de voz poco a poco.

—M-me siento can-cansada.—Murmuraste con dificultad, tratando de aclarar aquel malestar en tu garganta.

—No gastes fuerzas, aquí estoy par ti y no dejaré que nada malo te ocurra, solo espera un par de minutos más.—Te apartó lo suficiente para quitarse su saco y lo colocó alrededor de tu cuerpo, para luego acunarte contra su pecho.—Estarás bien, amor, solo espera.

✎ Imaginas (III) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora