Amabas a los niños y a tu trabajo; Y que más daba, si tu trabajo consistía en cuidar de los niños durante su visita a pediatría y hacerlos sentir menos nerviosos por ver al señor vestido de blanco con el cual sus padres amenazaban con que los iban a inyectar si se portaban mal.
Odiabas ver a los niños llorar, por lo que siempre tenías guardadas en tu bolsillo paletas de todos colores para sacarles una sonrisa, eso siempre los animaba a pesar de todo padecimiento que tuvieran.
—¿A quién atenderemos el día de hoy?—Cuestionaste mientras checabas la tabla con la información del pequeño paciente y sonreías al entrar al consultorio.
—¡A mí!—Gritó eufórico el pequeño azabache mientras extendía sobre su cabeza sus bracitos.
—Oh, eres el primer paciente que veo tan animado, veamos que tienes.—Tomaste lugar frente suyo y lo miraste sobre tus gafas.—¿Dolor estómacal? Eso no suena bien, no podría darte una paleta por buen paciente que eres.
—¡Ya me siento bien! Se lo juro, no me duele nada.—Hizo un puchero ante la negación del dulce.
—Cariño, qué te he dicho sobre jurar.—Cuando la tercera voz entró en la conversación, te percataste del padre de familia que estaba tomando asiento del otro extremo.
Te intimidó su aura de seriedad, portando un traje de color gris con la corbata levemente desarreglada; Su cabello parecía haber sufrido de sus manos pasando por él en varias ocasiones, provocando que esté despeinado.
—Que jurar es malo, perdón.
Sonreíste ante la respuesta del niño y volteaste .—¿Puedo intuir qué es un padre primerizo y que por tanto tuvo un ataque de nervios?
Soltó una carcajada y asintió.—¿Se nota tanto?
—Bueno, tengo experiencia en el campo así que puedo deducir cuando los padres suelen ser paranóicos o ya están acostumbrados a que sus hijos no vienen con un sistema totalmente blindado y que es normal que tengan algún malestar.
—Lo siento, además de ser padre primerizo solo estamos él y yo, por lo que en cuanto se queja de algún dolor corro con su pediatra para ver de que trata. Ahora estaba en una reunión cuando me hablaron de emergencia de la escuela, yo no tenía mi celular conmigo así que me alarmé después de tantas llamadas, tuvo que ir mi madre a recogerlo y cuando los vi llegar a mi trabajo me preocupé peor porque lo creí algo mucho más grave pero ahora que el doctor lo checó por completo ya puedo respirar.—Se cruzó de brazos mientras dejaba escapar un suspiro retenido.
—Está bien, yo sufrí al principio de igual manera con mi hija. Al principio piensas que el mundo se te viene encima porque te sientes solo en ese momento, los niños aún no logran comunicarse bien por su edad y nos dan síntomas a lo vago que muchas veces lo interpretamos de maneras exageradas, por lo que decidimos correr al doctor. Te acostumbrarás, además pareces tener un niño bien portado que no le teme al doctor, ¿No es así, amiguito? ¿No temes venir aquí?—Acariciaste su cabellera y provocaste en los dos hombres una sonrisa.
—No tengo miedo, el doctor siempre me da dulces si me porto bien mientras me checa.—Asintió contento.
—Muy bien, supongo que ya van de salida y solo estoy por firmar su alta. Solo sigan las indicaciones sugeridas por el doctor y para dentro de un par de días las molestias desaparecerán, pero si perduran vengan en cuanto antes para hacer estudios en caso de que lo requiera, aunque este hombrecito es muy fuerte y valiente, un simple dolor estómacal no le hará nada.—Pellizcaste su mejilla, provocando una carcajada.
—Gracias, realmente tienes buen trato con los niños.—Agarró el papel que le tendiste con la alta firmada y negaste.
—Teniendo en cuenta que en toda mi vida me gustó tratar con niños, que tengo una niña esperando por mí en casa todos los días y que mi debilidad es verlos felices... Diría que es mi trabajo soñado.
—Entonces sí es tu trabajo soñado.—Concordó, sacando de ambos una risa.
Y todo eso sucedía mientras que el pequeño veía desde su silla el momento con un gesto cuestionable, jamás había visto a su papá tan amable y honesto cuando se trataba de una chica, pero ahora parecía todo lo contrario.
Parecía cómodo. Tanto como él también se sentía cómodo con las leves caricias que le propinabas en el cabello o como jalabas sus cachetes cuando antes los detestaba, pero tratándose de ti, se sentía bien.
Tal y como soñó sentirse cuando pudiera tener una mamá.
—Entonces es todo por hoy, pueden ir a casa a descansar. Cuidado en la salida y en el camino, a esta hora suele haber demasiado tráfico.—Sugeriste mientras sacabas una paleta de tu bolsillo y se la tendías.—Promete comerla cuando te sientas mejor, si no lo haces te dolerá peor el estómago, ¿Entendido?
Asintió el pequeño y sonreíste, despidiéndolos con la mano antes de fijarte nuevamente en la tabla y ver quien sería el siguiente paciente cuando los dos hombres salieron en busca de la salida.
El camino era silencioso para ambos hasta que subieron al automóvil, una vez que se aseguró que estaba bien asegurado, emprendieron camino a casa a pesar del horrible tráfico que dedujiste.
—Ella era muy bonita.—El niño comentó mientras comenzaba a jugar con sus manitas.
—¿Quién?
—La que nos atendió en el doctor, la que me dió la paleta.—Mostró su paleta con orgullo y la volvió a guardar en la chaqueta que llevaba puesta.
—¿Hablas de la enfermera?—Cuando su hijo asintió, mostró una sonrisa.—Sí, era muy bonita.
—¿Puede ser mi mamá?
Casi se atragantó con su propia saliva ante la pregunta.—¿Qué?
—Te veías muy feliz a su lado, mientras hablaban. Una vez me dijiste que así te sentías con mamá.
No pudo negar el nudo en su garganta instalándose con rápidez.—¿Cuándo te dije eso?
—Una de las veces que me contabas un cuento para dormir, comparaste el amor que se tenían los príncipes con el que tenías con mamá. ¿Ella puede ser mi nueva mamá? Ella me cae muy bien.
Los automóviles comenzaron a avanzar nuevamente, pero no lo suficientemente rápido como para salir de ese aborchonado momento.
—No funciona de esa manera, cariño. Tiene que ser mutuo y apenas es la primera vez que nos conocemos, yo podré estar cómodo con ella pero no puedo asegurar que sea de la misma manera de ella hacía a mí, a lo mejor solo está haciendo su trabajo y es amable con todos porque así lo requiere.
—Pero con ella no me enojé que me tocara mis cachetes, ni mi pelo.—Señaló su rostro y ambos rieron.
—En eso tienes razón, ni siquiera a mi me dejas hacerte cariños.—Cuando señaló aquel punto, provocó un rubor en las mejillas de su hijo.
—¿Entonces no puede ser mamá?—Un puchero se formó en sus labios en señal de decepción.
—Me temo que no puede suceder de esa manera, pero no te pongas triste, ¿O acaso no soy un buen padre para ti y quieres cambiarte por otra persona?—Trató de bromear para mejorar el estado de ánimo de su hijo, pero solo consiguió un leve movimiento de cabeza.
Y para cuando llegaron a casa y el pequeño subió a su habitación, lo que no contaba él era que ya estaba formulando un plan en su pequeña cabecita, todo con tal de unirlos y hacer poder crecer a su minúscula familia de dos integrantes, convirtiéndose en tres próximanente, o cuatro.
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Tengo una tos de perro horrible):
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✎ Imaginas (III) ✓
RandomEfectivamente, estás leyendo bien, este es el tercer libro de imaginas ;) Inicio: 18/Mar/2022. Fin: 21/Dic/2022.