Habías notado a tu novio algo serio contigo desde que inició la mañana, pero al final lo habías dejado pasar y transcurrió el resto del día con normalidad hasta que llegó la noche y por lo tanto la hora de cenar.
—Pensaba que podríamos encargar algo de cenar, ¿O preparamos algo? Creo que tenemos para hacer pasta y albóndigas, aunque encargar sushi parece buena idea, ¿Qué se te antoja?—Cuestionaste llegando a la sala donde estaba reposando viendo la televisión y te sentaste a su lado.
—No tengo hambre.—Murmuró con un tono seco, sorprendiéndote.
—¿No? Pero si hace un rato dijiste tener hambre.—Frunciste el ceño confundida.
—No tengo.—Afirmó sin voltear a verte y siguió viendo la televisión.
—Pero si encargo comida no quiero comerla sola, además requiere un mínimo de pedido para que la traigan y con lo que pedimos los dos siempre se cumple.—Hiciste un leve puchero y te recargaste contra su costado, dejando tu barbilla sobre su hombro.
No te miró, al contrario, te siguió ignorando y frunciste aún más el ceño ante su comportamiento, ¿Qué era lo que pasaba? Habías tolerado su forma de ser tan tosca todo el día pero pensabas que había amanecido de mal humor o que algo le molestaba.
Ahora parecía algo personal.
—¿Qué es lo que te pasa? Todo el día pareces estar enojado conmigo y ni siquiera sé si te hice algo o dije algo que te molestara.—Te aventuraste hasta el control remoto para apagar la televisión y captar su atención.
Pero eso solo provocó que frunciera el ceño y un tierno puchero se formara en sus labios, los cuales querías besar pero no querías distraerte en ese momento.
—No sé a que te refieres.
—¡Claro que sí!—Lo acusaste.—Todo el día trataste de evitarme, y cuando te hablo me hablas con un tono serio y ni siquiera me prestas atención. Así que dime, ¿Qué fue lo que pasó? ¿Acaso dije algo malo?
Picaste su costilla tratando de hacerlo reír, sabías que tenía gran sensibilidad y era fácil hacerle cosquillas, y si se negaba a hablarlo entonces recurrirías por las malas.
Sus labios temblaron por la culpa de querer sonreír pero se mantuvo sereno, cruzado de brazos y viendo el televisor ahora apagado.
—Anda, si no lo hablamos entonces no podremos llegar a nada, sabes que cuando algo nos molesta o incomoda tenemos que decirnos porque no somos adivinos para saber lo que le ocurre al otro sin explicarlo.
—Es algo tonto.—Susurró mientras bajaba la mirada, apenas audible para ti.
—¿Qué es tonto?
—Mi enojo, fue mi culpa.
—¿Por qué? ¿Por qué es tu culpa? Si algo te molesta no es tonto, podemos arreglarlo.
Sintió sus mejillas arder en un fuerte rubor y negó.—Solo hay que ignorarlo.
—No, estuviste todo el día evitándome y haciéndome la ley del hielo prácticamente como para simplemente olvidarlo.
—Es que es demasiado tonto, no tiene sentido.
Picoteaste nuevamente su costilla y no pudo retener la sonrisa que surgió en sus labios; Volviste a picotear y de paso tus dedos acariciaron parte de su costado para sacarle una leve carcajada que rápidamente fue oculta por sus manos sobre su boca.
—Vamos, no me hagas recurrir a la forma mala.
Negó y cuando creíste que te diría la razón finalmente, sus manos cubriendo su boca y su tono bajo logró que se distorsionara lo que quería decir.
—No es justo, no te entendí nada.
Volvió a repetirlo pero el sonido era amortiguado por sus manos, por lo que cubriste las suyas con las tuyas y las apartaste.
—Vuelve a decirlo.
—Soñéquemeengañabasyporesodespertéenojadocontigo.—Recitó tan deprisa que entendiste lo más mínimo.
—Vamos, no estás siendo justo, nuevamente.
Suspiró resignado y cerró los ojos.—Soñé que me engañabas y es por eso que desperté enojado contigo. Sé que es tonto, no tienes porqué decir nada al respecto.
Cuando sus palabras se asentaron en tu sistema no sabías como reaccionar. ¿Te reías? ¿Te enojabas de vuelta? ¿Llorabas? No sabías que hacer, por lo que solo te limitaste a sonreír y ahuecar su rostro entre tus manos.
—¿Fue por eso todo este tiempo?—Cuando asintió, sonreíste aún más.—¿Y no creías que era mejor decirme en lugar de enojarte conmigo y no con la yo de tus sueños?
—Es que se sintió muy real, y cuando desperté y te vi acostada sobre mí temía que sucediera, por un momento no supe que era lo real y lo que era un sueño.
—Cariño, yo no podría serte infiel. Detesto a las personas que hacen eso y si yo tuviera que hacerlo preferiría dejar la relación antes de lastimarte a ti de esa manera, pero de todas formas no hay una sola persona más a parte de ti que robe mi atención, no tienes que temer por algo como ello.
—¿Lo prometes?—Susurró con un gesto decaído, por lo que te inclinaste y besaste su frente.
—Te lo prometo, no tienes porqué temer de que tu sueño se cumpla.
Y con un beso de por medio, sellaron la promesa que tanto había temido al principio.
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✎ Imaginas (III) ✓
RandomEfectivamente, estás leyendo bien, este es el tercer libro de imaginas ;) Inicio: 18/Mar/2022. Fin: 21/Dic/2022.