4.- Cambios

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Pasaron los días, Sofía y yo habíamos vuelto a la normalidad

—Bella, me gustaría que conocieras a Irene —La cara de Sofía transmitía alegría.

—Sí, claro. Cuando quieras —le respondí.

Esa misma noche llegué al punto de encuentro donde había quedado con Sofía,  pero alguien más estaba con ella. ¿Sería Irene? Me acerqué a ellas, Sofía estaba radiante, rebosaba felicidad, el encuentro que tanto esperaba estaba a punto de producirse.

—Hola Bella, en estos últimos meses te has convertido en una de las personas más importantes de mi vida y por ello estaba deseando que llegase el momento de que conocieses a mi mejor amiga —Sofía no dejaba de sonreír—. Ella es Irene. Irene, ella es Bella.

Irene era una chica de la misma estatura que Sofía, de pelo castaño y ojos color miel. La primera impresión que tuve de Irene fue que era una chica seria, borde, de mal carácter, prepotente, arisca... Que lo primero que se me pasó por la mente fue que no llegaría ni a la vuelta de la esquina con ella, que discutiríamos mucho. No sé, no me daba buena impresión, no conseguía encontrar la chica que me había descrito Sofía en Irene. Pero por Sofía traté de ser simpática con Irene.

—Hola Irene, encantada de conocerte —mi sonrisa era forzada.

—Igualmente, es un placer conocer por fin a la persona de la que Sofía no para de hablar —su sonrisa parecía sincera y me sorprendió saber que Sofía le hablaba tanto de mí a Irene.

Cruzamos un par de palabras más cuando me di cuenta de que me había equivocado totalmente con Irene. Mi impresión con Irene había cambiado radicalmente con tan sólo haber cruzado unas palabras, era una persona maravillosa. Irene era la persona que sin yo quererlo desarmaría la coraza que tantos años costó forjarme a mi alrededor. Ella era la amiga que tanto deseé tener. Me asusté tanto que intenté por todos los medios alejarla de mí. Pero Irene nunca se rindió conmigo, por más que intenté alejarla, ella siempre permaneció a mi lado. Desde el mismo momento en el que nos conocimos pasamos a ser las super nenas, el trío calavera, las tres mellizas... siempre las tres juntas en todo momento.

Irene, que hasta entonces salía poco porque su novio no la dejaba salir, se plantó, le puso los puntos sobre las íes y empezó a salir siempre que le apetecía, de hecho, su relación estaba evocada al fracaso... algo que todas sabíamos menos ella. Irene no se merecía alguien así a su lado.

Pasábamos los días las tres juntas siempre, no importaba el día, la hora o la climatología, siempre era buen momento para estar juntas. Pero un sábado Sofía no salía, estaba enferma y supuse que Irene se quedaría con su novio. Mi sorpresa fue cuando recibí un WhatsApp de Irene.

—Hola Bella, como Sofía está enferma, había pensado que podíamos salir tú y yo a cenar y luego ir a un sitio tranquilo y conocernos más ¿Te apetece?

—Sí, claro. Me ducho, cojo el coche y paso a buscarte —le contesté.

—Vale, te espero, no tardes, tardona —otra que ya conocía mi impuntualidad.

Minutos después fui a recogerla, cenamos en nuestro bar de siempre y luego nos fuimos al parque que estaba cerca de mi casa para hablar tranquilamente. Después de hablar largo y tendido, de contarnos cosas de nuestra vida, nuestros amores y desamores, nuestras inquietudes y sueños... Irene me hizo una pregunta que me descolocó totalmente.

—¿Por qué intentas alejarme de ti? —la pregunta de Irene me pilló por sorpresa.

—¿Perdona? no sé de qué me estás hablando... —la miré extrañada.

—Bella, no te hagas la tonta, intentas por todos los medios alejarme de ti, de hecho, me ha sorprendido que aceptases mi invitación para quedar sin que esté Sofía con nosotras.

Mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora