76.- La cama, mi refugio.

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El beso de Sofía me hacía la persona más feliz del mundo. Deseaba desde lo más profundo de mi ser, que ese beso no terminase nunca. Noté mis labios mojarse, ahí me di cuenta de que Sofía estaba llorando, entonces sentí que ese beso era un beso de despedida. El beso que nunca quise que terminase, se acabó.

—No llores —le dije a Sofía y sequé sus lágrimas con la yema de mis dedos—. Prométeme que vas a estar bien... —Sofía no dijo nada— Sofía, prométemelo...

—No puedo...

—Ojalá pudiese cargar yo con tu dolor...

—Bella, no soportaría que cargases con tu dolor y con el mío. ¿O te crees que no sé cómo estás tú?

—Yo estoy bien —le dije para no preocuparla aunque me estaba muriendo por dentro.

—Yo también conozco cada tono de tus ojos, Bella...

—No alarguemos más esto... —me mataba esta situación y tenerla delante de mí sintiendo que todo era una despedida.

—¿Te vas a olvidar de mí? —me preguntó.

—Recuerda estas palabras siempre: Nunca amaré a nadie que no seas tú, te amo y siempre te amaré.

Salí de su habitación y empecé a caminar por el pasillo, eché la vista atrás y Sofía estaba mirándome desde la zona del pasillo donde se encontraba su habitación. Volví la vista al frente y seguí hacia delante. Salí de su casa y me metí en mi coche, una vez dentro no aguanté más y romí a llorar. Después de un rato llorando, me tranquilicé, arranqué el coche y me fui a mi casa. Esa misma tarde Irene me habló por WhatsApp.

Irene: ¿Quedamos?

Bella: Hoy no puedo, nena.

Irene: ¿Y eso?

No podía decirle que estaba muerta en vida, así que me inventé cualquier excusa.

Bella: Tengo que ayudar a mi hermano con unas cosas.

Irene: Vale, nena, nos vemos mañana entonces. Te quiero.

Bella: Yo también te quiero.

Me metí en mi habitación, bajé la persiana, me metí en la cama y ahí me quedé, sin hacer nada, sin querer hablar ni ver a nadie. Perdí la noción del tiempo, sólo sabía si era de día o de noche cuando salía para comer algo o ir al baño. Llevaba días encerrada en mi habitación, mi madre y mi padre pasaban constantemente.

—Bella, ¿Qué te pasa? —me preguntó mi madre entrando en mi habitación— Habla conmigo, llevas días encerrada, sin comer apenas...

—Mamá, no quiero hablar.

—Irene lleva días llamándome, que dice que no le coges el teléfono ni respondes sus WhatsApp...

—Mamá, déjalo, quiero estar sola, por favor... —le supliqué.

—Bella, me tienes muy preocupada...

—Mamá, estoy bien... sólo quiero estar sola.

—Bella...

—No quiero hablar con nadie, déjame sola.

Mi madre se inclinó hacia a mí, me dio un beso en la frente y se fue. No sé cuanto tiempo pasó, no era consciente del tiempo ni de nada que pasase a mi alrededor. Llamaron a la puerta de mi habitación.

—¡Mamá ya te he dicho que quiero estar sola! —exclamé.

Estaba de medio lado en la cama y desde mi posición no veía la puerta de mi habitación, la puerta se abrió.

Mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora