130.- Decepción.

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Pasaron unos días e Irene insistía en llamarme, deduje que Sofía le había contado el por qué del codazo y querría hablar conmigo, pero yo no tenía fuerzas para nada. Una semana después tras la insistencia de Irene me decidí a hablar con ella, que yo me estuviese dando un tiempo con Sofía no debería interponerse en mi amistad con Irene y si seguía así, perdería a Irene también. Quedé en ir a recoger a Irene a su casa y nos fuimos a la sierra.

—¿Cómo estás? —me preguntó Irene.

—Bien —respondí.

—Sofía me ha contado lo que pasó... ¿Por qué no me contaste cómo sucedieron las cosas? —me preguntó extrañada.

—No era algo mío, no me correspondía a mí contártelo.

—Bella, lo siento, siento todo lo que te dije...

—No te preocupes, era obvia tu reacción —le dije para quitarle hierro al asunto.

—Sí, pero no debí creer tan rápido que fueses capaz de hacer algo así por que sí.

—Bueno, da igual, no importa, de verdad.

—¿Me perdonas? —me preguntó triste.

—Sí.

—¿Por qué no vuelves a salir con todos nosotros? —me preguntó preocupada.

—No... no me apetece...

—Bella, fue un accidente... tú no tuviste la culpa. No hiciste nada malo... ¿Por qué te castigas de esta manera?

—Irene, necesito tiempo.

—Pero te necesito... todos te necesitamos...

—No estoy bien y ya sabes cómo soy cuando no estoy bien. Necesito tiempo y cuando me encuentre con fuerzas volveré, ya lo sabes.

—Bella...

—Por favor, no me insistas...

—¿Hay algo más que debiera saber? —me preguntó intrigada.

—No.

—¿Puedes quedarte conmigo hoy al menos? —me preguntó esperanzada.

—Vale.

—Me ha dicho mi hermano que está en el cortijo montando a caballo, ¿Quieres que vayamos y te despejas? —me propuso Irene.

—Vale.

Llegamos al cortijo y nos acercamos al ruedo donde Jorge, el hermano de Irene, estaba montando a caballo. Cuando llegamos, Jorge estaba en el muro apoyado y se acercó a nosotras para saludarnos. Jorge no estaba montando a caballo, pero me fijé que dentro del ruedo sí había otro chico montando a caballo y Jorge se fue a por unos refrescos para Irene y para mí.

—¿Quién es ese chico? —le pregunté intrigada a Irene.

—Es Sergio —Irene me miró con una sonrisa traviesa—, el mejor amigo de mi hermano —me quedé mirándolo, me llamó mucho la atención ese chico, su forma de montar a caballo, su destreza... Montaba un caballo alto, fuerte, de un color negro que brillaba bajo la luz del sol—. Bella, no le quitas ojo... ¿Te gusta Sergio?

—¿Eh? ¡No! No digas tonterías, es que... ¿Has visto cómo monta a caballo? —le pregunté asombrada.

—El caballo es suyo, lleva montando toda la vida a caballo, practica la doma vaquera y tengo entendido que le gustaría aprender doma clásica —me explicó Irene.

Al rato vino Jorge con los refrescos y nos los bebimos, no podía dejar de admirar la forma en la que Sergio montaba a caballo, me llamaba mucho la atención ya que nunca había estado en ese mundillo.

Mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora