129.- El principio del fin.

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Sentía que Sofía se merecía algo mejor que yo, que Sofía se merecía tener a alguien a su lado que la hiciese feliz, alguien que estuviese a su altura y esa persona no era yo.

—Tengo que irme... —le dije a Sofía con lágrimas en mis ojos, pues no aguantaba ni un segundo más en su presencia sin derrumbarme por completo.

—Bella, que nos estemos dando un tiempo no significa que desaparezcas... Seguimos estando en el mismo grupo de amigos, tienes que seguir haciendo tu vida...

—Ahora mismo no podría estar en el mismo lugar que tú, espero que puedas entenderlo.

—Si eso te provoca dolor, no te preocupes, no quiero hacerte más daño, si no quieres verme lo entenderé y en ese caso seré yo la que no salga con los chicos cuando tú salgas —me dijo Sofía—. No quiero que dejes de salir por mí, Bella.

—Ahora mismo no podría estar en ningún lado. Tú sigue haciendo tu vida, sigue bajando con los demás y no te preocupes por mí, yo estaré bien, sólo necesito estar sola.

—Bella...

—Sólo haz lo que te pido...

—Pero...

—Por favor, si me amas... haz lo que te pido —volví a repetirle. No le di opción a contestarme y me fui de su casa.

Me subí en mi coche y estuve conduciendo durante horas, no quería ir a ningún sitio, no podía estar en ningún sitio... Así que me limité a conducir sin ningún rumbo. Pasaron los días y no sabía nada de Sofía, lo único que quería era estar en mi cama con la persiana de mi habitación bajada sin saber nada de nadie. Pero no podía hacerlo, si lo hacía tendría a mi madre constantemente preguntándome que qué me pasaba, así que no podía estar en casa, no podía permitir que nadie me viese mal. Mis días se limitaban a levantarme, coger el coche y pasarme el día conduciendo o en algún rincón solitario en donde nadie pudiese encontrarme, fumarme unos cigarros, escuchar música y llorar, volver a casa en la noche, ducharme, meterme en la cama y esperar a que llegase el día siguiente para repetir la misma operación.

Irene volvió de Madrid, intentó ponerse en contacto conmigo, pero no lo consiguió. Por mi madre supe que había ido a casa bastante de seguido preguntando por mí, pero nunca daba conmigo, siempre estaba fuera. Me llamaba a diario varias veces al día, me mandaba WhatsApp, iba a mi casa para ver si lograba localizarme, pero nada. Puesto que nadie conseguía dar conmigo, mis amigos empezaron a preocuparse por mí, pero ninguno consiguió que le contestase las llamadas. Tres semanas después, aún con los continuos intentos de mis amigos por dar con mi paradero sin éxito, Sofía me llamó. Tanto tiempo sin que nadie supiese de mí debió preocuparla y me llamó. ¿Debí contestar su llamada? Puede ser... ¿Lo hice? No.

Sofía me escribió por WhatsApp, no me metí a leerlo si quiera, no quería ni que supiese que la había leído, no quería que nadie supiese absolutamente nada de mí. Pero pude ver en la pequeña notificación parte del WhatsApp que me escribió.

Sofía: Bella, nos tienes preocupados a todos, por favor dinos algo. Dime algo, por favor, no me hagas esto...

El WhatsApp continuaba pero no pude leer más. Aún sabiendo que Sofía necesitaba saber algo de mí, saber que por lo menos estaba bien... no hice nada. Había pasado un mes desde que Sofía y yo habíamos decidido tomarnos un tiempo. Una noche llegué a casa después de estar todo el día fuera como cada día y mi madre me estaba esperando en mi habitación sentada sobre mi cama.

—Bella, ¿Qué está pasando? —me preguntó mi madre preocupada.

—¿Por qué lo preguntas? No pasa nada.

—Irene y Sofía no dejan de preguntarme por ti, ¿Qué ha pasado? Están muy preocupadas, dicen que no te ven desde hace un mes...

—Nada, mamá, simplemente he estado viendo a otra gente —le mentí.

Mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora