131.- Luchar contra mi cabeza.

134 4 1
                                    

Sentí como mi corazón se paró de repente, como se destrozó en mil pedazos al saber que mi hermano, mi otra mitad, lo que más quería en la vida, me había robado mi bien más preciado, mi más valioso regalo. Nunca sentí una decepción tan grande como la que me supuso ese hecho.

—¡Para mí estás muerto! —le grité a mi hermano llorando totalmente destruida.

Me levanté de su cama completamente hundida, sin fuerzas para poder dar el siguiente paso que me sacase de allí.

—Bella, por favor... —me dijo mi hermano levantándose de la cama corriendo para venir tras de mí. Pero no le hice caso, no quería saber nada de él— Bella... ¡Lo siento! —para mí, su lo siento, no significaba nada, no tenía ningún valor para mí. Mi hermano había roto algo dentro de mí de lo que jamás me podría recuperar— Bella, por favor perdóname... —mi hermano no dejaba de llorar, sabía todo el daño que me había hecho y él mismo sabía que esto no se lo podría perdonar nunca, por más hermano mío que fuera— Bella, voy a recuperar tu pulsera, te lo prometo... —dijo cogiéndome del brazo y girándome hacia él.

—No prometas algo que no vas a poder cumplir... Esto no tiene solución, ya no es sólo por lo que me has robado, si no también por el simple hecho de que me has robado, yo que siempre lo di todo por ti... Ahora déjame, no quiero saber nada de ti.

Me puse lo primero que pillé para irme, necesitaba salir de mi casa, estar lejos de la persona que más daño me había hecho en la vida, mi propio hermano.

—Vamos, hija... —me dijo mi madre saliendo detrás de mí con un papel amarillo en la mano, se trataba de la factura del compro oro donde certificaba que mi hermano había empeñado mi pulsera y el dinero que le dieron por ella— A lo mejor estamos a tiempo y aún no la han vendido o no la han fundido y podemos recuperarla.

—Mamá, ya ha pasado mucho tiempo de esto... —dije comprobando la fecha en la que mi hermano empeñó mi pulsera— Las posibilidades de que mi pulsera siga allí son nulas...

—No perdemos nada por intentarlo...

Fuimos al compro oro pero como ya me temía, ya no tenían la pulsera, era imposible de recuperar. Volvimos a casa, yo estaba completamente destruida, mi padre había vuelto a casa y mi hermano le había contado todo, mi padre me dijo que denunciase a mi hermano por robo. ¿Pero cómo iba a denunciar a mi propio hermano? Mi padre me dijo que a lo mejor esa era la única forma en la que mi hermano se daría cuenta de todo el daño que nos estaba haciendo y que él me apoyaría en todo si decidiese denunciar a mi hermano. Pero no pude... a pesar de todo el daño que me había hecho, a pesar del dolor, la decepción, la traición... seguía siendo mi hermano y no era capaz de hacerle eso por más que él fuese capaz de hacerme cualquier cosa. Mi hermano salió de su habitación, le vi completamente roto, él mismo se había dado cuenta de que había cruzado una línea que jamás debió cruzar, pero ya no había vuelta atrás... me había destrozado.

De repente mi cabeza empezó a funcionar a mil kilómetros por hora, miles de imágenes se me venían a la mente. Todo lo que fui guardando durante años, todo lo que fui dejando en el fondo, escondido desde hace años empezaba a salir. Siempre me había mantenido fuerte para mantener todo lo que me había hecho daño o me hacía daño recordar, lo más hondo posible, lo más escondido posible y hacer como si todas esas cosas no existieran. Pero había perdido toda mi fuerza, había perdido toda mi voluntad de seguir luchando contra todo, en ese momento me vi la persona más débil del mundo, que no podía con nada y que todo podía conmigo. Entonces todos esos sentimientos que durante años estuve reprimiendo empezaron a dar la cara sin previo aviso...

Sentimientos de como nunca sentí el cariño de mi madre, tan sólo un abrazo por mi cumpleaños o por año nuevo, como mi madre siempre se había desvivido por mi hermano y para mí sólo había reproches, cómo a mi hermano le daba una bonificación por sacar un 5 en un examen y a mí me castigaba por sólo haber sacado un 9'5, como siempre todo era mi hermano y yo era como si no pintase nada para ella. Cómo hace unos años, antes de conocer a Sofía, yo había engordado y mi madre me miraba con cara de asco diciéndome que estaba gorda, que no podría comprarme ropa de lo gorda que estaba, me creó tal complejo que dejé de comer y me empecé a provocar el vómito, cómo me caía desplomada por las lipotimias que me daban en el instituto y ver que mi tutora se preocupó más por mí en ese tiempo que mi propia madre que sólo tenía ojos para mi hermano. Mi época de psicólogos cuando me diagnosticaron anorexia con episodios de bulimia nerviosa, los enfados de mi padre con mi madre que culpaba a mi madre por mi enfermedad, que si no hubiese sido por sus actos conmigo yo nunca habría caído en esa enfermedad.

Mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora