El coche seguía su camino, yo, que estaba completamente en mi mundo, no presté atención hacia dónde nos dirigíamos. Al cabo de un tiempo el coche se detuvo, yo seguía aislada en mi mundo. Sofía bajó del coche y vino a mi puerta.
—Ven, mi vida, ya hemos llegado.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté mirando a mi alrededor, estábamos en la casa de campo de Sofía— No quiero estar aquí...
—Amor, tengo que curarte las heridas, ¿preferirías que te hubiese llevado a tu casa? —me preguntó.
—Mi madre no puede verme así, no quiero que se preocupe por mí.
—Por eso te he traído aquí.
—Estaba bien en la sierra —le dije totalmente convencida.
—No, no estabas bien... Ven, mi vida.
Sofía me ayudó a bajar del coche, volvió a pasar mi brazo por encima de sus hombros para que me apoyase en ella.
—Estoy bien —dije quitando mi brazo de sus hombros—. Puedo sola.
Seguí mi camino hacia la puerta de la casa de campo, Sofía venía detrás de mí. Llegué a la puerta y esperé a que llegase Sofía que sacó las llaves y abrió. Pasamos, me quedé mirando la chimenea y el espacio que quedaba enfrente de ella, recordando aquella noche. Tenía la sensación de que Sofía estaba mirándome, pero no la miré para comprobarlo. Sofía se puso delante de mí, me cogió muy cuidadosamente por mis manos, hice un gesto de dolor.
—Lo siento —dijo preocupada.
—Da igual...
Me llevó con sumo cuidado de mis manos hacia el sofá que se encontraba frente a la chimenea y me sentó sobre él.
—Espera un momento, mi vida —y se fue.
Me quedé mirando aquella chimenea. La última vez que estuve ahí era tan feliz... y ahora... Sofía volvió, venía con un botiquín y sus manos limpias, se había lavado las manos para limpiar mi sangre de las suyas. Colocó el botiquín encima de la mesita y lo abrió. Cogió un bote de suero fisiológico y cogió una de mis manos. Empezó a echarme el suero para limpiar las heridas, después hizo lo mismo con mi otra mano. Giré mi cabeza hacia Sofía y la miré, no podía dejar de mirarla. Sofía me miró, había dolor en su mirada. Cuando mis manos estaban limpias vio las heridas, tenía los nudillos completamente destrozados, no dejaban de sangrar. Sofía se quedó por unos segundos mirando mis manos, después volvió a mirarme, su mirada me mataba... Pero no podía dar mi brazo a torcer... Una lágrima comenzó a caer de uno de sus ojos hacia su mejilla. No podía verla así, no podía verla sufrir. Intenté reprimirme, pero no pude. Coloqué mi mano en su mejilla y con mi pulgar retiré la lágrima que recorría su mejilla. Sofía al sentir mi mano sobre su mejilla, acurrucó su cara en mi mano.
—No llores... —le supliqué.
Sofía no dijo nada, tan sólo me cogió mi mano y volvió a colocarla sobre sus piernas para seguir curándome. Cogió unas gasas y el bote de agua oxigenada para desinfectar las heridas.
—¡Aaaaaay! —dije a modo de dolor retirando mi mano de manera brusca.
—¿Te duele? —me preguntó con cara de pocos amigos— Ahora no te quejes, si no hubieses hecho esto... —la miré con el ceño fruncido— Dame la mano.
—No...
—Bella...
—No, que me duele...
—Y cuando te estabas destrozando los nudillos ¿no te dolía? —me preguntó de forma irónica.
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Mi destino.
RomanceHay personas que están destinadas a estar juntas, no importa nada más. Lo que Bella nunca se imaginó es que su destino la llevase a conocer a una chica que pondría todo su mundo del revés. Todo lo que conocía hasta ese momento, todo lo que sentía...