83.- La siesta.

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Sofía y yo seguíamos en la terraza, agaché mi cabeza, no quería que Sofía viese que seguí derramando lágrimas.

—¿Qué pasa Bella? —me preguntó preocupada.

—Me duele amarte, Sofi, y saber que ya no me amas. Sé que te he perdido, pero es que hasta el viento me habla de ti... Tenía tantos sueños que era para ti, esperaba vivir mi vida junto a ti y me duele imaginar que te vas y no volverás a mi lado. Me duele sospechar que no vas a volver y mi alma seguirá en mil pedazos, me duele amarte tanto...

—Bella —Sofía puso su mano bajo mi barbilla y alzó mi cara para que la mirase—. ¿Quién ha dicho que no te amo? Te amo, Bella. Te amo más que a nadie en esta vida. Sigo enamorada de ti como el primer día, lucho día a día en contra del amor que siento por ti, por que todo mi ser, toda mi alma, todo mi corazón, cada rincón de mí te ama, te extraña... Hay una fuerza invisible que siempre me lleva hacia a ti, el amor me lleva hacia a ti... —Sofía hizo una pausa— Pero mi cabeza dice que no, que no confía en ti y aunque me muera por estar contigo, no puedo... Necesito confiar en ti, si no esto no irá a buen puerto... Pero te amo, mi vida, y te voy a amar por el resto de mi vida...

Sofía y yo nos quedamos mirándonos y de nuevo la misma fuerza que sentimos en la playa volvía a actuar. Esa fuerza gravitacional que existía entre nosotras, que nos unía la una con la otra, volvió a acercarnos poco a poco sin poder hacer nada para evitarlo. Nuestras bocas estaban a escasos milímetros la una de la otra, nuestros labios casi se rozaban, sentía que cada una de nosotras estaba haciendo todas las fuerzas de las que disponíamos para intentar parar y alejarnos la una de la otra, pero no podíamos. El tiempo se hizo eterno, era agotador intentar alejarme de ella, cada vez me costaba más, intentaba parar, no seguir, pero era inútil. No podía luchar contra el amor que sentía por Sofía. Hasta que el espacio casi inexistente que había entre nosotras, desapareció, nuestros labios se encontraron. Sentir sus labios sobre los míos reconstruía cada pedazo de mi alma y de mi corazón, cogí a Sofía por sus mejillas y seguimos besándonos.

—Sofi —dije separándome de ella—, lo siento, este beso debe ser como besar a un cenicero... acabo de fumar.

—Calla y bésame.

Sofía se levantó de su silla sin dejar de besarme y se sentó encima de mí con ambas piernas a ambos lados de mi cuerpo. Cogí a Sofía por sus caderas y presioné su cuerpo contra el mío mientras Sofía me agarraba por mi nuca, no dejábamos de besarnos. Debió pasar bastante tiempo mientras nos besábamos sin parar, pero al final conseguimos separar nuestras bocas y nos quedamos mirándonos.

—Bella...

—Pf, lo siento, Sofi. No debí...

—No lo sientas... —dijo poniendo su dedo índice sobre mis labios— Yo tampoco pude evitarlo. Aunque no me creas, esto ha sido lo más feliz que me ha pasado desde que lo dejamos. A pesar de todo sigo sintiendo que mi felicidad eres tú...

—¿Entonces?

Sofía se levantó de encima de mí y se me quedó mirando de pie, la cogí de su mano, la acerqué a mí e hice que se sentase en mi regazo.

—Necesito confiar en ti ¿lo entiendes verdad? —me preguntó.

—Sí, si no confías en mí podríamos hacernos mucho daño y lo que ahora tenemos, que es una amistad...

—Una amistad rara... —me interrumpió entre risas.

—Sí. Pero podemos estar en el mismo sitio, podemos hablar, podemos salvar la amistad... Si sale mal por precipitarnos y que no confíes en mí, puede que ni siquiera podamos salvar la amistad por que esto termine muy mal...

Mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora