Al notar como Irene me había desabrochado el sujetador hice un amago de levantarme, pero luego caí en la cuenta de que no sería buena idea hacerlo. Así que seguí tumbada pero intenté girar mi cabeza todo lo que pude para mirarla.
—¿Que haces? —le pregunté.
—Preguntas lo evidente...
—¿Evidente para quién? ¿Por qué me lo has desabrochado? —volví a preguntar.
—Bella, ¿tengo que explicártelo todo? —me preguntó entre risas.
—Sería un detalle que me explicases esto...
—Te duele la espalda ¿no? Y voy a darte un masaje en la espalda ¿no? Tengo que ponerte aceite sobre tu espalda para que las manos se deslicen y no te resulte molesto. ¿Vamos bien? ¿Te has enterado? —me preguntó.
—Sí, pero sigo sin saber por qué tienes que desabrocharme el sujetador.
—Por que me entorpece el camino para darte el masaje —me dijo entre risas.
—Sí, ten cuidado, lo que te molestará... —le dije irónicamente.
—Me molesta y punto, ¿Quién te va a dar el masaje? ¡yo! ¿no? Pues mis condiciones...
—Pero...
—Bella, no seas cría —me interrumpió Irene—. Sólo te he desabrochado el sujetador... De verdad que vergonzosa eres... Claro que ya no me extraña nada. Cuando me he quedado a dormir yo me he quitado la ropa delante de ti sin problema y tú te ibas al baño a cambiarte... —dijo riéndose.
—Me da vergüenza ¿Qué le hago?
—No eres más tonta por que no eres más grande... —dijo riéndose.
—Yo también te quiero...
—Sabes que sí te quiero, tonta.
Irene echó por mi espalda un poco de aceite y empezó a extenderlo por toda mi espalda con suaves caricias. No sé si era producto del aceite o las manos de Irene eran realmente suaves. Aunque sus caricias extendiéndome el aceite por mi espalda era de lo más relajante yo estaba muy tensa. Irene empezó a masajearme la zona de los trapecios.
—Cari... ¿Puedes relajarte?
—si estoy muy relajada... —le respondí.
—Bella, estás tensa, lo estoy notando mientras te doy el masaje. El masaje es para relajarte las contracturas, pero si en vez de intentar relajarte te voy a provocar más tensión... Pues apaga y vámonos —dijo entre risas—. Relájate, cari.
—Lo intento —dije nerviosa.
—¿Pero por qué te pones tan tensa? —me preguntó intrigada.
—No lo sé, soy más rara que un perro verde —le dije con risa nerviosa.
Irene siguió con el masaje y poco a poco empecé a relajarme. Después de un rato masajeándome los trapecios y la parte alta de mi espalda...
—Nena... Sé que ya he conseguido que te relajes —me dijo Irene.
—Estoy en la gloria...
—Hago maravillas con mis manos —me dijo entre risas—. Pero... Bella, tienes mucha tensión acumulada en tu espalda, estás llena de contracturas...
—No será para tanto...
—Mira aquí hay una —dijo apretando el músculo donde se encontraba la contractura e hizo un movimiento para intentar relajarla— ¿Te duele?
—Me duele... pero a la vez es un dolor que me relaja y que cada vez me duele menos y me relaja más... —le expliqué.
—Por que te estoy quitando la contractura, pero al principio duele.
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Mi destino.
RomanceHay personas que están destinadas a estar juntas, no importa nada más. Lo que Bella nunca se imaginó es que su destino la llevase a conocer a una chica que pondría todo su mundo del revés. Todo lo que conocía hasta ese momento, todo lo que sentía...