❤︎𝙴𝚕 𝚌𝚒𝚎𝚛𝚟𝚘 𝚋𝚕𝚊𝚗𝚌𝚘.

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ℕ𝕒𝕣𝕣𝕒 𝔼𝕕𝕞𝕦𝕟𝕕.

El ciervo blanco había sido visto rondando por nuestro reino, yo quería ir a darle caza para que me concediera un deseo como dice la leyenda, pero Peter tenía razón si alguno le dábamos caza podríamos pedir que trajera a la quinta reina y hechicera para que Narnia tuviera paz por siempre, ya que temo que La Paz se esta yendo, hemos intentado mantenerla en estos 15 años de reinado pero es duro. Las cosas están más calientes desde que los calormeron secuestraron a la reina Susan.

—Partiremos mañana al amanece.

Fue la orden que dio El rey Peter, mis hermanos y yo nos fuimos a la cama. Me quede dando vueltas un rato, tratando de recordar quien era la destinada a estar en ese trono, quince años desde que fuimos coronados reyes y ni una pista de esta misteriosa hechicera que no había aparecido a reclamar su lugar como reina suprema.

****

Estaba preparando a Philips, mi fiel compañero en estos quince años.

—¿Estas listo amigo?.

—Si mi señor.

Me iba a montar cuando escuchó la voz de Susan.

—Hermano ya solo faltas tú.—dijo llegando montada en su caballo.

—Vamos.

Subí en el un limpio movimiento y empezamos la marcha, fue una semana larga de caza cuando lo vimos. Su pelaje tan blanco como la nieve que una vez adornó estas tierras, sus cornamentas eran grandes y de un calor blanco perlado, por eso decían que era mágico, solo con verlo a uno lo llamaba esa magia. Mientras íbamos en esa persecución me sentí como si ya hubiera sentido ese chispazo de magia antes, de una persona una joven pero no sabía de quién, pero sabía que era cercana a mi.

El ciervo se dio cuenta que lo perseguíamos así que aumento el ritmo, iba mucho más rápido pero éramos todo un séquito contra uno, estaba perdido. Mis hermanos y yo nos adelantamos a los demás, Susan lanzó una de sus flechas y le hubiera dado, como todo lo que Susan dispara, pero con un poder del ciervo la flecha desapareció, sería más difícil cazarlo de lo que pensaba.

Sentí a Philips cansado, debía dejarlo descansar el ya no era el joven caballo que fue hace quince años, por mucho que me constara admitirlo creía que estaba en sus últimos años.

—¿Todo bien amigo?.—dije cuando nos detuvimos.

—Ya no soy el mismo mi señor.—dijo viéndome yo solo lo acaricié.

Voltee mi mirada y veo que el séquito iba muy detrás, volví a ver al frente y vi a mis hermanos devolviéndose.

—¿Edmund, todo bien?.—dijo Peter.

—Que sucede el ciervo se aleja.—dijo Lucy.

—Solo tomaba un descanso.

—Que fue lo que dijo Lucy.—dijo Susan.

—No se preocupen yo solo iré por el ciervo.

Nos pudimos evitar y nos reímos con ese comentario, el primero que detuvo su risa fue Peter se quedó viendo un punto fijo, seguí su mirada y vi lo que estaba viendo era un farol muy antiguo con una pequeña chispa encendida, debía llevar mucho tiempo ahí ya que los árboles habían crecido y lo habían cubierto casi por completo.
Observaba ese farol y se me hacía tan familiar como si lo hubiera visto hace mucho tiempo.

—Siento que ya e estado aquí antes. —Dije a lo que todos me dieron la razón, todos nos sentíamos igual ante tan imponente farol que se sentía que poseía un poder inimaginable.

—Parece un sueño.

—O el sueño de un sueño.

Eran los comentarios que dijeron mis hermanos, no preste mucha atención de cual de los tres lo había dicho. Iba a tocarlo cuando Lucy hace que centre mi atención en ella.

—Bitacion—Dijo y salió corriendo.

Nosotros la seguimos, no podíamos dejar a nuestra hermana menor se perdiera en el bosque, la seguimos por unos árboles que cada vez se hacían más estrechos, Lucy iba de primera y era seguida por Peter, Susan y por último yo. Llegamos a una parte que era muy estrecha.

—Estas no son hojas—Dijimos Peter y yo tocando unas pieles al lado.

—Son abrigos—Afirmó Susan.

Seguimos avanzando y me empezó a dar un dolor de cabeza, miles de recuerdos volvían a mi. Yo siendo un niño jugando en una casa con mis hermanos y padres y la sombra de otra persona una niña, con el cabello entre rubio castaño claro, su piel pálida y unos grandes ojos azules, realmente alguien muy parecida a Peter......

—¿Violett?.

Dije y caí sobre mis hermanos, mire a mi alrededor la casa del profesor, estábamos en Londres donde había nacido, era víspera navideña y Violett es mi hermana mayor. Violett la quinta reina la que le daría la paz entera a Narnia.
¡NARNIA!, ya no estábamos haya mire a mis hermanos y me di cuenta éramos niños otra vez, ya no éramos los adultos en los que nos convertimos y ya no éramos reyes.

—Volvimos. —Dije.

—Así es, dejamos a Narnia sola. —Dijo Peter.

—No Peter, volvimos para salvarla, tenemos que llevar a Violett, la quinta reina la hechicera es ella, tal como la profecia lo dice. —Dijo Susan

—No lo entiendes Susan, estuvimos quince años y en algún momento recordamos a Violett, no. Estábamos buscando a alguien con magia que reclamará el trono, cuando la respuesta era nuestra propia hermana. —Dijo Lucy.

—Narnia no tendrá paz, hasta que dejemos el rencor que tenemos por Violett Susan y le pidamos perdón. —Dije.

—Aun más duro, que ella nos perdone, hemos sido horribles hermanos. —Dijo Edmund.

Nos quedamos callados, los cuatro sabíamos que era verdad eso, hemos sido un desastre de hermanos. El profesor Kirke entró al cuarto y nos lanzó la pelota, nos llevó a su oficina y le contamos todo lo que habíamos vivido y le contamos la situación con nuestra hermana, al parecer el también había ido a Narnia y nos contó su experiencia.

Era de noche y estábamos en el cuarto de las chicas cuando Susan dijo.

—¿Si le escribimos a Violett?.—cuestionó.

—¿Como?.—dijo Lucy

—Por una carta.

—Y que le diremos, Violett nunca te escribimos, pero fuimos a un mundo mágico donde fuimos reyes por 15 años, y necesitamos tu perdón para protegerlo a por cierto perdón por ser tan malos hermanos.—dijo Peter exasperado.

—No debes ser grosero conmigo Peter.—dijo Susan.

No dijo nada, no justifico la actitud de Peter, pero creo que el es que más sufre, cuando vimos ese recuerdo de Violett ella estaba feliz, la felicidad que nunca tuvo con nosotros, ella reía y sonreía y cuando estaba con ese chico. Peter se dio cuenta que había perdido a su hermana.

—Podríamos escribirle como hacen papá y mamá.—dije.

—No tenemos una lechuza para enviar esa carta.—Dijo Peter

-Tendremos que esperar que ella vuelva a casa.

𝙻𝚊 𝙷𝚎𝚛𝚖𝚊𝚗𝚊 𝙱𝚛𝚞𝚓𝚊 𝙳𝚎 𝙻𝚘𝚜 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora