Capítulo 2

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Creí que toda mi vida me había preparado para este momento. Pero aquí estoy, con mi nombre aún retumbando en mis oídos y sin poder moverme.

A pesar de ser un distrito profesional y que varias personas de las que viven aquí suelen entrenar para este momento o incluso prepararse para lo que se tendrán que enfrentar, sigo sin estar lista para esto.

Es decir, sí. Entrené, si se puede decir a eso entrenar. Suelo salir todas las mañanas a nadar, algo de resistencia debe generar eso, ¿no?. Corro en las tardes, sé cómo usar...herramientas. Sé hacer nudos y pescar. Pero la mayoría de esas cosas las hago para distraer mi cabeza, para estar lejos de casa, de mi padre. No para sobrevivir a los juegos.

—Vamos querida —dice una voz chillona.

Su voz me devuelve a la realidad. Estoy petrificada, pero obligo a mi cuerpo a moverse. Un paso, luego otro y en menos de diez segundos me encuentro saliendo del tumulto de personas, veinte segundos más y estoy en el centro del escenario, con una sensación como si me estuviera ahogando en el mar sin poder alcanzar la superficie.

—Qué linda —comenta la mujer del capitolio, analizándome desde la cabeza a los pies con una mueca.

Alguien silba y eso me descoloca de lo que está pasando por un momento. Hay un par de chicos riendo, son mayores que yo ya que se encuentran en el fondo de la zona de varones.

No les doy importancia, lo único que puedo hacer es buscar con mis ojos a Gia. Me desespero cuando no consigo localizarla. Aprieto tan fuerte mis manos en un puño que siento como las uñas se clavan en mis palmas.

—Silencio, silencio —la mujer a mi lado se acerca al micrófono, dejándome a un lado del escenario—. Ahora el tributo masculino.

Pero mis sentidos se cierran, dejo de escuchar y sigo intentando buscar a Gia en el tumulto de personas.

Tranquila.

No le pasará nada.

No salió cosechada.

Y es verdad, no irá a los juegos porque yo voy a ir. Yo soy la tributo de este año.

Veo por el rabillo del ojo como la mujer se aparta y hace un gesto con la mano, hacia mi y luego hacia adelante.

No entiendo.

¿Qué está pasando?

Luego siento un apretón en mi mano y como me arrastran fuera del escenario hacia el edificio detrás nuestro.

El aire frío me recibe. Dejo que mis músculos se relajen por un instante. Llevo mis dedos a mi pelo pero los aparto cuando siento que algo me escoce. Pequeñas marcas de uñas decoran mis palmas, una de ellas con un poco de sangre.

Genial.

Ya estoy herida y ni siquiera empezaron los juegos.

—¡Venus!.

Giro hacia la puerta. Unos brazos me rodean con fuerza mi cintura y yo hago lo mismo sabiendo quién es. Aspiro el aroma a mar de su pelo y la calidez que me brinda su cuerpo.

Puede ser que sea la última vez que la abrace...

Aparto esos pensamientos, en cambio planto la mejor sonrisa en mi rostro y la alejo un poco para mirarla.

Tengo que ser fuerte.

Por ella.

—Estarás bien —le digo sonando lo más segura que puedo—. ¿Me escuchas? Estarás bien Gia.

—¿Y tú lo estarás? —apenas susurra y se le llenan los ojos de lágrimas.

—Lo voy a estar —acomodo un mechón de pelo detrás de su oreja—. Aún tenemos una clase pendiente de cómo hacer nudos, ¿recuerdas?

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora