Capítulo 34

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—Sirenita... —suspira—. Sabes que no tienes que hacer esto.

—Quiero hacerlo —dejo el dinero en su mano—. Por favor, Dennis.

—Te lo voy a devolver —me mira afligido.

—No se aceptan devoluciones —me alejo lentamente del taller—. Es un regalo.

—No es mi cumpleaños —grita cuando me encuentro cerca de la salida.

—Regalo adelantado.

Veo como niega con la cabeza con una sonrisa en su rostro mientras salgo del taller.

Dennis se rehúsa a aceptar mi ayuda pero a veces logro convencerlo. Las cosas luego de volver estuvieron... complicadas.

La familia de Annie no apareció, ningún familiar se presentó en la Aldea y con Finnick no encontramos a ningún pariente de la pelirroja. No sabemos si murieron, si huyeron, o si simplemente no quieren ver a su hija. Desde su regreso, Annie vive con Mags. Ella es su pilar que la ayuda a no derrumbarse, y parece que Mags disfruta de su compañía. Hay pequeños momentos de lucidez, en donde Annie puede mantener una conversación completa, y otros momentos más oscuros, donde las pesadillas y los recuerdos la embargan.

Como a todos nosotros.

Con Finnick y Mags la acompañamos a la gira de la victoria, pero ese año Annie no fue mentora y Mags se quedó con ella en el cuatro. Fue... bastante duro para Finnick y para mi.

Clientes, tributos, Snow, Seneca...

Crane cumplió con su palabra, se volvió mi cliente recurrente y las peticiones bajaron. No completamente, pero algo. Tuve que acostarme con él, había sido condición. A diferencia de las otras experiencias está fue... mejor, dentro de las circunstancias. No me trató como una prostituta, pero al final del día, es así como me siento.

Finnick estuvo estresado en toda la estadía, con miedo a lo que Seneca podía hacer, pero al Capitolio, al público le mostraba una sonrisa radiante y una personalidad juguetona, mientras dormiamos escuchando el llanto del otro.

No sé cómo hace, de dónde saca la fuerza. A veces es... demasiado. Siento que esto nunca va a terminar. Que cada año será una peor tortura, que Gia será llevada a los juegos, que matarán a Annie y Mags, que Finnick...

—¿Estás bien? —escucho una voz a lo lejos—. ¿Vee?

Cuando logro focalizar a mi hermana corro a abrazarla. Ella me estrecha fuertemente y susurra palabras tranquilizadoras en mi oído.

Seguí el consejo del rubio. Gia sabe cosas, no todas, algunas nunca le podré contar, al menos no hasta que vea un final feliz en todo esto. Pero me ayuda a manejar el estrés y la ansiedad de ser mentora, de regresar todos los años al Capitolio, de los comentarios que dicen por el distrito. Era obvio que en algún punto se iba a enterar.

—¿Quieres hablar de ello? —pregunta con voz dulce.

—Ya estoy bien —me separo lentamente y sonrio—. Fue solo un momento, falta mucho para la cosecha de este año todavía.

—Concéntrate en el hoy y no pienses en el mañana.

—Qué sabia mi hermanita —bromeo.

—¿Hablaste con papá?

Ese es otro tema.

Gia está empeñada en que Assan y yo arreglemos nuestras diferencias, sabe que apenas hablamos y que su trato conmigo es muy diferente a su trato con mi hermana. Pero no sabe la verdad y quiero que se mantenga de esa forma. Pero para despreocuparla tengo que mejorar mi relación con Assan, al menos cuando mi hermana está presente.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora