Capítulo 43

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Es raro. Llegar al Capitolio, al lugar que sufrí incontables veces y que haya un ambiente diferente. Hay una tensión rondando, como un hilo que está a punto de quebrarse.

Solo somos Finnick, Mags y yo. La mujer estaba obligada a venir como mentora. Hubiese preferido que se quedara con Annie en el distrito, pero los agentes de la paz no me dieron tiempo de replicar.

Tanto Finnick y yo nos encontramos en mi habitación, no tiene sentido que uno de los dos se cuele por el balcón al cuarto del otro. Creo que aquí fue la primera vez que dormimos juntos.

El momento en que más bajo me encontraba.

—¿Qué crees que pasará?

—No lo sé... tengo un mal presentimiento —respondo.

—Mañana será el desfile.

Se recuesta en la cama aún con la ropa de la cosecha, una camisa blanca y unos pantalones ceñidos. Sus rizos están más prolijos luego del corte de pelo.

—¿Planeas algo?

—Tenemos que seguir con nuestros papeles —hace una mueca—. No sabemos que tiene pensando Snow, pero para el Capitolio yo soy su chico dorado y tu su Sirena.

Es verdad. Todavía tenemos un papel que cumplir, tenemos que seguir fingiendo.

—¿Crees... —trago saliva—. ¿Crees que tendremos clientes en estos juegos? Con Seneca muerto, yo...

—Espero que no, estoy deseando que no —tira de mí para que me recueste sobre su pecho.

Sus dedos acarician mi pelo. Inhalo profundamente y luego suelto el aire para liberar la tensión acumulada del día.

Sus latidos están tan acelerados como los míos, una electricidad recorre mi cuerpo y siento como mi estómago da un vuelco cada vez que sus dedos acarician mi pelo, mi brazo, mi cuello.

—Voy a ducharme —se separa lentamente de mí—. Llevamos apenas unas horas y ya puede sentir el aroma al Capitolio en mi piel.

Se dirige al baño junto a una toalla y cierra la puerta.

Todo el piso del apartamento se encuentra en silencio. Falta poco para que anochezca y con eso vendrá todo el barullo de la ciudad, pero ahora... Ahora solo escucho a Finnick y el agua correr de la ducha.

Medito lo que voy a hacer a continuación, sé que íbamos a ir lento. Por meses fueron así. Pero no sé qué pasará en estos juegos, no sé qué otra oportunidad tenga y no quiero perder el poco tiempo que nos queda.

Camino a paso lento mientras me quito el vestido blanco de la cosecha hasta quedar en ropa interior. Abro la puerta haciendo el menor ruido posible, Finnick se encuentra de espaldas en la ducha, el vidrio está empañado pero puedo ver perfectamente su ancha espalda y musculosos brazos.

Antes de arrepentirme desabrocho mi sostén y me quito las bragas hasta dejarlas en la taza del váter.

Uno, dos, tres pasos son los que doy hasta ingresar a la ducha. Mis dedos temblorosos se dirigen a la espalda del rubio y rodeo su torso con mis brazos.

Siento como se tensa por un segundo pero enseguida se relaja, entrelaza nuestras manos y gira lentamente para enfocar sus ojos con los míos.

Gotas de agua caen de sus rizos, acaricio su brazo, trazando cada músculo, cada vena, cada cicatriz que alguna vez tuvo.

Cierra los ojos ante este gesto mientras que una sonrisa de satisfacción aparece en mi rostro.

Siempre he sabido que Finnick era guapo, que tenía un cuerpo como un Dios, pero ahora lo puedo confirmar.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora