Capítulo 7

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Segundo día de entrenamiento y ya quiero salir corriendo de aquí. Estamos haciendo fila para el último ejercicio obligatorio que consiste en la lucha cuerpo a cuerpo con los entrenadores que asigna el Capitolio.

Vega se encuentra a unos pasos de mí y veo como cada tanto se voltea y me sonríe. No pude pensar mucho acerca de la alianza, pero voy a tener que tomar una decisión porque no me queda demasiado tiempo.

El turno de Blake ya pasó y decir que lo hizo bien es poco. No mentía cuando dijo que entrenaba desde los doce años. Ahora se encuentra con los profesionales practicando armas.

Ese es otro tema. Armas.

Nunca maneje una, al menos del estilo que se ven exhibidas aquí, solo las herramientas del taller, salvo que un destornillador sea un arma estoy jodida.

—Estás muy pensativa, ¿o eres así siempre? —la voz de Vega me distrae.

—Bueno, creo que no puedes culparme si estoy pensativa dadas las condiciones en que nos encontramos —digo obvia.

—Te están mirando —mueve sus ojos más allá de mi cara y levanta apenas la cabeza en dirección a mi espalda.

Esa es otra cosa de la que debo preocuparme.

—Lo sé —respondo, sabiendo que se tratan de los distritos uno y dos, y también mi compañero—. Ignóralos.

Separa la vista de los tributos y la lleva nuevamente hacia mis ojos, no muy confiada sobre lo que le dije.

Caminamos unos pasos cuando la fila avanza. Hay tres instructores para practicar, eso hace que sea un poco más rápido que los anteriores ejercicios.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —interroga insegura.

—Si...supongo.

—¿Cómo lo soportas?

Frunzo el ceño, cuando estoy a punto de decirle que no entiendo ella se apresura a responder.

—Las miradas, los roces, lo que dicen de ti...

Oh.

A eso se refiere. Creo que era mucho pedir que no se hubiese dado cuenta.

¿Cómo lo soporto?

Creo que ni yo sé la respuesta a esa pregunta. Desde el momento en que mi cuerpo empezó a cambiar siempre fue así. Antes Wade me protegía o me defendía de los comentarios. Pero Wade no está y los comentarios se volvieron mucho peores. Además de la cuestión de mi padre.

—Creo que ya estoy acostumbrada —suspiro.

—Pues no deberías por qué estarlo —replica.

—Demasiado tarde para eso...

Trato de caminar unos pasos más cuando veo que varios tributos se adelantaron pero una mano rodea mi brazo y no lo permite.

—Nunca es demasiado tarde —la sonrisa escapó de su rostro y ahora su mirada es seria—. ¿Ya sabes lo que harás en la sesión privada?

Niego con la cabeza confundida.

—Muestrales que no solo eres una niña a la que pueden mirar y decir cosas y salirse con la suya —se acerca más a mi—. Eres una mujer, así que usa eso. Haz que se arrodillen ante ti y solo hazlos tocar con sus ojos y nada más. Siempre van a juzgar —lleva su boca a mi oído y siento su respiración—. Haz que valga la pena.

Se retira lentamente sin separar nuestros ojos.

—¿Por qué me dices todo esto? —la miro confundida—. Se supone que tendrás que matarme... o peor aún, que yo tenga que hacerlo.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora