Capítulo 41

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—Deberíamos hacer esto más seguido —comenta Gia.

—Es que ya no pasas tiempo conmigo.

—Tú eres la que no pasa tiempo conmigo, estás muy ocupada besando a cierto rubio de ojos verdes —bromea.

—No es cierto... —trato de ocultar la sonrisa boba que quiere salir—. No nos besamos todo el tiempo.

—No te creo, Vee —suelta una carcajada—. Pero es verdad, no estamos tanto tiempo juntas. Tal vez es mi culpa.

—¿Qué dices, Gia? —dejo en la arena el nudo que estaba haciendo—. Claro que no es tu culpa, está bien que tengas tiempo para ti y quieras hacer tus cosas.

—Es solo que siento que estoy dejando a papá de lado y también a ti —copia mi acción y deja el nudo sobre la arena para luego llevar sus manos sobre la cabeza.

—No se te ocurra pensar eso, por supuesto que no nos estás dejando de lado. Estás creciendo y está bien encontrar tu lugar, descubrir lo que quieras hacer —sonrio sincera—. ¿Él te dijo algo? Porque si te dijo algo tendremos una charla para nada linda.

—Gracias, Vee y no. No me dijo nada. Es solo lo que yo pienso —abre varias veces la boca pero nada sale de esta hasta que encuentra la voz y habla—. Estoy conociendo a alguien.

—Eso es maravilloso, Gia —agarro sus manos entre las mías.

—Si... —se sonroja—. Y todavía no lo sabe nadie de su familia, es complicado... Eres la única que lo sabe —enfoca sus ojos verdes tan parecidos a mamá en los míos.

—Me siento halagada —acomodo un mechón de pelo detrás de su oreja—. Tomate tu tiempo, ¿vale la pena?

—Completamente.

—Entonces nada más que decir —vuelvo a tomar el nudo de soga para continuar—. ¿Cuándo lo voy a conocer?

—La.

—Mmh —murmuro.

—La vas a conocer —menciona tímida.

—Oh —puedo ver cómo sus dedos tiemblan un poco y como el rubor recubren sus mejillas de vergüenza—. Entonces, ¿Cuándo voy a conocer a la chica que hace feliz a mi hermana? —comento segura.

Sus hombros se relajan, suspira y sus manos van hacia el nudo que se encuentra frente de ella para seguir trenzando.

—Podríamos arreglar un almuerzo —dice en voz baja.

—Eso me gustaría —afirmo—. Sabes que lo que me importa es que seas feliz, no importa con quién. Es tu decisión, Gia. Tuya y de nadie más. Y por lo que veo ella te hace feliz, ¿no?

—Mucho.

—Eso está bien, pero si te llega a hacer daño me va a conocer —advierto.

—Estoy segura de eso —suelta una carcajada.

Terminamos de hacer nuestros nudos con la soga para luego recoger las cosas de la playa y dirigirnos hacia casa.

Hace tiempo que terminó la gira de la victoria, y si bien tuvimos varias semanas tranquilas hoy se anuncia el vasallaje. Nuevamente ese presentimiento que se asienta en mi pecho de qué algo va a suceder.

Puede ser que esté siendo paranoica con lo que dijo Haymitch, sobre Seneca, los distritos, la amenaza de Snow hacia Katniss. Tengo miedo sobre lo que le pueda llegar a hacer a los tributos cosechados de este año, el presidente está furioso y su enojo será dirigido contra ellos seguramente.

—¿Nos vemos en un rato?

—Claro —responde mi hermana—. Solo iré a bañarme, estaré en pocos minutos para el anuncio.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora