Capítulo 28

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Annie no para de llorar desde que subió al tren en dirección al Capitolio. Al parecer el tributo masculino, Adrian, es su amigo o mínimamente la conoce, porque no ha parado de consolarla luego de qué subió tras ella.

Con Finnick nos miramos varios segundos antes de asentir. Él realiza una de esas sonrisas seductoras y coquetas propias del chico dorado, Mags a su lado se mantiene con el ceño fruncido, preocupada por la chica. Me acerco un par de pasos hasta agacharme frente a ella.

—Annie —llamo—. Sé que es difícil y es lo último que pensaron que sucedería —miro también al chico—. Pero te vamos a ayudar en todo lo que podamos. A ambos —sentencio.

Finnick apoya una mano en mi hombro y me levanto, sonríe en dirección a la pelirroja y le tiende un pañuelo que ella acepta tímidamente.

—Ahora, es mejor que descansen —pasa su vista de uno al otro—. Les avisaremos cuando lleguemos al Capitolio.

—Gracias —contesta sonrojado Adrian.

Ambos se retiran junto con Darya, quien los guia hasta las habitaciones. Mags toma mi mano y coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja con delicadeza. Le da un beso a Finnick en la mejilla y luego se retira lentamente por el mismo lugar que lo hicieron Darya y los tributos.

El rubio se sienta en el sillón luego de eso.

—Eso fue...

—Intenso —finalizo.

Camino hasta colocarme al lado de él. La postura seductora desapareció por completo y en su lugar se encuentra una tensa y de preocupación. Pasa repetidamente las manos por su pelo y tira un poco de este en gesto desesperado.

—Finnick...

—Solo... —se remueve incómodo—. Tenía la esperanza de que en tu primer año como mentora no hubiera ninguna sorpresa. Y ahora no sé lo que Snow tiene planeado —dice con ojos perturbados.

—Ey... —me acomodo mejor para verlo de frente—. Estaré bien —digo con seguridad—. Estaremos bien.

Él asiente sin estar del todo confiado en mis palabras.

Me retiro a mi habitación para cambiarme la ropa. Jazeera y Milos dejaron algo preparado para mi llegada al Capitolio. Según ellos, y claramente Darya, debo hacer una impresión como mi primer año siendo mentora. Así que lo elegido, por ellos no por mí, es un conjunto de falda y top en una tela brillante y bastante sedosa.

Me peino lo mejor que puedo, trenzando pequeños mechones rubios. Jazeera me explicó cómo colocar el maquillaje pero solo consigo poner brillo en los labios y un poco de sombra dorada en los ojos. Y la parte del atuendo...

La falda es lo suficientemente corta al punto de que si hago un mal movimiento algo podría verse, además tiene dos tiras que salen de cada lado para amoldarse a la figura de mi cintura. La parte superior apenas me cubre, tiene tiras finas que pasan por mis hombros pero la espalda queda expuesta completamente.

Bufo.

Al parecer voy a odiar cada día en este lugar. De nuevo.

Debo agradecerle a Jazeera y a Milos por los zapatos, al menos no son tan altos.

Cuando llegamos al Capitolio y bajamos del tren un deja vu me azota. La gente grita y varias personas se abalanzan sobre Finnick para tocarlo, él les muestra su sonrisa que hace suspirar a más de uno. Al pasar también recibo comentarios, un poco más sutiles que en el distrito. Tocan mi piel y las ganas de clavarles un cuchillo en la garganta me acechan, pero logro controlarme.

Llegamos al departamento del distrito cuatro, la mesa ya está servida con el almuerzo y los avox estrictamente ubicados con jarras de bebidas.

Trago saliva.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora