Capítulo 25

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Cuando bajamos del tren todo fue un caos. Demasiadas personas del Capitolio se encontraban esperando por nosotros, gritaban el nombre de Finnick y el mío, trataban de tocarlo y coreaban el nombre de Sirena cuando pasamos por el pequeño camino que habían dejado libre.

Me recordó al día que llegamos al Capitolio, luego de la cosecha. El rubio con su gran sonrisa seductora y ojos brillosos divertidos. El chico dorado del Capitolio.

Pero detrás de esa expresión se encontraba un nerviosismo palpitante. Nos asignaron un departamento para que podamos arreglarnos para la fiesta que se dará a la noche.

El lujo ya se observa por dónde se lo mire. La pulcritud y extravagancia de estar en la capital de Panem.

Jazeera y Milos ya realizaron su rutina de limpieza en mi cuerpo. Me cubrieron de cremas y más crema, aceites, perfumes, hasta brillos por mi piel colocaron.

Mientras Jazeera me maquilla no puedo evitar recordar lo que sucedió en el distrito dos. Estoy conforme con lo que dije, hay límites que no se deben cruzar y Einar lo hizo al intentar abusar de mí. Pero pensándolo con la cabeza fría, tengo miedo de que puedan tomar represalias contra mí o peor, contra Gia.

Es de conocimiento universal que no se debe decir o hacer algo que deje en una mala posición al Capitolio, a los juegos, al presidente. Y tal vez con ese comentario expuse el poco control que tuvieron sobre los juegos, sobre uno de sus tributos. Aunque quizás no les importaba si terminaba violada.

Todo es un show...

—Queremos mantener el maquillaje simple, toda la atención se la llevará el vestido —murmura Jazeera—. Estarás perfecta.

Asiento con la cabeza, pero no me podría importar menos lo que está diciendo.

Creo que ya estoy empezando a entrar en pánico, ¿y si lo que dije es prueba suficiente para lastimar a mi hermana?

No podría soportar que algo le pasara por mi culpa...

—¿Venus? —Milos me llama.

Dirijo mi atención hacia él, lleva una funda negra en la mano y una sonrisa radiante en su rostro.

—Es el vestido de esta noche.

Abre la funda y saca el vestido de esta. Es hermoso.

Es de color verde, pero verde como el mar del distrito cuatro. Ese tipo de verde, como las aguas que rodean el distrito y tantos momentos de paz me trajeron. Es largo y con una abertura en la pierna derecha que debe llegar mínimo hasta la cadera. El escote es pronunciado y en forma de corazón pero lo cubre una especie de cintas de un tono más claro y brillante que llegan hasta el piso, como si fuera una cola. La tela parece cubierta de brillos.

—Es... no tengo palabras para describirlo —me levanto del asiento y veo a Jazeera y luego a Milos—. Se lucieron, hicieron un gran trabajo —los felicito, aunque creo que nunca lo había hecho.

Me ayudan a ponerme el vestido, Jazeera termina el maquillaje y Milos hace ondas en mi pelo. En pocos minutos estoy lista para la noche más aterradora de la gira.

Los estilistas se retiran y luego de juntar la suficiente valentía, salgo de la habitación.

—Pero, Finnick... fue una vergüenza lo que hizo —menciona Darya enojada.

—Darya, me estoy cansando de esa actitud —responde el rubio—. Solo...

Deja la frase a la mitad cuando sus ojos se enfocan en los míos.

—Guau... Estás preciosa.

Sonrio timidamente. Me parece irreal usar este vestido y más para el evento de esta noche.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora