Capítulo 6

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—Acérquense, ¡rápido! —la mujer levanta la voz.

A pesar de que acaba de decirlo hace unos pocos minutos, no recuerdo su nombre. Este es el primer día de entrenamiento y siento la tensión que hay en el ambiente.

—Van a tener cuatro días para entrenar y luego la prueba individual —informa—. Hay ejercicios obligatorios que deben realizar, después de eso pueden recorrer las estaciones que quieran —mira en general—. Mi recomendación, no pasen por alto las estaciones de supervivencia. Siempre quieren ir por las armas, pero la mayoría muere por causas naturales tales como deshidratación o infecciones.

Tal como lo dijo Finnick, pienso.

—Una cosa más —vuelve a subir a la tarima en la que estaba hablando—. No pueden pelear entre tributos...ya habrá tiempo en la Arena.

Con eso último se retira. Varios tributos empiezan a dispersarse, pero terminan agrupándose en lo que debe ser la primera prueba obligatoria. Comienzo a caminar hacia allí a paso lento.

Estoy tensa, pero tengo que calmarme si no quiero que los demás lo noten. El hecho de que el uniforme de entrenamiento sea tan ajustado no ayuda en lo más mínimo.

Veo a Blake unos cuantos puestos más adelante que yo en la fila. Es uno de los primeros. Al igual que los del uno y el dos, puedo notarlo por el número del distrito que está señalado en el brazo del uniforme.

Formamos una fila y la mujer que antes estaba dando el discurso, ahora se encuentra supervisando el ejercicio. Escalar. El primer ejercicio es escalar por una especie de red que cuelga desde el techo hasta el suelo.

Mis manos comienzan a temblar y encajo mis uñas para detenerlo.

Pasan los tributos del uno y para ninguna sorpresa, lo hacen bien. Más que bien, en realidad. Luego sigue Blake, no lo hace en el mismo tiempo que los anteriores dos pero no está mal, es ágil y rápido.

Trago saliva.

A estas personas voy a tener que matar. Hay niños aquí, incluso son más chicos que Gia. Las tributos del cinco y del nueve deben tener doce años como mucho, sus cuerpos son pequeños y tienen la cara aniñada, llena de una expresión de miedo.

Cuando termina el turno del tributo del dos, Einar creo que me había dicho, pasa por mi lado, a poco centímetros, casi rozando mi hombro. Me mira y una sonrisa curva decora su rostro.

Trato de no darle importancia, no tiene que afectarme. Cuando pasan varios tributos más, llega mi turno.

Seco mis manos en el uniforme, agarro la red y comienzo a escalar. No soy rápida como los del uno o el dos, pero tampoco soy la más lenta. Trato de impulsarme con todo mi cuerpo y distribuir el peso, una vez que llego al final, bajo con más agilidad al saber donde tengo que pisar.

Primer ejercicio completado.

Después de esto nos dirigimos a una zona de una especie de pasamanos, a varios metros de altura. El niño del seis lo hace muy mal y se termina cayendo chocando por completo el lado derecho de su cuerpo. Escucho detrás mío risas que solo pueden pertenecer a los profesionales. Me contengo de gritarles, solo sería peor.

—Lo hiciste muy bien allá —susurran en mi oído.

Intento girarme pero una mano presiona mi cintura para que no lo haga.

—¿Sabes? —se aleja un poco pero aún puedo sentir su respiración—. Todavía no tuve el placer de escuchar tu voz, fue muy maleducado de tu parte dejarme solo hablando en el ascensor, ¿no crees? —aprieta más fuerte mi cintura.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora