Capítulo 13

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—Ten, bebe un poco —le alcanzo la cantimplora.

Vega toma toda la botella en un segundo. Pequeños granos de arena le cubren la piel, a pesar de eso se encuentra bien. No parece herida.

—¿Cómo conseguiste agua? —es lo primero que pregunta cuando deja la botella a un lado.

—Hay un oasis cerca —respondo—. Es mejor que vayamos hacia allí, además hay rocas para ocultarnos.

—Mírate —sonríe.

—¿Puedes levantarte?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —inquiere frunciendo una ceja—. Todavía no estoy muerta, así que andando.

Se levanta y la conduzco hacia la fuente del agua y las montañas. No hablamos durante el camino, nos mantenemos atentas por si algún tributo aparece.

Cuando llegamos, recargo la botella de agua y nos acomodamos entres dos rocas lo suficientemente altas que cubren nuestros cuerpos.

—¿Cómo quedaste ahí atrapada? —interrogo—. Escuché el cañón, pensé que...

—Ya, no fui yo —se limpia la arena de la cara—. Me sorprendió la tormenta a mitad del desierto, no tenía ningún lugar para refugiarme... creo que tuve suerte —dice esto último en voz baja.

—Traté de buscarte apenas salimos de los tubos —me apresuro a decir—. Pero no pude encontrarte.

—Si... yo tampoco te vi en la Cornucopia. Solo logre tomar un cuchillo y una mochila —levanta un poco la camisa para mostrar el cuchillo oculto.

—Saliste bien del baño de sangre entonces...

—Fui rápida, nada más. ¿Tú?

Hago una mueca.

—Déjame adivinar, ¿los profesionales?

—La chica del uno me tiró un cuchillo —suspiro—. O no tiene buena puntería o yo tuve suerte.

—Ya veo...

—Y el chico del dos casi logra alcanzarme —apoyo mi cabeza contra las rocas—. Tuve que tirarle un cuchillo en la mano para que me soltara, perdí mi única arma.

—Bueno, ganaste dos ahora.

La miro confundida.

—El cuchillo y yo —dice con una sonrisa ladeada—. Es obvio.

Sonrío.

Creo que en otras circunstancias, Vega podría convertirse en mi amiga y no solo una aliada. Otra cosa que reclamar al gobierno, otra cosa que culpar a los juegos.

—¿Qué tienes en la mochila? —señalo la bolsa que hay a su lado.

—Frutos secos, una bolsa de dormir, una botella vacía y pastillas blancas.

—Exactamente lo mismo —resoplo.

—Hay que cazar algo.

—Suerte con eso —busco la sombra—. Eso era lo que estaba haciendo cuando te encontré.

—Bueno, debe haber algo —se vuelve a atar el pelo—. No creo que los Vigilantes nos quieran muertas por falta de comida —levanta ambas cejas.

Pasamos las siguientes horas recorriendo el terreno, sin alejarnos mucho del oasis y las montañas. Le pregunto a Vega por su compañero de distrito, me dice que su foto apareció anoche entre los caídos. Cree que lo asesinaron en el baño de sangre.

Me pregunto si Blake estará con los profesionales o si ya lo mataron. Hoy sonó dos veces el cañón, pero sinceramente no creo que sea él. Es más probable que fuera el causante de esa muerte.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora