Advertencia: temas sensibles a tratar, abuso sexual, no consentimiento, pensamientos intrusivos.
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Los días pasan, ya no tengo noción de las horas que transcurren, cuando el sol da paso a la luna. Todo parece igual, una sola rendija dónde entra un poco de luz y se apaga con el pasar de las horas.
A pesar de que Snow dijo que Peeta estaría a salvo, se lo llevan todos los días a sus sesiones de tortura. Está cada vez peor, sus pómulos se encuentran demasiado pronunciados, hay grandes círculos oscuros debajo de sus ojos, su pelo perdió brillo y sus ojos carecen de vida, están vacíos.
A veces murmura cosas sin sentido, en otros momentos de lucidez me hace preguntas o solo le cuento lo que me pide. Cosas de mi distrito, mi hermana, cómo empezó mi relación con Finnick, mi amistad con Haymitch y Johanna. Aunque este último tema suele ser un poco tenso, hablar de ellos implica hablar de Katniss.
Tratamos de no nombrarla, le recuerdo que lo quiere y que siempre intentó salvarlo, pero los recuerdos nuevos, esos que cambiaron son cada vez más fuertes.
Katniss lo quiso matar, Katniss no sabe lo que está haciendo, Katniss nunca lo quiso. Está perdiendo esos recuerdos dónde está enamorado de ella desde los diez años, recuerdos dónde se sacrificó por ella, dónde la ayudó.
Y tengo miedo.
Miedo de perderlo finalmente, que su mente esté rota y no haya vuelta atrás.
Siento sus manos alrededor de mi cintura, me agarran con fuerza, con temor a que no esté allí, que sea solo una ilusión. Acaricio sus mechones rubios, hace pocos minutos se quedó dormido luego de la última sesión de tortura.
Los gritos cesaron hace un par de horas. Gritos de Johanna.
A veces pienso que soy la privilegiada entre nosotros tres. No me sometieron a la tortura como a ellos y no sé si sentirme mal por eso. Por no estar sufriendo como ellos.
Aunque los ojos de ese hombre me persiguen en mis sueños. Esos ojos parecidos a los de mi padre, a los míos y que ahora están sin vida por mi culpa.
—¡Sirenita! —una voz me desconcentra—. Hora del show.
Volteo lentamente hacia el lugar de donde proviene la voz. El guardia habitual se encuentra con el arma en una mano y sosteniendo los barrotes de la reja en la otra. Me levanto intentando no despertar a Peeta. El rubio se remueve un poco pero sigue durmiendo.
Cuando salgo, siento el cañón del arma en mi espalda.
—¿Sabes? —digo en voz baja—. No es necesario que hagas eso, no tengo ningún lugar dónde ir.
—Prefiero ser precavido —me empuja—. Ahora camina.
Me pregunto cuál de todas las visitas será hoy. ¿La entrevista? ¿Snow? ¿El cliente?
Tal vez finalmente llegó mi tortura, con electrochoques y veneno de rastrevíspulas.
—Entra —me señala una puerta—. Está la ropa que tienes que usar. Solo una ducha me entiendes y tienes cinco minutos para hacer todo.
La habitación es un baño pequeño, sobre la tapa del inodoro está la ropa, un conjunto de ropa interior blanca y un vestido corto rojo.
El cliente será.
Entro en la ducha, solo hay jabón pero limpio lo más que puedo mi piel. No hay espejos por lo que no puedo ver mi reflejo ni tampoco puedo romper el vidrio para que sirva de arma.
Incluso si la tuviera de qué me serviría. Es cierto que no tengo dónde ir. Además, no dejaría a Peeta y Johanna.
—¡Dos minutos! —anuncia golpeando la puerta.
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La Sirena del Capitolio | Finnick Odair
FanficVenus Harkin nunca quiso ser el centro de atención, nunca quiso ir a los Juegos y definitivamente nunca quiso todo el sufrimiento que conllevaría eso. Porque Venus Harkin ya sufrió suficiente antes de ser cosechada. Y la única persona que compendió...