Capítulo 27

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—¿Por qué tu casa es más grande que la mía?

—Son las dos exactamente iguales, Venus —ríe el rubio.

—No, eso no es cierto —contradigo—. Hay más espacio aquí...

—Eso es porque vivo solo... —me deja una taza de té sobre la mesa—. Y soy más ordenado.

—Yo soy ordenada —afirmo.

—No, no lo eres —Finnick se sienta a mi lado en el comedor con una taza también.

—Sí, sí lo soy —insisto.

—Puedo seguir todo el día —contesta.

—Para tu mala suerte, yo también.

Luego de eso ambos reímos.

Estas últimas semanas han sido... caóticas. Cada vez que el rubio ve a Assan el instinto asesino se activa y como no puede hacer nada en contra de él, se dedica a lanzarle malas miras desde la distancia y a ignorarlo por completo. Creo que nadie se percató de eso, desde antes él y Finnick no tenían buena relación... en realidad, no tenían relación directamente.

Pero estoy segura que él intuye que algo está pasando. Decidí llamarlo por su nombre, aunque en voz alta nunca lo llamaba papá. Sin embargo, se siente bien desligarme de eso, aunque sea nombrándolo por su nombre de pila.

—Aquí tienes —me sirve un plato con huevos, fruta y pan típico del distrito.

—Gracias.

Si bien con Finnick antes nos llevábamos bien, desde el momento que le conté mi historia y él me dijo lo que le hacía Snow, nos volvimos más cercanos. Puedo decir definitivamente que es mi mejor amigo, y me hace feliz que él también me considere su amiga.

Nunca tuve amigos antes. Al menos no verdaderos. En la escuela, cuando mi cuerpo comenzó a cambiar, todas las amigas que tenía se fueron alejando. Y cuando Assan me vendió, corté cualquier relación que tenía con el sexo opuesto.

Así que, Vega y Finnick son mis amigos. O eran... en el caso de Vega. Todavía sigo teniendo pesadillas con los juegos y no creo que en algún punto deje de tenerlas.

Según el rubio tengo que hacer una especie de duelo, pero es complicado.

Finnick sigue insistiendo que me vaya a vivir con él, que no confía lo que puede llegar a hacer mi padre. Pero pasé toda mi vida viviendo con él y lo peor que podía hacer ya lo hizo, además no quiero dejar a Gia sola. Así que, ante eso, cambiamos un poco la rutina.

Todas las mañanas desayuno con él luego de acompañar a Gia a la escuela. Luego nadamos en el mar, pasamos algo de tiempo con Mags. Me está enseñando a comunicarme con ella como hace él. Estoy con Gia cuando vuelve de la escuela.

La peor parte es la cena. Es el único momento donde Assan y mi hermana coincidimos. Y la situación es tensa, hablamos a través de Gia, ella nos mantiene unidos a la conversación, pero estoy segura que mi hermana se está cansando de eso o que quiere saber qué está pasando entre su padre y su hermana.

Sigo revolviendo la cuchara dentro de la taza cuando Finnick carraspea, levanto la vista y sus ojos verde mar se concentran en los míos.

—No estás durmiendo —sentencia.

—¿Es una pregunta o una afirmación? —evito responder.

—Venus...

—Afirmación entonces, lo entiendo —suspiro—. Ya voy a dormir, en algún momento.

—¿Cuándo? —frunce el ceño.

—Cuando todo esto haya terminado —me encojo de hombros.

—Tienes que dormir... y comer —menciona preocupado—. Todavía no recuperaste el peso que perdiste en los juegos. Estás cada vez más flaca.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora